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1937 29 Septiembre 2015

 

 

El Bronco y las candidaturas independientes
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Jaime Rodríguez, el Bronco, no sería gobernador de Nuevo León sin la reforma política de 2012, que incorporó a la Constitución el derecho a los ciudadanos a registrarse como candidatos independientes. Luego, en 2013, se extendió a las entidades federativas.

¿Cómo hubiera procedido el Bronco en caso de enfrentarse a otras condiciones impuestas por el derecho electoral? Quizá se habría postulado como candidato externo por algún partido político.

Pero no es lo mismo ser candidato externo de un partido a ser independiente. La primera opción, que denominaría el cómodo atajo, es más comprometedora: obliga al candidato a someterse a la dirigencia partidista y a bailar al son que otros tocan, aunque no se afilie ni milite en esa organización. En ese escenario, la posibilidad de una victoria electoral del Bronco se hubiera reducido considerablemente. En el cómodo atajo hubiera tenido que ceder y negociar al interior del partido que lo cobijaba, como le sucedió durante la mayor parte de su campaña a Fernando Elizondo, maniatado por la dirigencia nacional del Partido Movimiento Ciudadano, hasta el día en que declinó a favor de Rodríguez Calderón.

Ser independiente, en cambio, implica doble trabajo, un camino cuesta arriba: también se enfrenta a restricciones e injusticias, pero son de otra índole; en este caso de orden jurídico; las reglas entre candidatos de partido y los independientes, aunque se han equilibrado mucho gracias a la presión ciudadana, todavía no son parejas, como bien lo ilustró el caso del Bronco. Lo suyo fue un final feliz para él tras una trama compleja y complicada. Pero no hay duda de que en diversas ocasiones de su campaña, Jaime Rodríguez fue casi orillado a renunciar a sus aspiraciones, por motivos legales o morales.    

Muchos teóricos y estudiosos del derecho electoral reniegan de las candidaturas independientes; las consideran vías inadecuadas para asumir cargos de elección popular, por donde pueden colarse ciudadanos que no los acredita ninguna sigla partidista, y por tanto, no garantizan el mínimo apego a una línea institucional. Sin embargo, el desprestigio de la clase política en México es tan evidente, y la partidocracia es ya un esquema tan defectuoso, que muchos ciudadanos no se identifican ni se creen representados por ningún partido, al grado de sentirse relegados en la toma de decisiones públicas. Es lo que se llama hartazgo popular. ¿Los candidatos independientes son la solución a este dilema? No, pero sí constituyen una alternativa diferente y una oferta poco explorada aún en los procesos electorales: un Bronco no hace verano.

El candidato independiente, en su modalidad de postulación individual y autónoma, sigue siendo una figura con gran potencial legitimador en las elecciones locales y federales. Pero es una alternativa más novedosa de lo que se piensa: desde 1946, la posibilidad de un independiente de contender en México por un cargo de elección popular era nula. Los obstáculos legales resultaron prácticamente insalvables hasta 2012, y todas las ventajas se las agenciaban principalmente el PRI y el PAN, las dos organizaciones más grandes de México. Es verdad que, a contracorriente de la Ley Electoral en turno, Ezequiel Padilla se postuló como independiente en 1946, y Miguel Henríquez Guzmán en 1952. Sin embargo, aunque ambos casos causaron escándalo en la vida política nacional, no trascendieron como fenómenos electorales. Se difuminaron en un par de años posteriores a su eclosión.

Lo cierto es que en razón de su resultado exitoso, el Bronco será un referente en el panorama electoral del futuro. Al menos en Nuevo León, las campañas no volverán a ser como antes y los partidos políticos con fuerza local tendrán que prescindir de muchas prebendas y canonjías de las que tradicionalmente gozaron.

Por supuesto, en los subsecuentes procesos electorales aumentará exponencialmente la presencia de candidatos independientes y su reputación dependerá en buena medida del desempeño de Jaime Rodríguez como gobernador de Nuevo León. Pero las reglas del juego han cambiado ya.

 

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