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1911 24 Agosto 2015

 

 

La derrota de Javier Corral
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- Se veía venir. Los rumores y el discurso de Javier Corral alertaba sobre lo que habría de suceder el domingo antepasado.

La maquinaria del partido estaría puesta al servicio del candidato Ricardo Anaya. Al servicio del continuismo maderista y a la línea de negociación con Peña Nieto que arroja hasta ahora sólo saldos negativos. Atrás quedaron ya los restos del panismo doctrinario y la “rebeldía de las bases” a la que se llamó sin éxito.

Muera el rey, viva el rey
Sin embargo, no es todo, aun con la baja participación de un padrón que no resultó tan “inflado”. Los resultados aun así son aplastantes en todo el territorio nacional. En ningún estado gana Corral. Lo más cercano fue su natal Chihuahua donde logró un 45%, y en Guerrero fue la más baja, con solo el 5%, de la votación emitida, pero en la mayoría de los estados, no alcanzó más allá del 15%, hasta terminar con un definitivo 80-20% que resulta humillante.
Sin precedente y sin el nivel de polarización mediática que esperaba unos resultados más cercanos a su ruido, señalamientos y pronunciamientos. Pero, ¿qué más revelan estos resultados desastrosos para Corral y por extensión del PAN que se vuelve monocorde? ¿Qué explica que el 75% del padrón “inflado” de militantes no haya asistido a las urnas? ¿Qué es lo que viene ahora? ¿Sale el partido fortalecido? ¿Será motivo para volver al camino ganador? y ¿Con cuál margen de presión-negociación ante el Presidente Peña Nieto y el nuevo dirigente priista? Vamos, con todo y este triunfo: ¿dónde está el PAN?

Resultados
Los resultados evidentemente perjudicaron a Javier Corral en sus aspiraciones políticas. Quien no escatimo esfuerzos ni renunció a principios con el objetivo atraer aliados y votos. Fue con un discurso vertical y estuvo con él mucho de lo mejor del PAN. Regresa al Senado de la República a continuar sus luchas legislativas. A dar la vuelta a la hoja de esta nueva derrota. La anterior fue en Chihuahua cuando buscó la gubernatura.

Sin embargo, los resultados revelan que no solo le pegan a él, sino al partido, que esta elección lo exhibe no solo en sus justas internas sino en lo que queda. Lo que se ha dicho en distintos medios informativos, que un alto porcentaje de la militancia se fue luego de perder la Presidencia de la República, y el blanquiazul se ha empequeñecido de manera que tiene hoy una estatura e influencia política cada vez más limitada. Que cualquier intento de relanzamiento pasa por el reconocimiento de esta debilidad estructural que adquiere características singulares en cada estado y municipio.

O sea, no es el PAN de los festejos luminosos de 2000 y 2006, como tampoco el que justifique felicitaciones sobradas, exaltadas, sino más bien tímidas como las que se desprenden del rostro de Ricardo Anaya pues, es un triunfo pírrico, que deja un partido cada vez más polarizado entre doctrinarios y neopanistas de nuevo cuño, con una militancia modesta y menos espacios de poder de manera que poco tiene que hacer ante un PRI cohesionado, ganador y ensoberbecido.

Rotura de la civilidad azul
Y menos ante la expresión dura de Javier Corral, de que no levantaría la mano de Anaya, porqué su candidatura está marcada por la corrupción y los excesos en esta campaña.

Y esta declaración no tuviera sentido en otros partidos sino fuera porque, si algo distinguió al PAN, es que los procesos internos, aun los más climáticos, concluían siempre dando muestras de civilidad política reconociendo al triunfador.

No habrá quien le levante el brazo. Tendrá que gobernar con los que le ayudaron alcanzar el triunfo.

No, con la oposición interna que podría servir de contrapeso y ofrecer ideas para volver a cohesionarse y dar perspectiva de futuro.

Y así unidos relanzar al PAN hacia la ruta ganadora. Aspirar seriamente en el 2016, para poder hacerlo en un 2018, que se prefigura según encuestas polarizado entre el PRI y Morena; entre Beltrones y AMLO.

Entonces, la primera tarea la cicatrización de las heridas internas se ve imposible e ir a lo siguiente que es prepararse para las elecciones estatales del año entrante donde estará en juego entre otros su bastión bajacaliforniano.
Estado símbolo de las luchas ganadoras que sostuvo el neopanismo de los Clouthier, Goicochea o los Clariond. El de los “barbaros del norte”. Los que sacaron al PAN del ostracismo doctrinario y lo pusieron en la senda de la lucha por el poder.

El de la estrategia evolucionista de ganar primero capitales estatales, luego gubernaturas hasta alcanzar la Presidencia de la República. 

El de los logros que más tarde se vinieron echar a perder con aquella dialéctica calderonista: Ganar la Presidencia pero sin perder el partido. Hoy los panistas han perdido a ambos.

Y la Presidencia se ve tan lejana como recuperar aquel PAN crítico, opositor en tribuna y en las calles, intermediario de luchas ciudadanas, que representaba una esperanza para franjas importantes del electorado y qué ahora se le ve como más de lo mismo.

Ahí, están los resultados de 2012, donde su candidata presidencial sólo obtuvo el 21% de los votos que representó aproximadamente el 12% de la lista nominal, la caída de la votación general en 2015 y la práctica desaparición donde fueron gobierno, como son los caso de Jalisco y Nuevo León, y el estancamiento o la falta de crecimiento electoral en varios estados de la República.

Ahí está la agenda interna y externa de los futuros dirigentes del PAN, el sedimento de una reflexión de fondo, de  lo que no sólo llevó a la derrota sino que tiene molestos a la mayoría de los mexicanos y están alertas ante la crisis económica que ya empezó a tocar sus puertas, que podría aumentar aún más el número de pobres, de la gente sin esperanza, sin alimentos, vivienda, salud…

Con la violencia criminal encima
Ahí, está la contribución del PAN a esa mayor segmentación social, en aras del libre juego de las fuerzas del mercado.

El desafío mayor que significa reconocer que en ese camino con Peña Nieto  lo único que estará provocando es una mayor irritación social y lejanía de los ciudadanos de los colores del PAN.

Esa que se encuentra también detrás de la ausencia de panistas el día que se votó a sus dirigentes nacionales.

Y que Corral cuestionó e ilusamente buscó su rebeldía, cuando muchos de ellos ya se habían ido a buscar mejores derroteros y los que se quedaron están por el establishment que pregonaba el ilustre Lampedussa de “cambiar para seguir igual”.

 

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