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2098 11 Mayo 2016

 

 

Duterte: el Donald Trump de Filipinas
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Rodrigo Duterte, apodado Rody, o Digong, recién electo ayer Presidente de Filipinas, opina que Donald Trump es un “fanático”. Lo dice un antipolítico que ha sido considerado el Hitler del Sudeste Asiático; un mandatario enemigo del establishment, que de ser personaje de película, sería tan grotesco y excesivo que no sería creíble, a menos que protagonizará un film de comedia.

Sin embargo, llegó tras una elección presidencial en la que arrasó a sus adversarios. Casi la mitad de los 50 millones de votantes filipinos lo ven como un mesías, o más bien, como un vengador que cumple lo que promete, con su .44 Magnum. Por eso, otro de sus apodos más populares, que él celebra con una risotada es “Harry el Sucio”.

Por más de 22 años Duterte fue fiscal y alcalde de Davao, reeligiéndose una y otra vez, en esta ciudad considerada hace décadas como una de las más peligrosas del archipiélago. Hasta que llegó Duterte, un abogado setentón (igual que Trump) que acabó con la delincuencia mediante un programa de Tolerancia Cero. En realidad formó escuadrones de la muerte con los que asesinó a sangre fría a más de mil personas de clase baja, sospechosas de tener vínculos con el crimen organizado: vendedores de droga, halcones o simples adictos, casi todos adolescentes menores de 15 años. Por supuesto, los verdaderos capos del narcotráfico filipino siguen intocables, y se rumora que algunos incluso patrocinaron la campaña presidencial de Duterte.

Para Duterte tantos asesinatos a mansalva no son más que estadísticas con las que lavó con sangre la cara de la ciudad que gobierna como si fuera un enorme burdel asiático. Su discurso de cierre de campaña presidencial, lo remató con un desplante de sinceridad pasmosa: "No tengo la mínima paciencia, ni tampoco términos medios. O me matan a mí o los mato a todos, imbéciles". Para cumplir su amenaza, Duterte dice que no se frenará en cerrar el Congreso y pasarse por el Arco del Triunfo los derechos humanos.

Entre las salidas de tono de Duterte está el haber dicho que el Papa Francisco es un “hijo de puta” porque paralizó el tráfico vehicular en su visita a Filipinas. Pero la peor de sus barbaridades fue durante uno de sus concurridos actos de campaña cuando con sarcasmo desmedido abordó el tema de la violación y el asesinato de la misionera australiana Jaqueline Hamil.

La misionera fue tomada como rehén en 1989, cuando estalló una revuelta en la prisión en la que hacía su servicio asistencial. “Violaron a las mujeres que estaban adentro", recordó Duterte jocosamente ante su público. “Entre ellas estaba esta misionera australiana. Cuando vi su rostro en una fotografía, pensé: que lástima, la violaron puestos en fila. Era hermosa. El alcalde debió violarla primero”. Lo más espantoso del hecho es que los seguidores de este machista brutal le aplaudieron y festinaron la broma.

Este criminal, disfrazado de político eficaz prometió en campaña que limpiaría a Filipinas de tanto burócrata corrupto, de tanto zángano enganchando a la droga, de tanto vago que merodea sin hogar y de la casta del poder que trató de mancillar la memoria del depuesto dictador Ferdinand Marcos, que dominó a horca y cuchillo a Filipinas de 1965 a 1986 y cuyo hijo, Ferdinand Marcos junior, actual senador, pinta para ser vicepresidente del aspirante a autócrata que es Rodrigo Duterte.

Así se ve que el mundo, y no sólo Filipinas está patas arriba y el descrédito de la partidocracia puede dar paso a un estilo de gobernar al estilo del Viejo Oeste.


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