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2041 22 Febrero 2016

 

 

Las noches con Chavana
(El infierno es vodevil para nacos)
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Desertificación de la oferta televisada. Pauperización galopante de la esfera cultural. Destrucción de la agenda educativa ya de por sí ruinosa. Las  Chicas del Clima, putillas desechables, son reflejo de la naturalización de la misoginia.

La violencia que desemboca en la plaga de feminicidios comienza en ese objeto, en esa baratija, en ese estropajo con minifalda y pronunciado escote que se pone a bailar el cielo mostrando el fundillo. Carnaval del descarte (Papa Francisco dixit).

El programa del canal 12 de Monterrey  “Las noches del futbol con Ernesto Chavana” es el pantanal donde se pudre algo quizás valioso: el sentido del humor de la plebe. Entiéndase esto como el convenio estrictamente jubiloso, cómplice, intransferible, entre el pesado horario de la maquila y la mofa irreverente ante el opresor.

Nunca hachazo al árbol caído. La neurona se muere si no trabaja la risa inteligente. La mente se comporta como una estopa que se enciende con chispas de creatividad y desacralización del poder. Monsiváis aconsejaba: cúrate del poderoso, jamás del fregado.

Las noches del infierno con Chavana es un brutal hoyo en el espacio de las comunicaciones concesionadas a ese divino ente denominado Multimedios, la hidra que devora puntos raiting sonsacados de manera impune a la risotada pendeja. El pastelazo chocante se adereza con una larga lista de escarnios infligidos a los estratos sociales más bajos, más endebles, más vulnerables.

Personajes deleznables de una sociedad piramidal, que se mira en el espejo del desprecio al prójimo con tal de pulir su ego perfectísimo. Queda como patrimonio de la masa anómala la otra masa, la estrambótica, que colabora con su vómito en el chacualeo de las luchas en el lodo y a todo calzón.

En la campaña de Jaime Rodríguez, el gobernador bronco y ciudadano, que ya no es ni lo uno ni lo otro, se escucharon voces de la teleaudiencia para detener los excesos del animador estrella de las noches léperas del canal 12. Se le exigía al candidato “sin compromisos con las poderosas empresas televisoras” atender el escándalo, discutir controles, establecer normatividades apegadas al respeto de los derechos humanos, generar un marco ético que eliminara la explotación de niños con síndrome Down, enanos, miserables, jotitos, indigentes, discapacitados, monstruos innatos, y adolescentes con vocación de pirujas. Cascajo sórdido donde sedimenta el infelizaje.

Hasta la fecha el Estado no ha tocado el tema de los abusos de la imbecilidad rampante. El control de los medios de comunicación es zona de nadie. Franco terreno minado, arena suelta donde derrapan las mejores intenciones, las pomposas promesas electorales. Riesgo mayúsculo de destruir la carrera política del C. Congreso de Diputéibols. El desfiladero de la censura es la amenaza concreta para cualquier intento de crítica a los emporios comunicacionales. La situación exhibe un osario de libertades sin responsabilidades.

El libertinaje permea hasta la barra infantil donde el inefable Mario Bezares hurgonea los recovecos corporales de sus invitados en un infame show vespertino. Donde manda don billete el jodido teleauditorio se somete. El descastado no pasa de ser un pedazo de carne ridícula, lamentable, nacida para el colmillo de la chacota en horario triple A. Triunfa la programación diseñada especialmente para dar continuidad al despojo de los desheredados.

Se instaura la telebasura como currículum obligado en hogares y escuelas. Toda esta mierda recala en la normalidad imposible de una sociedad hastiada de violencia e inseguridad.

Es que, cómo quejarnos, si en Multimedios se promueven sólo contenidos con altos estándares de valores morales, en abono de la maravillosa Familia Regia.
Aplausos.

 

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