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1888 22 Julio 2015

 

 

Más de Nina Simone
Lucrecio Petra del Real Treviño

 

Entre quienes se han encontrado con su música o entre quienes se han asomado a su alma pocos reaccionan con moderación, de ahí que sea amada o temida, adorada u odiada.
Maya Angelou

Corpus Christi.- Este abigarrado texto quiere ser un homenaje a su abigarrada vida:

Hace ya varios días vimos What Happened, Miss Simone?, una película documental que proyecta la vida de Nina Simone. La vida que es la carrera de la hermosa Nina Simone. La intensa Nina Simone, la prodigiosa Nina Simone, desde que la excepcional niña que por su talento recibe las enseñanzas básicas de la música clásica, al piano, pasando por la creativa pianista y original cantante, hasta la icónica artista –política, rebelde y comprometida–, la genial, la triste, la dolorosa Nina Simone.

Ella está aquí, entre nosotros, los que nunca la olvidamos; entre los que no la conocíamos; entre viejos y jóvenes acólitos de la eterna sacerdotisa del soul; entre las generaciones que reverencian su blues, su R&B, su fuerza, su rock, su pop, su magnetismo, su folk, su voz, su jazz, sus manos, su gospel, su actitud, su recuerdo, su presencia: su arte.

Tenemos a la chiquita flacucha, humilde, en un pueblo de Carolina del Norte. Hija de una pastora metodista en cuyo templo se reconoce con la música. Muriel Massinovitch, una mujer blanca, le da sus primeras lecciones de piano. Aprende clásica y ama locamente a los grandes compositores del piano: Bach, Chopin, Debussy. Busca estudiar música clásica en Filadelfia pero a la mera hora rechazan darle una beca por el color de su piel. En pos de seguir estudiando clásica comienza a tocar en un pequeño club, toca lo del momento (son los años cincuenta), le piden que cante y sin decir que nunca lo ha hecho se avienta al ruedo, y entonces nace su estilo ecléctico, con silencios, susurros, jadeos y de fondo su pasión, que cristaliza con una dramatización a tono con la letra de las canciones: así descubre el poderío de su voz.

Se va a Nueva York, estudia en la prestigiosa Escuela de Música Juilliard, pero pronto require de más dinero, la segregación no desaparece y al cabo el desinterés la margina. Sola, lejos de casa, busca trabajo, una vez más canta en bares y antros neoyorquinos. Termina de florecer –en bruto– su estilo, su natural manera de sentir la música, de exponerla. Así de a poco destaca la intérprete subversiva, desaparece (a su pesar, con mucho dolor) la joven que toca clásica y aparece la artista que amalgama géneros; los músicos que llegan a acompañarla entienden que ella marca el ritmo y gozan de la música que crean al lado de Nina. Llegan a lo alto los años cincuenta, su fama crece a voces, en 1958 en un show se destaca con su interpretación de I Love You Porgy, de George Gershwin; ese año graba su primer disco Little Girl Blue y de ai’pal’rial (graba en vida más de 40 discos). Nina Simone recorre con su arte la realidad estadounidense que a la postre terminará por asfixiarla. Pero ahí la tenemos, 1960, Festival de Jazz de Newport. Vive su consagración artística. Atraviesa esa década de convulsiones sociales, y al hacerlo pasa de ser una suerte de diva en Greenwich Village a una artista comprometida con su raza.

El título What Happened, Miss Simone?, la directora Liz Garbus lo tomó de un artículo escrito por la poeta Maya Angelou para la revista Redbook, en el que preguntaba a Nina sobre su partida lejos de Estados Unidos, en los setenta. Este documental fue presentado y aclamado en el Festival Sundance; en su producción participa Netfix, que lo transmite, que nos ha hecho felices espectadores, gozosos escuchas, rabiosos y vehementes testigos.

De voz de la propia Nina, que nos guía intercaladamente en una entrevista que repasa su vida, nos sumerge en sus estancias de felicidad y tragedia; asistimos a singulares grabaciones de sus presentaciones en vivo; escuchamos testimonios en distintas voces, como la de su hija Lisa Simone Kelly, que la pinta de cuerpo entero desde su privilegiado íntimo sitio; entrevistas con los músicos que la acompañaron a través de sus luces y sus sombras, en fin, archivos musicales y escenas que nos muestran a esta mujer combativa y contradictoria, esta mujer que hace frente –con su arte y su vida misma– al KKK desde el centro del huracán que significó la lucha por los derechos civiles.

