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1971 16 Noviembre 2015

 

 

Elegía de Europa
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Un parque en Hamburgo. Ignoro su dirección precisa. Me extravié en algún barrio cercano al aeropuerto. Leo a Rilke: “Con todos los ojos ve la criatura lo abierto.” Octava de las elegías del Duino.

Un hombre con bastón y sombrero se acerca, se acomoda en el otro extremo de la banca donde me encuentro, intenta sacarme plática: Arab? En ese momento aparece en el cielo del sur un avión de carga gigantesco, con grandes letras en la barriga: Airbus. -Big.

El hombre desea saber de dónde provengo. Mis rasgos no le dejan ninguna duda, no soy alemán, ni siquiera europeo. Yo me resisto a darle más información, igual se lo confirmo: No german. Y agrego: No arab. -Jewish? Le respodo de manera negativa agitando la cabeza. Me doy cuenta que miento. Mi segundo apellido quizás tenga resonancias judías. Cargo el Levante en mis hábitos. Le repito que que no soy judío con un agrio síntoma de vergüenza. Mi atención está en el verso de Rilke: “Pero nuestros ojos están como al revés.”

La criatura no se da por vencida, lucha, insiste: Africa? Pongo el dedo índice en el corazón: México. Al oír esta palabra su rostro se ilumina. Sus ojos adquieren un brillo feroz. Rilke tiembla en los cristales de las viviendas, en las hojas de los árboles, en las alas de los gorriones, en el logo del McDonald´s: “y completamente en torno suyo, la cercan como trampas, alrededor de su libre salida.” La criatura aprieta su pecho con ambas manos: Ich from Siria.

Levanto los ojos y exclamo en alemán: Ferne! El rostro se le enrojece. Se pone de pie. Parado respetuosamente frente a mí, extiende su mano: Yusef. -Joaquín -respondo yo muy cortés. Yusef se vuelve a sentar, muy cerca de mi morral de viaje. Finjo no darme cuenta, no retiro mi mochila. Demuestro confianza pero igual marco distancia. Se aproxima otro avión, color verde militar. Yusef sonríe irónicamente. Crispa su mano, toma la forma de una garra, exclama: War!

Rilke: “Libre de la muerte. Sólo nosotros la vemos; el libre animal tiene su final siempre detrás y delante de sí a Dios y cuando anda, anda en la eternidad, como andan las fuentes.”

Yusef hace esfuerzos denodados por armar su próxima frase, la piensa mucho antes de decir: México like my country. Yo me encuentro más del lado del poema de Rilke que de Yusef: “Siempre está el mundo, y nunca ninguna parte sin no: la pura, la no vigilada, la que uno respira e interminablemente conoce y no anhela.”

El sirio se acaba de jubilar aquí en Alemania, con sus ahorros regresará a su pueblo natal, en la frontera con Turquía. Reboza de felicidad: Deutschland, good bye, tomorrow I go to my Stadt, Europe not good for me. Yo contesto en mi parco alemán: Ich liebe Europe.

“De niño se pierde uno tranquilamente en ella y nos despiertan a sacudidas. O alguien muere y ya.” Rilke me llegó por accidente mientras leía el Parménides de Heidegger. Todos los hombres nos congregamos en torno a la luz de la Verdad en el momento menos esperado, en el más oscuro y peligroso. Yusef y yo nos encontramos en vías de partir, irnos lejos, decir adiós a muchas cosas en un mundo cada vez más extraño, morirnos de algún modo. El se va a su patria en llamas, yo regresaré más tarde a la mía que igual se hunde en un baño de sangre.

-México is happy?
-Americans are too close.

Reímos de mi chiste. Luego Yusef me describe los paisajes de su tierra, sus ojos están húmedos de lágrimas, habla con una mezcla de mal inglés y alemán elemental. No le importa el riesgo, Yusef  sabe que va a su país sólo a perecer. Rilke es contundente: “Porque cerca de la muerte uno ya no ve a la muerte, y mira fijamente hacia afuera, quizás con gran mirada animal.”

El sirio opina que la política de Estados Unidos en la región se puede explicar con un simple gesto de su mano, vuelta garra de nuevo: rapiña. -America destroys my country, kills everything. Los dedos de Yusef  semejan el pico ganchudo de un ave rapaz.

Nos despedimos con un fuerte apretón de manos. Nos deseamos buen viaje. Al cruzar con él una última mirada mi corazón confirma el milagro de la civilización. La humanidad se nos muestra desnuda, sin palabras, en un instante de suprema poesía,  como en Rilke: “Los amantes —si no estuviera el otro, que obstruye la vista— se acercan y se asombran...pero ninguno avanza y el mundo se queda de nuevo para él.”

* Texto escrito por el autor en el verano de 2011.

 

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