Suscribete

 
2049 3 Marzo 2016

 



Las Normales
Ismael Vidales Delgado

 

Monterrey.- Cuando me inscribí en la Normal (1956) nos pagaban cien pesos por estudiar; ¿quién iba a imaginar que estas escuelas productoras de conocimientos pedagógicos, psicológicos, y didácticos, y formadoras de maestros por antonomasia caerían en un estado de anomia?

Misma que les impide no sólo hacerse cargo de la formación inicial de los docentes, sino mostrarse capaces de sumar lo mínimo para sacar al país de la postración educativa en que se encuentra.

¿Quién iba a pensar que las Secretarías de Educación Estatales, llegarían a comprar formación y capacitación a instancias que deberían ser sus clientes?  Si las escuelas normales son construidas por el gobierno, y es este el encargado de elaborar planes, programas y reformas, controlar el ingreso, y dar la formación inicial, por qué luego duda del magisterio que él mismo formó y lo somete a todo género de vejaciones?
        
Las escuelas normales siempre han tenido sobre su cabeza el cierre o clausura como la espada de Damocles, la intención de cerrar las normales parece ser un designio maléfico que las acompaña desde siempre.
        
El 11 de enero de 1917, el periódico “El Pueblo” informó sobre la necesidad de reformar el Plan de Estudios del internado de la Normal para Maestros. El Profesor Andrés Osuna, Director General de Educación Pública en el D. F., declaró a dicho periódico esta necesidad y agregó que junto con el Plan debía reformarse también el Reglamento de la Normal, argumentando que el gobierno gastaba 25 pesos mensuales por cada alumno lo cual consideraba desmesurado e inconcebible.
        
El 19 de septiembre del mismo año, en el Congreso Pedagógico realizado en la Ciudad de México, D. F., se propuso clausurar las normales y formar a los maestros a través del Instituto Universitario de Ciencias.
        
Entre los intentos más fuertes por cerrar las escuelas normales, está el de Jesús Reyes Heroles que cumplió parcialmente su objetivo cebándose en algunas normales rurales, como la de Galeana, N. L., y en los Cursos Intensivos de la ENSM, mediante el Acuerdo 101 del 11 de abril de l983 que apareció publicado en el Diario Oficial de la Federación.
        
Igual que han existido denostadores de las normales, en la historia de la educación, han existido personajes que las aman y desean que a ellas concurran los mejores maestros, por ejemplo en 1946 el secretario Don Jaime Torres Bodet, estableció para la ENSM las siguientes finalidades:

a) Elevar y perfeccionar la cultura general y la pedagógica de los maestros graduados;
b) Formar maestros teórico-prácticos en disciplinas de orden cultural o pedagógico;
c) Capacitar a los maestros para las funciones superiores de la técnica de la enseñanza, tales como supervisiones, directores de escuelas normales o directores generales de la educación;
d) Organizar los estudios, con una duración mínima de cuatro años; de tales especialidades para maestros de escuela secundaria, de educación industrial, de educación normal y de educación preparatoria de bachillerato;
e) Ofrecer los estudios para alcanzar los grados de maestro y de doctor en Pedagogía.

Como podemos advertir, las encomiendas a la ENSM eran de verdadera importancia, y en general las cumplió, teniendo que remar contra-corriente en muchas ocasiones.

“Cerrar normales públicas, exige Elba Esther Gordillo a Calderón”, es la cabeza de una nota periodística de La Jornada.
        
En contraparte, Carlos Monsiváis y Miguel Ángel Granados Chapa opinaron diferente. Monsiváis declaró sobre las afirmaciones de Gordillo:  “… tiene que discutirse a fondo, porque en primera instancia me parece que no responde a la gran tarea de las normales, especialmente en las rurales, porque de veras que han preparado gente de primer orden desde el punto de vista ético, que han representado el cambio. Por su parte, Miguel Ángel Granados Chapa, escribe, sobre las declaraciones de la presidenta del SNTE: “…La radical postura de la lideresa magisterial se explica por motivos personales y políticos, y partiendo de una realidad irrefutable, el deterioro de buena parte del sistema de enseñanza normal, concluye en una solución final errada. Su actitud equivale a la de quien necesita tirar el agua sucia de la tina en que se bañó el bebé, y termina arrojando a la calle la palangana y al niño mismo. Cerrar las escuelas normales significaría cancelar problemas políticos en el SNTE, ya que de su alumnado se ha nutrido la disidencia sin que sea posible a los directores de esos establecimientos, cada vez en menor número adictos al liderazgo sindical, someterlos a control. Por otro lado, las normales están ahora sujetas al poder de los gobernadores y no directamente del sindicato como ocurrió antaño.” “…Hay que procurar, pues, transformar el normalismo, actualizarlo, no despreciarlo y menos aún sepultarlo.”     

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com