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1911 24 Agosto 2015

 

 

Desnudos virtuales
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- ¿Quiere formar parte de las redes sociales? Olvídese de su privacidad. La moda es hacer públicas cosas que antes eran estrictamente personales.

Twitter, Facebook, Instagram, Pinterest, operan en contra de los espacios protegidos de cualquier intromisión externa. El anonimato se diluye con un simple video en YouTube viralizado en cuestión de minutos al millar.

El Big Brother se inspira en la novela “1984”. Pero George Orwell imaginó el espionaje a ciudadanos sin el consentimiento (ni siquiera tácito) de los espiados. Ahora, son los propios vigilados quienes piden la exposición de su vida diaria. Son cualquier cosa menos víctimas. Otros no se enteran de su exhibicionismo pero de saberlo tampoco les importaría mucho. La privacidad ha perdido relieve como valor.

Jeff Jarvis –el periodista que narró en un blog su lucha contra el cáncer de próstata sin omitir detalles– explica cómo el concepto de privacidad no lo viven las nuevas generaciones de la misma manera como la entendían sus padres. Ningún nuevo profesionista evitará subir en redes sociales fotos comprometedoras suyas (borracheras, situaciones pecaminosas, actitudes fanfarronas en antros) por miedo a complicar su currículum profesional en busca de empleo: asume que sus posibles empleadores distinguirán entre destreza laboral y vida personal.

Todo lo anterior es válido mientras el poder público no escudriñe la vida de sus gobernados. El problema es que el poder público es amoral. Los gobernantes no entienden que hacer con nuestro propio cuerpo lo que queramos no da por sentado nuestro consentimiento de que una agencia de gobierno nos espíe bajo el pretexto de que en Internet el ciudadano acepta la pérdida de su privacidad.

No se vulnera nuestra intimidad cuando nos abrimos de capa en redes sociales; se vulnera cuando el gobierno insiste en meterse en nuestras computadoras y smartphones buscando opositores al régimen, periodistas independientes, o simplemente por el gusto de exhibir la prepotencia del mandamás.

 

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