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1888 22 Julio 2015

 

 

Pero no me deja
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Quiero darle a bronco el beneficio de la duda. Pero no me deja. Rodríguez Calderón tiene muchos enemigos. Hasta ahí las cosas, santo y bueno. Como dijo Martí, causa tristeza ver a un hombre sin enemigos.

Lo malo es cuando el gobernador electo les hace caso a los desleales que lo rodean. Circula la versión –espero que sea falsa– de que Rodríguez Calderón acaricia un proyecto o anteproyecto tendente a entregar a los dueños de rutas camioneras todos los sistemas de transportación pública –camiones, Metro y el caprichito ese de los medinistas, creo que se llama ecovía– para que hagan y deshagan a su gusto. Es tan absurdo que hasta Carlos Chavarría Garza, cacique de los ruteros, lo rechazó. Ello, a pesar de que el propósito de la iniciativa, si es que existe, es, precisamente, regalarles todo el sistema a Chavarría y su gremio. Esto es más grave que poner la Iglesia católica en manos de Lutero.

Históricamente, los concesionarios han impuesto a los regiomontanos las tarifas más abusivas de toda la República; nos obligan a desplazarnos en ataúdes rodantes mal conducidos por choferes sin capacitación. ¿Seguro de vida o gastos médicos para el usuario? No me haga reír. Existe, faltaba más, un ente que nació deforme, llamado Consejo Estatal del Transporte, CET.

Ahí tienen representantes los ipecos, los líderes sindicales, el gobierno del estado, el Congreso estatal, la UANL, el Tec y la madre de los caballos. Los únicos que no están representados son los pasajeros. Este Consejo autoriza cuantas alzas de tarifas ordenan los buseros y sirve como instrumento para defender sus intereses. Claro: los millones de seres humanos que a diario se someten a los peligros y la incomodad de viajar en esos carromatos no tienen quién hable en su favor.

Por ello, en días pasados, esos jóvenes agrupados en la ONG Únete Pueblo, conducidos por Rocío Mabé Montalvo, una auténtica Adelita urbana, clausuraron simbólicamente la llamada Agencia Estatal del Transporte, AET. ¿Para qué sirve la AET? Para enriquecer a los camioneros.

Supuse que Rodríguez Calderón o, más bien dicho, Fernando Elizondo, estaba madurando una propuesta para ofrecerles a los cuatro millones de habitantes de la Zona Metropolitana un servicio de transporte digno del ser humano. ¿Me equivoqué? El problema no es sencillo, pero tampoco imposible de resolver. Obligar a los ruteros a poner en servicio unidades modernas, en buen estado; darle garantías al pasaje con el seguro de vida o de gastos médicos; adiestrar a los conductores; seguir el ejemplo del parabús y, como en Estados Unidos y Europa, crear cada cinco o seis cuadras una parada obligatoria en lugar de hacer alto en cada esquina o cada vez que se les antoja a los manejadores.

No merece crédito el medio, por llamarlo de una forma educada, que difunde la especie del broncoproyecto sobre el traslado masivo de pasaje. Confío que sea lo que en mi oficio llamamos “una volada”. Pero queda la incertidumbre, agravada por tantos y tantos errores que ha cometido Jaime Heliodoro. Y eso que apenas es gobernador electo. Quiero darle al bronco el beneficio de la duda. Pero no me deja.

hugo1857@outlook.com

 

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