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2085 22 Abril 2016

 

 

El hombre prevalecerá
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- La democracia es para los hombres blancos. Estados Unidos nació con el pecado original de la esclavitud. Los Padres Fundadores eran dueños de las almas y los cuerpos de los negros. El veneno todavía circula por las venas y las arterias de esa gran nación.

En muchos sentidos, Donald Trump es el heredero del Ku Klux Klan más que de los dueños de las plantaciones algodoneras de la vieja Dixie. El republicano se identifica más con los encapuchados linchadores de afromericanos que con los racistas vociferantes pero poco propensos a la violencia. Trump no se puede dar el lujo de insultar y pretender humillar a los norteamericanos de origen africano porque ellos conocen y defienden sus derechos como ciudadanos.

En cambio, los mexicanos, los "greasers" que viven sin documentos en la Unión Americana, son muy vulnerables. Si por algún designio catastrófico del destino Trump es elegido Presidente, sólo necesitará pegar uno o dos gritos y dar un palmetazo en la mesa para que Enrique Peña Nieto, nuestro gallardo Presidente, corra a ordenar la construcción del muro y nos exprima para pagarlo. Nuestro mandatario no es un hombre muy valeroso que digamos. Recordemos el episodio en la Ibero de Santa Fe, cuando los abucheos de la muchachada le inspiraron tanto pánico que corrió a esconderse en los baños.

Sí, Trump tiene millones no de seguidores, sino de fanáticos. Pero tengo para mí que son más, muchos más, los norteamericanos decentes ajenos al odio, el racismo, la misoginia, la homofobia y todos esos alacranes que tiene Trump en el corazón. Los estadunidenses son un gran pueblo. Algunas veces se portan como niños crédulos y se dejan llevar, como mansas ovejas, al matadero. Pero, ¿acaso no sucede eso en todos los países? ¿Qué no tenemos criaturas de alma enferma ya no digo en México sino en las más altas esferas del Poder?

Siempre hubo norteamericanos dignos y valientes que mucho antes de la Guerra de Secesión lucharon, incluso con las armas en la mano, para liberar a los hermanos sujetos a esa vil servidumbre. John Brown, ejecutado por el gobierno a fines de 1859 no está muerto. Ya existía lo que todavía se conoce como "ferrocarril subterráneo". Esto es, casas de seguridad (muchas de ellas en los estados esclavistas del Sur) donde los negros, liberados muchas veces a punta de revólver y  golpes de sable, eran protegidos. Y así, pasaban de una vivienda a otra hasta llegar al Norte, donde automáticamente volvían a ser libres.

Brown fue todavía más audaz. Tomó por asalto el enorme arsenal federal de Harper´s Ferry, en Virginia Occidental, con la idea de armas a los siervos. No le alcanzó el tiempo. El Ejército se movió con rapidez y Brown y dos de sus hijos fueron colgados. Dos años después, el país se dividió. Los soldados de la Unión cantaban el himno de John Brown y leían en periódicos, libros y revistas, la apasionada defensa que hizo Thoreau del abolicionista. La guerra fue atroz: en cuatro años murieronn 600 mil soldados, más bajas que las que ha ha sufrido EU en todas sus guerras, desde la Independencia a la fecha.

En su discurso de Getttysburg, Lincoln recordó a sus compatriotas que "todos los hombres han sido creados por igual". El gobierno, agregó, es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Este es el pendón que ondean Hillary Clinton y Bernie Sanders frente a la bandera negra del odio.

Estados Unidos es el pueblo de Lincoln y Martin Luther king. Y en esa enorme nación donde la ciencia y la tecnología crecen al mismo ritmo que el arte y la cultura, no hay lugar para execrables mensajes de superioridad y de género. Hermanos indocumentados. No tengan miedo. El hombre prevalecerá, como dijo Faulkner.

hugo1857@outlook.com


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