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2031 8 Febrero 2016

 

 

Otra anulación al vapor
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Las Iglesias forman parte de los cimientos del gobierno, sea éste democrático, autoritario o dictatorial. Es una alianza non sancta que les funciona a la perfección. La boda de Enrique Peña Nieto con Angélica Rivera fue una obra maestra de estrategia política elaborada por Televisa, la jerarquía católica mexicana y el Sistema, en ese orden de importancia.

La Gaviota, divorciada, no podía aspirar a un segundo enlace bendecido por la Iglesia católica. Y el desposorio civil no tiene lucimiento ni conmueve a los mexicanos ingenuos. Sin golpe mediático no hay triunfo electoral.

Presto, el cardenal Norberto Rivera promovió la anulación al vapor del primer matrimonio de la actriz y puso entre las patas de los caballos a un pobre sacerdote cuyo único pecado fue bendecir a la pareja Rivera-José Alberto Castro en una sencilla ceremonia en una playa de Acapulco, unos diez días después del casamiento en un templo de la ciudad de México.

Normalmente, el proceso de anulación lo maneja el Tribunal de La Rota, el equivalente vaticano a la Corte Suprema. Y tarda varios años. Pero la trilogía de la perversidad tenía prisa y el Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de México trabajó la anulación en fast track.

La Rota  desconoció el fallo de esta institución y en su momento el Papa Francisco fue enterado al detalle de esta, digamos, usurpación. Don José Luis Salinas Aranda, el cura sacrificado por Norberto Rivera, ya murió. El Pontífice romano llegará a México dentro de pocos días. La cuestión es qué hará: responderá con indiferencia al –este sí– defecto de forma canónica o le impondrá algún castigo a Norberto Rivera y, de paso, rehabilitará al señor Salinas Aranda. 

Sé que es muy aventurado esto de hacerle al arúspice, pero adelanto que el obispo de Roma no hará nada que pudiera molestar al Sistema. En mi humilde opinión, Francisco no viene a desfacer entuertos. Su tarea consiste en estrechar, aún más, las relaciones con el Estado mexicano.

Finalmente, el Vaticano y la oligarquía mexicana comparten los mismos intereses.

Historias para contar
Las armas no eran de utilería. Equipados con mosquetones militares, Cantinflas y Jorge Negrete estaban de guardia en una de las puertas de los Estudios Churubusco. Por ahí cerca, Gabriel Figueroa cuidaba otro acceso. Corría el año del 46. La independencia de la ANDA era inaceptable para Fidel Velázquez. Sus pistoleros amagaron a los actores de cine y teatro hasta que éstos, armados, tomaron los Churubusco y se declararon en huelga. Cantinflas y Negrete vieron que se acercaba un jinete con el rostro semicubierto por las alas de un sombrero texano. Negrete cortó cartucho y gritó el clásico “quien vive” –el Charro Cantor era hijo del Colegio Militar–. El caballista se quitó el chapeo: “Soy el Indio (Fernández). ¿A poco iban a darse de tiros sin mí?”. Negrete lo interpeló: “Si traes tequila te dejamos pasar”.

hugo1857@outlook.com

 

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