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1946 12 Octubre 2015

 

 

Bravo, Aurelio, te quiere Manina
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- La Evaluación va, pequeño gladiador. Disculpa que no te haya escrito, sabes que mi ausentismo del seno familiar se ha prolongado por  más tiempo del acordado, debido a manoseos turbios e inicuos de la ley.

Fuerzas oscuras no desean mi protagonismo. A veces creo que en casa ya todos se olvidaron de mí. Malagradecidos, envidiosos. Sólo tu presencia me regresa consuelo y esperanza para seguir en la brega.

Deseos de retornar por mis fueros no me han faltado. Cada minuto de mi exilio recuerdo el lema luminoso que rige a nuestra casta implacable: los carniceros de hoy serán las reses de mañana. 

Mi desesperación aumenta conforme pasan los días y crece en mi pecho el sentimiento de impotencia ante el sensible daño provocado a nuestros negocios, particularmente en la rama educativa-sindical. La justicia siempre tarda pero nunca llega tarde. Tú eres el portador del rayo intrépido que regresará el lustre a nuestra misión.

La evaluación a los maestros fue idea mía, tú lo sabes. Fue diseñada expresamente para extirpar el cáncer de la disidencia de las zonas más conflictivas, ingobernables y atrasadas de nuestro cuerpo social. No me extraña que la agitación y la anarquía hayan cundido por toda la red de intereses de la cual somos concesionarios vitalicios. Al ponerme fuera de combate surgieron los problemas como hongos en época de lluvias. Es lógico que cuando el gato no está los ratones bailan.

Esos desestabilizadores profesionales, hampones de quinta, deben quedar fuera del círculo de mando a toda costa. Por eso celebro tu estrategia. Pero te advierto que nada será suficiente para hacerlos pagar por sus actos sediciosos, cometidos arteramente en perjuicio de nuestro noble proyecto. Los odio más que a una mala cirugía plástica.

El daño ocasionado por los gnomos chapuceros no es irreversible. Aún estamos a tiempo de salvar a nuestro corporativo, corregir el rumbo que las manos torpes del pasado precipitaron hacia el fracaso. La Evaluación va, Aurelio querido. No cejes en ese objetivo glorioso. La Historia no espera. Los malos docentes no caben en nuestro plan general, la insumisión no prosperará en nuestra visión de país.

Mi aislamiento involuntario, producto del capricho y deslealtad de los traidores en el partido y en las cámaras empresariales, no es obstáculo para que yo pueda enterarme de lo que sucede en casa y aportar mi experiencia que muy pocos agradecen. La Evaluación va, repito, y que rueden cabezas.

Mi distancia forzosa, como te das cuenta, no implica silencio cobarde. Por el contrario, mi voz se ha endurecido porque antes que nada soy una mujer que no desea más que la prosperidad de nuestro clan, enaltecer el buen nombre de la estirpe, la noble cuna sobre la cual hemos edificado nuestro consorcio con sacrificios inauditos.

El movimiento disidente provocó que la evaluación por poco se descarrilara, parecía que a nadie le importara el futuro de nuestros títulos, ganados en buena lid. Los malos profesores pretenden quedarse con todo mi legado. La omisión de mis aliados, al abandonarme entre estas paredes desnudas, me ha hecho bastante recelosa del poder que yo misma cultivé. El oportunismo ha marchitado el árbol benigno que nos ha cubierto con privilegios y riqueza. Hasta que llegaste tú a ocupar la oficina que por tantos años conduje exitosamente, la patria brilló de nuevo detrás de las amargas rejas que me asfixian.  

Mi corazón de luchadora sigue incólume. Mis carceleros me preguntan extrañados. ¿Cómo es posible, señora, que las revueltas magisteriales no puedan ser sofocadas como antaño, y los profesores desbordados no puedan ser conminados al orden con un pequeño gesto de sus ojos felinos? Diablos, qué vergüenza, qué les contesto. ¿Qué les digo, Aurelio, tesoro? No sólo los celadores se hacen esa clase de preguntas, millones de consumidores claman por mis servicios inflexibles.

Sé que también tú quieres echarles un guante a los rijosos maestros, ponerles un ultimátum, acciones que respaldo sin dubitaciones. Percibo en ti mi herencia despiadada y lúcida. Te felicito por el esfuerzo ejemplar que has invertido en los pocos días que llevas al frente de la cartera de inversiones más importante de nuestra ilustre firma.

Lo fundamental, principito, cosita hermosa, es mantener siempre el puño en alto, a la vista del enemigo. Ese gesto refleja fuerza, control, virilidad. Revisa mis videos, pueden ilustrar mis consejos de vieja sabia.

Luego, ya cuando los revoltosos reculen, podrás suavizar tu discurso a discreción. La crispación pública no tolera los desplantes del dueño del hierro. Administra con serenidad los apretones. Avienta el mecate, persiste. Recoge la reata, insiste. Tuyo es el control del tablero, anticípate a la jugada más leve. Atención, viene el tsunami de los políticos independientes. El barullo resultante es la mejor oportunidad para acrecentar nuestras ganancias.

Te quiere, Manina.

 

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