Es un filme que exhibe vida y obra de Nina, con un especial énfasis en su lucha por los derechos civiles. Vemos a la activista que enarbola con sus palabras la defensa de su identidad. Escuchamos en su esplendor a la cantante, siempre al piano, irradiar sus piezas que se vuelven himnos de combate. Es la artista que lucha por la libertad de su música, la afroamericana que encara al racismo, que se indigna por las embestidas del monstruo encapuchado, el odio de mil ojos. Hasta que –de caída en caída– encara sus conflictos depresivos hoy conocidos como trastornos bipolares; luego del asesinato de Martin Luther King Jr. se exilia en África, es redescubierta en Europa, se acurruca en Francia, donde muere en 2003 sin abandonar nunca su condición de mujer comprometida.

A ver, otra vez, veamos. Cuando joven Nina tuvo un sueño nunca realizado: ser la primera concertista negra de música clásica en el Carnegie Hall de Nueva York, pero el racismo lo impidió, y nunca lo olvidó. En el fondo la relación íntima con toda la música no clásica fue de amor-odio, solía decirlo en sus conciertos: “no soy feliz al tocar esto”. Sin embargo, su vocación como pianista fue algo que el racismo no alcanzaba. Eunice Waymon –nombre de pila– deja pues de lado sus afanes con la música clásica y se convierte en Nina Simone. Virtuosa y fascinante, asombraba en todas partes, cada presentación era una reafirmación de su condición de mujer, de su identidad afroamericana, del compromiso de una artista libre incluso por encima de la relación de su esposo, Andrew Stroud, un ex policía que se convierte en su agente y con quien vive una relación más que conflictiva, tormentosa.

Se reinventa como Nina Simone porque alguien le dijo “Nina”, con la intención de resaltar el significado de la “Niña” que traía dentro, esa juguetona irreverente que se venía formando en el mundo del espectáculo, y Simone porque sonaba francés, según se dice, aunque hay quienes afirman que fue en honor a la actriz francesa Simone Signoret. Aquí precisamos señalar que Nina Simone de alguna manera es vista como la artista a la que el público le asigna la estafeta que dejó la ausencia de Billie Holiday. Nina despega cuando Billie se apaga (Lady Day murió en 1959). Acaso también por su estremecedora versión de Strange Fruit. Nina viene llamando la atención actuando en toda clase de antros y clubs de mala muerte, pero su propio talento, su manera de interpretar las viejas composiciones de jazz y blues, los innovadores y personales arreglos que al piano le imprimía a cada interpretación comenzaron a causar sensación –según dicta el cliché–, y a propósito de clichés, en ese momento comienzan a llamarla “la nueva sacerdotisa del jazz”, un sobrenombre que siempre rechazaría, según ella misma, por tratarse de un estigma acuñado por críticos blancos, lo que le incomodaba.

Ya dijimos que se cruza al mainstream con su célebre interpretación de I Love You, Porgy (del musical Porgy and Bess), lo que no hemos dicho es que piezas como esa la traen hacia el pop, bueno mejor dicho en ese momento se le abre todo el panorama del cancionero nacional, sus propias piezas pasan a ser repertorio de los demás artistas y eso significa que Nina Simone se convierte en un referente. Su magia es sinónimo de su éxito. Los años sesenta se caracterizan en Nina en dos caudalosas vertientes que al unirse forman un delta donde se juntan sus atributos musicales y su compromiso político, su celebridad y su cotidianidad, su esplendor y el origen de su tragedia, esos linderos de locura que son los episodios maniacodepresivos. A la par que su influjo crece, también se ensancha su conciencia y su reafirmación enmedio de la lucha por los derechos civiles. Por una parte ella avanza en su carrera musical, es ya la artista poderosa cuya influencia mueve a los demás. Nina es versionada por The Animals y los Bee Gees y un amplio etcétera, lo mismo que interpreta a The Beatles o a Bob Dylan. Por otra parte, su activismo contra la discriminación racial la lleva a crear y a participar en los movimientos sociales muy a su manera, desde su modo de entender el mundo, es decir, desde la música y el uso del piano, su lenguaje corporal en los escenarios, el mensaje de sus canciones: sus palabras, incendiarias en los más álgidos momentos de la lucha, se vuelven emblemáticas.

