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1883 15 Julio 2015

 

 

La celebración del Día del Abogado
Efrén Vázquez Esquivel

 

Monterrey.- Desde hace 55 años, cada 12 de julio, se celebra en México emocional y conmemorativamente el Día del Abogado.

Conmemorar es «recordar» un acontecimiento importante que hace presente un pasado común; en el caso de los abogados, recordamos, entre otros hechos históricos de importancia para el Estado de Derecho, que el 12 de julio de 1533 se impartió en la Nueva España la primera cátedra de Derecho.

También recordamos, entre otras cosas, los alegres momentos de la adolescencia (o los primeros años de la juventud) en que elegimos la carrera de Licenciado en Ciencias Jurídicas, creyendo que al terminar la carrera automáticamente seremos abogados.

Parafraseando a Heidegger, en su alocución sobre la conmemoración del primer centenario del músico Conradin Kreutzer, pregunto, ¿este sentimiento intenso de exaltación, originado por el orgullo de  ser abogados, es ya una celebración conmemorativa? 

Definitivamente no. Es cierto que para que una celebración conmemorativa sea tal, es necesario que «recordemos» algo, pero también que «pensemos» lo que «recordamos». Y de acuerdo a  Heidegger, sólo se piensa cuando atendemos lo esencial.

En los casos en que el recordar no sólo estimula las emociones sino también el pensar, como es este momento que pensamos sobre el Día del abogado, llegan a le mente un cúmulo de experiencias vividas que nos compelen a ver que nos hicimos abogados, jueces, agentes del Ministerio Público, notarios, etc., no en el momento que recibimos el título de Licenciado en Ciencias Jurídicas y la cédula profesional, sino a través de un largo proceso de «formación» (más práctica que teórica, y sin ningún tipo de supervisión) en el desempeño de una de las diferentes profesiones jurídicas.

Pocos profesionales del Derecho advierten que hay diferentes profesiones jurídicas, que no todos los licenciados en Ciencias jurídicas son abogados. Y el día del abogado, si no son las autoridades las que convocan a la celebración del Día del abogado, los abogados y demás profesionales del Derecho no asisten a este tipo de actos.

Erróneamente se suele creer que sólo existe una profesión jurídica: la de abogado, y que éste tiene la formación teórica y práctica necesaria para ejercer diferentes roles: el de abogado, propiamente dicho, el de juez, el de notario o el de  corredor y el de agente del Ministerio Público, etc. Sobre el particular, dice uno de los más prestigiados juristas mexicanos, como lo es Benito Pérez Fernández del Castillo:

“En la abogacía hay funciones distintas, casi contrapunteadas, que escinden el ejercicio profesional en cuatro o cinco subgrupos. Por una parte hay abogados que son ministros, magistrados, jueces, secretarios y actuarios de juzgado, es decir, que pertenecen a la judicatura. Por otra, están los abogados que ejercen la función notarial; en otra, los agentes del Ministerio Público; en otra más, los defensores de oficio, los postulantes, los litigantes o procuradores que representan a las personas en los juicios y procedimientos”

Nada más falso, abogado es sólo el que litiga, el que defiende los interese del cliente en los tribunales. Stricto sensu, abogado es el profesional de las Ciencias jurídicas facultado jurídicamente para el ejercicio del patrocinio, representación y asesoría en materia legal y judicial.

El pensar también nos lleva a advertir sobre la necesidad de dotar a los abogados, antes de que egresen de las aulas universitarias, de una suficiente formación práctica. A los médicos, químicos laboratoristas, odontólogos, psicólogos, etc., la universidad les proporciona una suficiente formación práctica; pero no así a los profesionales del Derecho.

 

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