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1926 14 Septiembre 2015

 

 

Tres años con Peña Nieto
Daniel Salazar M.

 

Monterrey.- Ante los ojos del mundo, las reformas estructurales en México situaron a Enrique Peña Nieto como uno de los líderes emergentes más importantes del planeta.

Todo parecía transcurrir según lo planeado: México, su petróleo y patrimonio, estaban “legalmente” a la venta. 

Pero la tragedia de Iguala pareció cambiarlo todo. La imagen prefabricada del presidente se destroza y las reformas acordadas por los poderes no producen los beneficios anunciados, ni atraen nuevas inversiones. El presidente reformador, que prometió relanzar la economía del país, se derrumba junto al peso mexicano.  

Las cosas se complican. Recientemente y solo después de que un grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) rindiera su informe sobre el caso Ayotzinapa, la prensa mundial se vio obligada a informar que el gobierno mexicano había mentido a los familiares de los desaparecidos, a la sociedad y lo mismo a la comunidad de las naciones. “Dio una versión falsa sobre los 43 desaparecidos en interés propio... por encima de la verdad” –dijo–.

Fue así que la reputada “verdad histórica” que colgaba del expediente Ayotzinapa y por mucho tiempo también de las páginas editoriales de la prensa sistémica, se vino abajo. Luego de seis meses de investigaciones, el informe que presentara el Grupo Interdisciplinario de Expertos  Independientes (GIEI), puso en evidencia las argucias del gobierno sobre el caso de los desaparecidos pues, a contrapelo de lo vertido por el ex procurador Murillo Karam, dejó muy en claro sus divergentes puntos de vista: 

“1) La policía municipal de Iguala sabía que los estudiantes eran estudiantes y no, como la PGR afirmó, miembros del grupo delictivo Los Rojos. 2) La meta de la policía municipal y los integrantes de Guerreros Unidos era no dejar salir de la ciudad los autobuses que habían tomado los estudiantes y/o castigar a los jóvenes. 3) El “castigo” no fue por enturbiar un acto del alcalde de Iguala y su esposa puesto que este terminó antes de que los estudiantes llegaran. 4) Los cadáveres no fueron incinerados en un basurero en Cocula. Para quemar los cuerpos de los normalistas se hubiera necesitado quemar 30 mil 100 kilos de madera y 13 mil 300 kilos de neumáticos durante 60 horas. 5) No hay ninguna evidencia que indique la presencia de un fuego de la magnitud de una pira para la cremación de inclusive un solo cuerpo...”.

Cuan distante es la interpretación del GIEI de la que ofreciera el ex procurador en lo que se conoció como la versión oficial del gobierno: “Sin lugar a dudas las investigaciones llevan a concluir que los estudiantes normalistas fueron privados de la libertad, privados de la vida, incinerados y arrojados al Río San Juan...” (Léase “El Informe Karam” La Jornada Zacatecas, 15 Nov 2014). 

El GIEI presentó además una hipótesis sobre el móvil del crimen. Esta es que, “la acción de toma de autobuses por los estudiantes para utilizarlos en una manifestación, se cruzó con que uno de los autobuses que intentaron tomar podría estar vinculado el trasiego de heroína, cocaína o dinero entre Iguala y Chicago. Esta línea no ha sido hasta hoy investigada por las autoridades a pesar de haber sido señalada por los estudiantes sobrevivientes desde un inicio...” 

Si en su momento la caída del gobernador Ángel Aguirre o la aprehensión del alcalde de Iguala José Luis Abarca no pudieron distraer o amainar la protesta de los familiares, es de preverse que después del informe GIEI, la lucha la por la presentación con vida de los 43 normalistas retome un nuevo impulso. Las consignas de “Fue el Estado” y “Fuera Peña”, siguen vivas y resonando a casi un año de los hechos. 

El crimen de los 43, el asesinato de siete jóvenes a manos del 97 Batallón de Infantería en Zacatecas y la ejecución extrajudicial de 22 personas en Tlatlaya a manos de militares, ha puesto en entredicho la vía castrense para el combate a la inseguridad. Al mismo tiempo y para la memoria colectiva, estos hechos están exhibiendo el rostro innato del ejército como brazo armado de los intereses de Estado. Integre usted a la tragedia mexicana, las casi 60 mil muertes violentas relacionadas con el narcotráfico, el asesinato de 88 periodistas o las 13 personas que diariamente desaparecen en nuestro país desde que Peña Nieto llegó a la presidencia.

Como puede verse, la seguridad --que fuera el eje central del sexenio de Calderón como ahora lo son las reformas estructurales para Peña-sigue sin funcionar a pesar de los miles de millones de pesos que se le destinan: en México se desaparece a una persona cada hora con 52 minutos y de ellas el 40 por ciento son jóvenes de entre 15 y 29 años. 

En el terreno de la economía, existe una fuerte inestabilidad y un raquítico crecimiento. Pero éste y otros aspectos de la gestión presidencial, serán desarrollados en una segunda publicación.

prt_mty_nl@hotmail.com

 

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