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1986 7 Diciembre 2015

 

 

Surfers australianos
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- En Sinaloa la violencia es cotidiana y lastima a sus habitantes severamente, de manera que frecuentemente los homicidios dolosos terminan siendo simple y llana estadística gubernamental.

Y eso, quizás no sería problema, si lo vemos a golpe de costumbre y rutinas de expiación mediática de culpas.

Pero, lo es, cuando asesinan a dos jóvenes surfers australianos, y el gobernador Mario López Valdez sale a declarar que estas desapariciones y muertes traerán una mala imagen internacional para el estado.

No hay en ningún momento de su interlocución, espacio para una condolencia con los deudos, en un acto de humanidad, o simple formalismo, si no se activa un resorte en clave de riesgo-estado. Es decir, para inversiones y negocios.

Pero, más que eso, subrepticiamente se desliza la idea de que preocupan más estos crímenes que los que se cometen en perjuicios de paisanos que son los que cubre diariamente la nota roja.

Es decir, que la preocupación está en estos crímenes de alto impacto mediático y no en los que afectan a quienes viven y pagan regularmente sus impuestos para obtener del gobierno unos mínimos de seguridad que no se tienen.

A ese tipo de gobernante le gana la indolencia con los propios y basta para comprobar su dimensión los altos índices de impunidad. La estadística nunca declarada. La que estorba en los informes anuales de gobierno. Las que frecuentemente no tienen asomo de autocrítica, ni crítica en los medios oficiosos. Menos reconsideración de políticas y personajes de la llamada seguridad pública. Aun cuando es donde hay los mayores incrementos presupuestales, sin tener un correlato con sus niveles de rendimiento institucional.

Entonces, es cuando la política pública se banaliza, se vuelve irrelevante para los ciudadanos, una semilla fresca para el meme que caricaturiza al gobernante, la descalificación del político y las instituciones bajo su encargo.

Pero, hasta en eso hay impunidad, el político en funciones de gobierno sigue comportándose como si se hubiese sacado la lotería el día de la elección: la que lo llevó a la posición donde está y piensa que puede hacer y deshacer sin que nada ni nadie le sirva de contrapeso.

Y lo mismo sus subalternos, los cargos no electos, transformando al gobierno en lo que se ha dicho desde la integración del gabinete malovista, de que es un gobierno de cuotas y cuates.

No es casual, entonces, que Sinaloa tenga de los más altos índices de homicidios dolosos del país que este año superará holgadamente los mil 500 y su correlato en impunidad sigue siendo muy alto. Quizá más del 90 por ciento. No es casual que el número de desaparecidos haya crecido en este sexenio y lo mismo con los feminicidios. Los miles de desplazados por la violencia desde las comunidades rurales de la Sierra Madre Occidental, que llegan a las cabeceras municipales a ganarse la vida como se pueda.

Y eso contrasta con las nuevas fortunas, que en estos cinco años del mal llamado “gobierno del cambio” se han hecho al amparo de negocios en la función pública.

Y, como lo recordaría alguien, todavía falta el “año de Hidalgo”, es decir, del profético: “chingue a su madre el que deje algo”.

Entonces, existe una separación entre el deber y el hacer en la función del gobierno malovista. Y eso da materia para el análisis político pero también para la ficción literaria.

Vea si no. Diego Enrique Osorno, periodista de la revista Proceso, acaba de presentar en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara, Besar al detective, la última novela de Elmer Mendoza, ante un nutrido público interesado en los temas de ficción y crimen organizado.

Osorno, con la vista aguda del periodista acucioso, trajo a la memoria una llamada que recientemente había recibido de un colega australiano, quien le preguntaba sobre dónde se ubicaba la sindicatura navolatense de Juan Almada, mejor conocida como El Tigre, lugar donde habían desaparecido sus dos compatriotas. Y, Osorno, quizá ni idea tenía de su localización. Aunque, había ya la sospecha de que no habría buenas noticias y se esperaba lo peor de esas desapariciones forzadas.

No pasó mucho para saber que estos jóvenes habían sido asesinados y calcinados en el vehículo en que viajaban. Se confirmaba el mal augurio en la desaparición de Dean Lucas y Adam Coleman. Quienes seguramente sin saber la violencia del estado, habían llegado en el transbordador que hace la travesía desde La Paz hasta Topolobampo, e iban con destino a Guadalajara a encontrarse con la novia de uno de ellos. Bajaron el vehículo y tomaron la carretera internacional rumbo al sur. ¿Qué pasó en el trayecto que va desde Los Mochis hasta Culiacán? ¿En qué momento se les detuvo? ¿Quién lo hizo? ¿Y qué pasó después? No hay respuesta.

Hay historias trágicas en las zonas aledañas de las tres casetas de cobro que hay desde Los Mochis a Culiacán. Una de ellas en la periferia de Culiacán a trasmano para llegar a la comunidad de El Tigre, que nada tiene que ver con alguien que viaja directo hacia Guadalajara y se mantendrá en la carretera con rumbo a Mazatlán. Pero, ahí se les desvió, hacia una región de alta criminalidad; ¿les dice algo el cártel de Navolato?

Este suceso trágico nuevamente pone a Sinaloa en las pantallas internacionales, mostrando la inseguridad que existe a lo largo y ancho del estado.  Mario López Valdez, con su escasa delicadeza y cierta molestia, ha dicho que este doble crimen mancha lo logrado en los 18 días que duró la Feria Ganadera y el Maratón Internacional que se celebró el domingo pasado en la costera de Mazatlán.

Sin embargo, olvida decir que en este año, se han acumulado más de mil 400 homicidios dolosos y que si bien la amplísima mayoría no son noticia internacional, expresan la rutina de violencia que viven y sufren diariamente las familias sinaloenses, y a lo sumo se menciona en medios locales que ocurrió en tal o cual lugar, para inmediatamente dar la vuelta a la hoja, para esperar el día siguiente con su rutinario caudal.

La violencia se ha hecho sentir, si bien aisladamente entre extranjeros; lo cierto es que Sinaloa es noticia frecuente por razones poco edificantes. Tierra de narcotraficantes, políticos corruptos, corrupción e impunidad. Por eso, cuando López Valdez, sale a decir que solo queda ir por los culpables, busca cerrar rápidamente este nuevo episodio de violencia y dar vuelta a la hoja.

Pero, ¿será así de sencillo en el caso de estos jóvenes que eran todo libertad deslizándose sobre las olas?

 

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