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1899 6 Agosto 2015

 

 

INTERÉS PÚBLICO
Debate entre candidatos
Víctor Reynoso

 

Puebla.- En el debate entre Javier Corral y Ricardo Anaya, candidatos a presidir al Partido Acción Nacional, hubo varias cuestiones comunes a ambos.

Primero, la crítica a la situación actual de la política mexicana, marcada por la corrupción, y que ha dado lugar al hartazgo ciudadano y al rechazo a la “partidocracia”, la ineficiencia y la corrupción. En común también tuvieron las referencias a los valores originarios del PAN y en las citas a Gómez Morin. También su propuesta de recuperar la dimensión moral de la política y el acercamiento a los ciudadanos. Y en la crítica al adversario de ser responsable del deterioro de su propio partido, que necesariamente es parte del deterioro general de la política.

Las diferencias también fueron claras e importantes. Anaya acusó a Corral de belicoso, de convocar a la guerra al interior del partido (a la “rebelión”), de parecerse a López Obrador tanto en sus métodos como en su discurso (Corral enfoca sus críticas dentro del PAN a lo que él llama “el consorcio”, que Anaya comparó a la idea de López Obrado de “la mafia”), de representar por tanto el riesgo para México de las realidades que ya se han dado en Argentina, Ecuador y “sobre todo” en Venezuela.

Corral acusó a Anaya de ser parte del consorcio que ha llevado las peores prácticas priistas al PAN. De tener intereses inconfesables con el presidente Peña Nieto. De haber perdido toda capacidad de oposición a ese gobierno. Anaya le contestó, señalando que el mismo Corral ha sido parte de la élite panista los últimos 25 años, y que era, por tanto, corresponsable de todo eso que critica.

En todo esto hay cuestiones de fondo y cuestiones de estilo. En las coincidencias están, me parece, las cuestiones de fondo. De manera muy distinta ambos candidatos expresaron que algo importante ha perdido el PAN. Anaya más elíptico, Corral más directo, pero los dos, al adoptar la narrativa común en la opinión pública contra la partidocracia y la clase política, al referirse a los valores de Gómez Morin, admiten que en su partido hay un deterioro. No puede ser de otra manera: si se critica a la política (“el signo de nuestro tiempo es la degradación de la política”, dijo Anaya en su presentación) se critica al que es el segundo partido en el país y que lo gobernó los primeros doce años del siglo.

Y aquí el PAN parece estar atrapado. Desde hace varios años, por lo menos desde la evaluación interna después de las elecciones federales de 2009, los panistas han sido muy buenos para la autocrítica y para la autoevaluación.

Pero no para resolver aquello por ellos criticados. Como los mismos panistas lo han dicho, su partido está “sobrediagnosticado”. Lo que no existe es el tratamiento adecuado para el diagnóstico. Por eso vuelven a lo mismo, como a señalar la necesidad de acercarse a los ciudadanos. Después de 2009, después de 2012 y ahora.

O en algo más específico: tener un padrón confiable. En 2013 hicieron una severa crítica a su padrón de militantes. Lo depuraron de forma draconiana. Y hoy parecen estar en la misma situación anterior a esa depuración: un padrón inflado con malas maneras para utilizar las votaciones internas en forma clientelar. Aquí también coincidieron Corrral y Anaya: hay que depurar el padrón. Difieren sólo en los tiempos: Corral proponía depurarlo ya, Anaya propone hacerlo después de la elección.

En esta diferencia hay en parte una cuestión práctica y en parte la cuestión de los estilos de ambos políticos. La práctica es que con el actual padrón parece claro que Anaya ganará la elección. Es lógico que Corral quiera cambiar un escenario en el que tiene la derrota asegurada.

Pero expresa también el estilo de Corral. Más beligerante, más dado al enfrentamiento (más “crítico” dirían algunos, pero yo creo que la crítica es otra cosa, algo con más fondo), más inclinado a las ideas en sí mismas sin calcular sus consecuencias. Parte de ese estilo del chihuahuense se expresó en lo que quizá ha sido el conflicto más serio del panismo en lo que va del siglo, conflicto que enfrentó al entonces presidente nacional Gustavo Madero con el senador Ernesto Cordero, en el que Corral fue la pieza principal de Madero (que a su vez es personaje central del “consorcio”, supongo) en el ataque al grupo de Cordero.

Anaya parece ser más pragmático, no el sentido de carencia de valores, sino en el de conocer que la dinámica entre valores y realidad es compleja, y que hay que saber interrelacionar ambas cosas. Que un valor mal aplicado puede dar lugar al resultado contrario al buscado.

No está de más recordar que estos problemas, si bien son del PAN, no son exclusivos de este partido. Son propios de la política. Cada partido lo vive según su propia idiosincrasia. Pero todos tienen que enfrentar la tensión entre los valores políticos sin los cuales ningún partido moderno tiene sentido, y las exigencias, contradicciones y dilemas de la realidad.

Ya veremos si el PAN sigue siendo bueno para diagnosticar sus males internos y los del país, pero poco capaz para remediarlos. Pero sería una ingenuidad pensar que esta situación es patrimonio exclusivo de un partido, o de los partidos. Es de todo aquel que participe en política.

 

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