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1974 19 Noviembre 2015

 

 

Ternuritas de la democracia
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Somos unos recién llegados a los espacios de la democracia y tardaremos un buen rato en asimilar tanto sus bondades como sus falencias. No tenemos una tradición democrática: desde 1821 a la fecha, el gobierno nos trató a los mexicanos como menores de edad.

Costó sangre, sudor y lágrimas ganar el derecho a elegir a nuestros gobernantes y legisladores. Es natural, pues, que nos resulte difícil entender que, necesariamente, debe existir un nuevo tipo de relaciones entre un gobernador no independiente pero sí apartidista y un Congreso que hace valer su autonomía.

Creamos, afortunadamente, un doble fenómeno que apenas se está implantando en nuestro ADN político. La dictadura perfecta a la que aludió Vargas Llosa nos acostumbró a tolerar el servilismo histórico del Legislativo ante el Ejecutivo.

Con su voto, el nuevoleonés sentó un doble precedente que honra a nuestra incipiente cultura política. En la democracia, lo ideal es el equilibrio de poderes, que sólo se logra con una Legislatura integrada por representantes de partidos insumisos a la autoridad –que es necesario acotar– del Ejecutivo.

Leo y escucho el descontento de muchos ante lo que consideran una especie de motín a bordo de la nave del estado: la marinería se niega a obedecer las órdenes del capitán porque los amotinados quieren que naufrague el navío.

Nuestros diputados no son precisamente serafines o querubines, ángeles o arcángeles, tronos o dominaciones. Algunos de ellos son, para decirlo con cortesía, francamente impresentables. Tampoco encontramos virtudes republicanas en los partidos políticos. Pero lo mismo podemos decir de muchos de los colaboradores de Rodríguez Calderón.

La Cámara está haciendo su tarea: servir de contrapeso. Y sí, los hombres que procuran el fracaso del broncosexenio forman legiones en las que militan no pocos de nuestros padres conscriptos. Pero ésa es, precisamente, la esencia del juego democrático: dialogar y negociar con el equipo contrario.

La política, nunca está de más recordarlo, es la alternativa a la violencia social. Los desacuerdos entre el palacio de cantera y el Congreso no son nuncios de catástrofes sino frutos que nacen en el árbol de la democracia.

Rodríguez Calderón y los diputados han actuado con torpeza y absoluta falta de oficio político. Pero, aunque suene algo cínico, hay que decirlo: se hace camino al andar. Por lo demás, el tejido social no ha sufrido daños de consideración. Caminamos en terra incognita.

El hombre de Galeana necesita rodearse de gente de mayor calibre, atender consejos sanos y respetar las reglas de la urbanidad política. Tampoco se les ve talla de estadistas a los curulecos. Pero es lo que tenemos y somos nosotros quienes los empoderamos.

El hombre de Galeana no puede gobernar de espaldas al Congreso, como si no existiera. Los solones ya manifestaron su poder y su independencia. Ya pasó el tiempo de los desaires y las groserías.

Y llegó el momento de hacer política con estilo profesional.      

hugo1857@outlook.com

 

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