Suscribete

 
2098 11 Mayo 2016

 

 

Un triduo desafortundo
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Un buen  texto debe ser claro, fluido, preciso y crecer hasta donde conserve la frescura. Todo el exceso verbal innecesario es lastre. A partir de allí el contenido se vuelve pesado, farragoso, repetitivo e inútil, lo cual menoscaba su posible valor.

En los talleres enseñamos a podar los textos, quitándoles todo lo superfluo (repeticiones, adjetivos sobrantes, pasajes incomprensibles o que no aportan nada, ambigűedades involuntarias, subtramas de relleno, distracciones de la pluma, ocurrencias desafortunadas, etcétera).

La intención de muchos autores es hacer textos grandotes, pero no siempre son grandes en calidad: una buena tallereada desinfla cualquier pretensión. La calidad no se mide por el tamaño, sino por lo ya señalado: claridad, fluidez, precisión y frescura.

Ése es el problema de Triduo*, de Yolanda Barrera (Río Bravo, Tamps.): tres volúmenes de poemas que pudieron ser uno bueno. Independientemente del tema (muerte del padre, soledad de la madre), la excesiva reiteración de que es objeto cada texto vuelve tediosa y agobiante la lectura.

El dolor está allí, pero la insistencia enumerativa (sustantivos) y adjetival lo desplaza y subestima. Muy pronto los textos se vuelven predecibles y ya no importa la expresión del dolor sino la exagerada acumulación de vocablos.

Buena medida es que los versos se adelgacen a una o dos palabras, aligerando la lectura y dinamizando la comprensión, pero aumentan la extensión sin incrementar la calidad. Una buena sacudida haría que a Triduo se le cayeran dos volúmenes y le quedara sólo uno, pero interesante o rescatable.

Un ejemplo de esto es el poema “Un paso” (v. 1, p. 39-42). Consta de 122 versos, pero el poema está únicamente en estos versos: “Un paso, otro. / Te inclinas. / En la mano el rosario. / La voz baja: rezas. / Impregnas tu cuerpo. / Bajas la mirada iluminada. / Abrazas la biblia, / tomas la penitencia. / Resignada haces cruces / en las esquinas del aire. / Esperas ausencias”.

Esta operación quirúrgica le suprime al poema 111 versos, pero le acentúa el dramatismo. Sin embargo, la mayoría de los autores temen que el tallereo les anule la esencia o, lo que es peor: pierdan el texto. No hay nada qué temer: la verdadera catástrofe consiste en publicar un texto recargado de adornos que lo demeriten.

Todo en esta vida es perfectible, hasta los textos literarios. La autocrítica es la herramienta adecuada.

 

 *Yolanda Barrera. Triduo. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2015. 3 v. en caja.


Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com