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2051 7 Marzo 2016

 



Egos al poder
Eloy Garza González

 

Monterrey.- La disyuntiva entre candidatos emanados de los partidos políticos y candidatos independientes es un falso dilema. El verdadero debate estriba entre candidaturas independientes o personalización de la política.

Lo que vivimos en Nuevo León y tendremos en las elecciones presidenciales de 2018, no es la aparición “venturosa” de candidatos independientes sino el ascenso de grandes egos al poder, que en el proceso, de pasada, deshuesan a los partidos políticos, los vuelven aparatos electorales secundarios y fácilmente prescindibles.

Este no es un fenómeno exclusivamente nuevoleonés (no nos creamos tanto); es una tendencia global. Y si ampliamos el concepto de candidato independiente, o lo sustituimos por la personalización de la política, sabremos que en este costal caben lo mismo Fujimori de Perú, que Berlusconi de Italia, que Junichiro Koizumi de Japón, que Mauricio Macri de Argentina e incluso este simpático señor del peluquín dorado, que nos trae a todos sudando la gota gorda llamado Donald Trump.

Si no tomamos en cuenta que para 2018 muchos egos andarán desbordados, y que estarán tan inflamados que no cabrán en ningún partido, no entenderemos que las candidatura independientes son una simple caja vacía que puede ser llenada con cualquier cosa que se les ocurra a un megalómano. La historia demuestra que el tema de los candidatos independientes ni es nuevo ni es la panacea electoral en ningún país. Hay de todos tipos y de resultados tan admirables como nefastos. Ejemplos sobran. 

A veces, el candidato independiente solo actúa como fiel de la balanza electoral. Recordemos a Ross Perot, un duendecillo multimillonario que hoy tiene 85 años, y que se lanzó como candidato independiente en 1992. Soltando mucho dinero y labia, le quitó los suficientes votos al partido republicano, y al entonces Presidente George Bush, hasta darle la victoria al joven político Bill Clinton, cuyo único mérito previo era haber gobernado el pequeño y pobre estado de Arkansas. Nadie sabe para quién trabaja.

Pero vamos por partes. La primera vez que escuché que un candidato independiente rompía la dicotomía electoral entre demócratas y republicanos fue en el año 2004, con Ralph Nader, defensor del consumidor (como él mismo se autonombra) y popular investigador de la corrupción en el gobierno norteamericano y los abusos de las grandes empresas privadas. Luego se hizo célebre la biografía de Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva York, que primero se declaró demócrata, hasta 2001, luego republicano, hasta 2007, y luego independiente desde ese año hasta la fecha.

Ser candidato independiente no quiere decir que no lo apoye o lo siga como perrito faldero, algún partido político. Al propio Jaime Rodríguez, alias el Bronco, lo apoyó al final de su campaña la estructura electoral del Partido Movimiento Ciudadano. Alberto Fujimori, un oscuro profesor de agronomía, se lanzó a la política, inventó su partido, Cambio 90, y así ganó la Presidencia del Perú. Pero para fines prácticos fue candidato independiente.

Silvio Berlusconi es el típico bribón italiano que se hizo millonario con las bienes raíces y luego compró medios de comunicación. Inventó su partidito, Forza Italia, y a base de acuerdos, cabildeo, negociaciones y tranzas, gobernó su país durante casi dos décadas. Pero uno entraba al comité nacional de Forza Italia y entendía a las claras que era un santuario para venerar a un santo laico llamado Silvio Berlusconi.

En Argentina, otro millonario creó su propio partidito, Compromiso para el Cambio, que luego rebautizó como Propuesta Republicana (PRO) y con eso ganó, casi como candidato independiente, la Presidencia de Argentina, el pasado diciembre de 2015. Me tocó conocer las instalaciones del PRO, hace dos meses, y siguen siendo oficinas corporativas de un ególatra ejecutivo de empresa, que no por casualidad, ahora preside el gobierno argentino.

Un último ejemplo de candidato independiente, no en strictu sensu sino en lato sensu, es Donald Trump. Aunque en julio logre quedarse con la nominación republicana, los altos jerarcas de ese partido no le darán su apoyo, tan agraviados están de este payaso bocafloja. Así que para todo efecto practico, Donald Trump será un candidato independiente que hará la campaña con sus propio dinero.

¿Es sano para México que en las elecciones presidenciales de 2018 contienda un candidato independiente? Depende de quien sea y que tipo de valores, respaldos, intereses y recursos financieros le metamos en su caja. Per se, no es algo bueno ni malo. Jorge Castañeda propone que todos los ciudadanos sin partido se unifiquen para entonces en torno a un candidato independiente, con la única condición de que el abanderado no haya militado en ningún partido político a lo largo de su vida. El problema para Jorge Castañeda (que quiere quedarse con esa candidatura) es que fue militante del Partido Comunista Mexicano, aunque si existiera aún el PCM no lo quisieran ver ni en pintura.

Lo interesante será predecir si en el 2018 imperará la figura de un candidato independiente, o será más bien la campaña de la personalización de la política, es decir, de los egos al poder, donde los partidos sean lo menos importante y lo decisivo sea un ego poderoso, abarcador y en el fondo megalómano, como lo fue en su tiempo Fujimori, Berlusconi, Koizumi, o la hipotética versión mexicana y prieta de Donald Trump.

 

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