Participa en los diversos actos del movimiento por los derechos civiles, atrae a los medios, da discursos, la consideran vocera del movimiento, alterna con los artistas solidarios tanto como con los líderes y activistas. Compuso Mississippi Goddam, impulsada por su indignación luego del asesinato de Medgar Evers, un activista veterano de la Segunda Guerra Mundial que lucha por erradicar la segregación de la University of Mississippi; Evers fue asesinado en junio de 1963 por un supremacista blanco. Mississippi Goddam se vuelve un himno del movimiento con todo y que las estaciones de radio la censuraban. Así avanza Nina enmedio del huracán; en un momento dado, me parece que durante la Marcha de Selma, la alebresta el pacifismo de Martin Luther King Jr., por lo que va y le dice en su cara, a gritos, que ella para nada puede ser una pacifista, ¿cómo que pacifista? hay que responder los golpes, decía por doquier. En un evento incluido en el documental, por lo visto televisado, luego de encender a su auditorio –compuesto por toda clase de público, pero de mayoría negros– les preguntaba enmedio de su arenga –que era leña seca para la hoguera– si estaban dispuestos a tomar las armas, si estaban dispuestos a ir a la calle a matar blancos y responder con violencia a todos esos racistas… las respuestas eran eufóricas y afirmativas de tal modo que los blancos de la audiencia seguramente se friqueaban. Nina marchaba hombro a hombro con Stokely Carmichael, uno de los dirigentes de las Panteras Negras; con Malcolm X, de quien era vecina –la casa del activista estaba al lado de la suya en Mount Vernon, NY–; dos de las hijas de Malcolm X, Attallah Shabazz e Ilyasah Shabazz dan su testimonio en el documental (las hijas de Malcolm X y la de Nina jugaban juntas, de niñas, en el jardín de sus casas); Nina avanza en la Marcha de Selma junto con otros artistas e intelectuales, como Joan Baez, Maya Angelou, Harry Belafonte, Sammy Davis Jr. James Baldwin, Peter, Paul & Mary, entre otros; van en contra de la discriminación racial siguiendo a Martin Luther King Jr.
Así cruza los sesenta.

La poeta Maya Angelou, interesada en escribir sobre ella, le pregunta por qué se involucra en la política de EU, en esos años sesenta tan convulsionados, por qué se unía a Martin Luther King Jr., por qué era vocera del movimiento, por qué empeñarse en sus discursos, en sus composiciones como Mississippi Goddam, que encima le costaba parte de su popularidad; sus respuestas se sintetizan así: “En estos tiempos debo esforzarme por lograr todo mi potencial, me debo a las necesidades de mi gente, mi gente requiere inspiración”. Tras los asesinatos de Malcolm X en 1965 y de Martin Luther King, en 1968, Nina se troca visceral, cierra filas con los más radicales, con los Panteras Negras. Su compromiso político termina por dañar su carrera musical; ella misma lo registra en I Put A Spell On You, su autobiografía; pero por entonces también se da –y también tiene que ver con su partida– una crisis familiar: ella tenía episodios paranoícos, era golpeada por el esposo, golpeaba a su hija. Dos años más tarde, en 1970, se autoexilia, abandona a su familia.

Esa parte de su vida es acaso la más triste, o por lo menos uno así lo piensa, la imagina sola y distante y peor: siendo olvidada, su alejamiento es un viaje al olvido, coinciden quienes han reseñado su vida; aunque lo cierto es que siguió tocando y cantando y seguir haciéndolo es la mayor parte de su razón de ser. Se fue a Barbados, enojada con su país y en pleito con el IRS.

Allá pasa años casi olvidada. En los ochenta, en Londres, es rescatada en el club de jazz Ronnie Scott, donde trabaja cotidianamente. En un momento dado su amiga la cantante Miriam Makeba, quien había estado casada con el activista Stokely Carmichael, le sugiere vivir en Liberia, donde pasa una temporada, luego en Suiza y Holanda, para finalmente quedarse en Francia; vive en Aix-en-Provence; para entonces ya son los noventa. Viene un periodo de reencuentro con los grandes escenarios, recibe premios, participa en festivales.

En 1998 es invitada especial a la fiesta del 80 cumpleaños de Nelson Mandela. El viejo continente la agasaja, la apapacha, si bien a principios de esa década se agudiza el padecimiento del trastorno bipolar. Con cáncer muere a los 70 años, en 2003, en Francia. Hoy, redimensionada con What Happened, Miss Simone?, ella está de nuevo aquí entre los suyos. Son momentos en los que su presencia reaparece puntual en la lucha por la dignidad y la paz.

Los acontecimientos de Charleston, Carolina del Sur, esa matanza de nueve afroamericanos a manos de un muchacho estúpido simpatizante del supremacismo blanco, desenterró la ancestral lucha entre la defensa de la integridad y el acoso del odio anidado en el contumaz racismo.

Hoy cuando se genera la vieja tensión porque dos marchas de contrarios coinciden en las bocacalles de Charleston, por una parte marchan los supremacistas del KKK que enarbolan la bandera confederada, esa que representa la ignominia de la esclavitud y que fue bajada de las astas oficiales a raíz de la masacre, por el otro lado la marcha de los Panteras Negras, que han salido a luchar y a pronunciarse contra el racismo. Así vamos, un día sí y otro también: la vida de los negros importa.

Hoy, digo, cuando What Happened, Miss Simone? la redimensiona, ella está de nuevo entre nosotros: más Nina que nunca.

 

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