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2026 1 Febrero 2016

 

 

¿A dónde van los valores?
Ismael Vidales Delgado

 

Monterrey.- Es legítimo que los adultos y en especial los maestros y los padres de familia en el cumplimiento de nuestra responsabilidad de formar valores universales en la mente y en el alma de los niños y los adolescentes, nos hagamos esta pregunta, especialmente en un momento en que el mundo atraviesa por una crisis de valores sin precedentes.

Existe la impresión generalizada de que ya no hay valores, de que el tejido social está podrido, y de esto encontramos evidencias en curas pederastas, maestros que enamoran a sus alumnas, padrastros violadores, altos funcionarios y pseudo empresarios que lavan dinero para los narcos, diputados sinvergüenzas que medran con el dinero del pueblo para dar rienda suelta a sus excesos personales, y esto es sólo un pálido reflejo de mucho más.

En una obra de Albin Michel que poblicó la UNESCO bajo la dirección de Jérôme Bindé con el título ¿A dónde van a parar los valores? y que consta de 50 ponencias de autores eminentes se proponen varios temas de reflexión sobre este asunto.

La obra apunta algo que me parece muy interesante: los valores no han desaparecido, aunque no presenten la misma faz que antaño. Es muy posible, además, que en la historia de la humanidad no haya habido nunca tantos valores como hoy en día, porque uno de los efectos más notables de la mundialización ha sido el de revelar la extraordinaria pluralidad de valores y culturas existentes en todo el mundo.

Si actualmente hay una crisis de valores, no es tanto por su presunta desaparición como por el hecho de que no acertamos a orientarnos en un mundo lleno de contradicciones y sin brújula. De ahí que la crisis por la que estamos atravesando no sea una crisis de los valores en sí, sino del sentido de éstos y de nuestra aptitud para gobernarnos y orientarnos.

Cabe preguntarnos si es correcto afirmar que los valores están en decadencia, ¿no equivaldría esto a olvidar precipitadamente que esta reflexión entraña en si misma la existencia de valores personales o sociales?

Desde este punto de vista, se podría decir que la crisis de los valores no es universal. Podríamos preguntarlos ¿cuál país o sociedad permanece impasible sin cuestionar el actual estado de cosas? Parece más bien, que reina una gran confusión respecto del ejercicio de los valores sin que esto signifique en modo alguno que se deba permitir cualquier clase de actos o justificar todo tipo de crímenes en nombre de la diversidad cultural.

No hay duda de que los valores evolucionan, que pueden elaborarse en común y que pueden ser objeto de debates y contratos entre protagonistas muy diferentes. En esto estriba precisamente la diversidad creadora de las culturas humanas y el sentido de su pertenencia común a una humanidad única.

No obstante, se corren graves riesgos, ya que en un mundo dominado por la ley de la oferta y la demanda nuestras concepciones de los valores morales o estéticos tienden a acercarse al modelo del valor bursátil. En un mundo donde reina lo efímero, ¿cómo puede encontrar todavía el puesto que le corresponde un elemento tan fundamental como la educación, por ejemplo?

Es una paradoja que, en un momento en que lo instantáneo se valora más que lo duradero, las llamadas  "sociedades del conocimiento" hablan con más entusiasmo de una extraña concepción del “hombre triunfador” y se olvidan de  la esencia el ser humano como tal.

Cabe reflexionar en dos ineludibles peligros: la erosión de la diversidad cultural y el aumento de las desigualdades. Sobre los valores pesa dramáticamente la enorme asimetría que se da en nuestro mundo actual, donde las tres cuartas partes de la humanidad se ven privadas del acceso al saber y donde millones de seres humanos son víctimas de las desigualdades generadas por la extrema pobreza.

Volviendo a la pregunta inicial (¿A dónde van los valores?), confieso que no tengo respuesta.

 

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