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1970 13 Noviembre 2015

 

 

Legislar contra el maltrato animal
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El Congreso de la Unión no ha sabido solidarizarse con la defensa de los animales.

En el fondo de sus conciencias, nuestros legisladores federales todavía asumen la superioridad de los seres humanos sobre el resto de las especies de la fauna, cuando se trata de una falacia: los animales también tienen conciencia.

Pero el problema es de los legisladores, no de la sociedad. Son ellos quienes se rezagan del humanismo integral que ya permea en muchos sectores de la población mexicana: el respeto hacia los animales es el estado más elevado del humanismo que también condena la discriminación racial y de la mujer; que denuncia el abuso y maltrato de menores. La defensa de la vida humana nos define como civilización.

No es casual que los países más desarrollados sean los que protegen y tratan mejor a los animales y cuentan con leyes para su defensa. En lo Países Bajos, por ejemplo, incluso se han capacitado cuerpos policíacos especiales para defender a los animales.

Todo esto viene a colación porque un grupo de neurocientíficos han llegado a la revolucionaria conclusión de que los mamíferos y las aves son conscientes de sí mismos. Así quedó demostrado tras una serie de investigaciones con técnicas como la resonancia magnética y la aplicación de encefalogramas. Las pruebas son concluyentes, por lo que se confirma el crimen que se comete diariamente en contra de estos seres vivos; seres conscientes de sí mismos como cualquier persona.

El estudio puede leerse íntegramente en la “Declaración de la Conciencia”, un seminario que reunió a 25 investigadores de primer nivel en Cambridge, entre quienes se encuentran científicos de la talla de Stephen Hawking y Chirstof Koch. Lo organizó Philip Low, líder empresarial de NeuroVigil y promotor de iBrain, un evento instituido para estudiar las diferencias entre el cerebro humano y el de los animales, orientados principalmente a analizar la configuración del córtex frontal.

El debate no se estanca en las bases neuronales de la conciencia sino que avanza en la necesidad de fincar una relación más respetuosa con el mundo animal y con las especies que pueblan nuestro planeta. Algo sobre este tema deberían aprender nuestros legisladores tan atareados en otras asignaturas menos urgentes.

 

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