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2031 8 Febrero 2016

 

 

¡Ay, mi Mazatlán!
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- Cuando se publique este texto ya habrán transcurrido las primeras horas del Carnaval Internacional de Mazatlán. En el Paseo de Olas Altas estará la fiesta a todo lo que da con su música de viento y la de los infaltables grupos versátiles, con la gente bailando mientras camina con una cerveza en la mano y con la otra del brazo de su pareja.

Sus bares o restaurantes estarán llenos, buscando refugio para cubrirse del viento frío que se ha hecho sentir en estos días y que ha venido acompañado de cielos intensamente azules y crepúsculos que sólo pueden ser obra de un pintor extravagante en su manejo de la luz y los claros oscuros.

Este rincón de la llamada Perla del Pacífico estará esperando además a decenas de miles de carnavaleros de dentro y fuera de la ciudad, especialmente aquellos que vienen desde Jalisco, Nayarit, Durango y Coahuila, gracias a las buenas comunicaciones terrestres que hermanan regiones y la gente de esta parte del occidente y el norte del país, también a los hombres y mujeres de fiesta, a los que le gusta el desparpajo de la aventura. La música de viento y las caderas voluptuosas sólo cubiertas por un listón. El confeti y las serpentinas. El encuentro con el otro. La fuga de lo cotidiano. Los amores fugaces. La vida.

Nada parece que vaya a alterar la fiesta, como sí ocurrió en otros años terribles, cuando la violencia criminal la amenazó con toda su parafernalia de colgados en los puentes perimetrales y estallidos de cohetones en medio de la multitud. Años aciagos que provocaron desasosiego y pusieron en juego la continuidad de una fiesta con más de cien años de existencia y gracias al mestizaje cultural que pobló el sur de Sinaloa.

En efecto, pese a estas amenazas, en aquella ocasión los mazatlecos salieron a la calle a defender su espacio público como respuesta a los que les querían confiscar su fiesta, quién sabe con qué razones. El malecón estuvo repleto y la gente sin distingo social vitoreaba a sus reinas y princesas en los bellos carros alegóricos de los maestros Rigo Lewis y González Neri. Aquellas desplegaban sus brazos y repartían sonrisas a la multitud. Nadie parecía haberse quedado en casa. Necesitaba hacerse sentir. Sumarse con el otro. Con los otros, con los propios y los ajenos.

Fue la mejor y más civilizada defensa del Carnaval, ante la acción de los grupos criminales, que habían decidido disputar la plaza a punta de fuego y miedo. Hoy, afortunadamente, todos los eventos previos de esta edición transcurrieron con absoluta normalidad. Ya se entregó el prestigiado Premio Mazatlán de Literatura a Carlos Manuel Tello Díaz, por su obra Porfirio Díaz, su vida y su tiempo; el infaltable Premio Nacional de Poesía, Clemencia Isaura, que lo obtuvo el tlaxcalteco Jair Cortez Montes, con su obra Laboratorio Tropical y el Premio Bienal Antonio López Sáenz a las Artes Visuales que se entrega cada dos años y en esta ocasión, fueron distinguidos con él: José Carlos López Zazueta, Elisa Ramírez y Pablo Martínez Corpus.

Además, el Teatro Ángela Peralta se llenó de gente, luces, música y canto en la Velada de las Artes con la presencia de Enrique Patrón de Rueda, quien dirigió magistralmente la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, amalgamado este talento sinaloense con el canto mágico del tenor Arturo Chacón-Cruz y la soprano Angélica Alejandre.

Ahora, vendrá los grandes eventos populares en el Estadio de Beisbol, el malecón y las calles y plazas del Centro Histórico con la consigna cómplice de que “lo que pasa en el carnaval, se queda en el carnaval”. (Dicho de paso, este año coincide con el campeonato del equipo de beisbol Los Venados de Mazatlán en la Liga del Pacífico, y sus miembros ahora disputan la corona de la Liga del Caribe en República Dominicana.)

Entonces, se espera un gran Carnaval con sus papaquis, tamboras, comparsas y borrachos sin remedio. La coronación de bellas porteñas con su garbo insuperable y la quema del mal humor, teniendo en la pira la imagen del racista republicano Donald Trump, quien ganado lo tiene, como también su reciente derrota en las primarias de Iowa. No siempre fue así. Los porteños dicen que el Carnaval sin una cierta dosis de escándalo y parloteo no tiene la chispa popular. La magia del runruneo. La votación de las bellas reinas y princesas ha transcurrido sin enojos, renuncias, protestas y reclamos a los organizadores. Sin la sospecha de la presencia del dinero del narco y menos todavía con el robo de alguna de sus reinas (alguna vez lo hizo, uno de la estirpe de los Arellano Félix).

Afortunadamente, también, el Gobierno municipal panista ha sido prudente en sus declaraciones y nada que ver con el conservadurismo y el prohibicionismo de otros gobiernos con ese sello partidario. Está aquella tontería de prohibir que se manifestara la comunidad gay con sus comparsas, su alegría contestataria o que se repartieran condones entre los asistentes, cuando se sabe que es tradición los llamados “hijos del Carnaval”, es decir, aquellos que maravillosamente nacen a los nueve meses de haber ocurrido la fiesta de la carne. La iglesia católica está en lo suyo con su retahíla de recomendaciones morales a sus incorregibles feligreses. Ya los veremos en los rituales de las peregrinaciones y sus llamados a tomar la ceniza como expiación de culpas por los excesos del rebaño.

Igual, la política que está muy revuelta por las elecciones de este año, afortunadamente no parece querer hacer su contribución aunque cuando tiene el subsecuente rechazo del griterío. El PRI seleccionó a un mazatleco como su candidato al gobierno del estado y aunque no concita todos los apoyos, será quien buscará su triunfo el 5 de junio. Lo mismo ya se consensó el candidato de este partido en el puerto. Falta en ambos casos los candidatos de las otras formaciones políticas. Que eleve la espuma de la competencia de los mismos. Igualmente descafeinados. Sin garra ideológica, sólo intereses. Carajo.

En definitiva, empieza su ciclo de fiestas de principios de año, luego de este gran inicio llegará la locura de las motos con su parafernalia de easy rider, los college tours que invaden nuestras playas, hasta llegar la Semana Santa con su locura de cuerpos modelados y bronceados. Quizá, por eso, en nuestra Universidad, alguien dijo alguna vez cuando llegó el verano, y con ello la terminación de cursos, “empiezan las vacaciones cortas”. Así es Mazatlán.

 

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