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2107 24 Mayo 2016

 

 

Los dos Maquíos
Eloy Garza González

 

Monterrey.- “Nos han querido vender en este país la idea de que todo aquel que defiende sus derechos es una persona prepotente”. A Manuel Clouthier junior se le pone la cara roja cuando le tocan sus fibras sensibles. “Ahora resulta que el gobernante que pisotea los derechos de otros no es prepotente, pero el que los defiende sí”. Dice esto mientras sigue buscando su cartera perdida. Catea los cajones de su escritorio. Finje indiferencia pero está preocupado.

Le pregunto a Manuel por su padre, que sabía defender sus derechos y a veces lo acusaron de prepotente. No me da pie para la interpelación: “Maquío, mi padre, defendió sus derechos y los de los demás”.

Lo tomo desprevenido, mientras busca su cartera en su maletín y le pregunto por qué no participó como candidato independiente a gobernador de Sinaloa. “Yo provengo del sector empresarial. Hay quienes funcionan por feeeling y hay quienes funcionamos por método. Yo estoy en el negocio de la construcción de viviendas y ahí aprendí un dicho que dice que el papel aguanta todo. Algunos consideran que somos muy lentos para arrancar proyectos. Y lo que pasa es que hay otro dicho que dice prohibidas las salidas en falso. En otras palabras, le dedicamos mucho tiempo al papel. ¿Por qué? Porque nos enfocamos en la planeación, en el proyecto, a preparar todo y dejarlo en orden para que una vez que arranquemos, ya no nos detengamos por nada. Yo lo que hago es planear. No improvisar”.

“Fíjate, me llamo Manuel Clouthier, mi padre murió el primero de octubre de 1989. Casi 30 años de muerto. Desde entonces mucha gente fue a verme para exigirme que recogiera su estafeta. Entrarle a la política. Y dije que no. Esperé 25 años para hacerlo. Y si esperé tanto, ¿tú crees que me interesa ser oportunista? Si decidí que ese fuera mi camino y mi vocación habría que presentar un hombre y no un nombre”.

“Cuando me metí a la política ya era un hombre, no el hijo de Maquío. Yo no voy a ser candidato independiente a la presidencia de México. Tengo mi plan, perfectamente trazado, en el entendido, por supuesto, de que uno propone y Dios dispone. Si Dios me da vida y salud y las cosas se dan como espero, obvio con trabajo, seré candidato independiente al senado. Esa es la posición que buscaré. Eso me dará una plataforma estatal para después dar el siguiente paso a la gubernatura. ¿Lo ves? Se construye, no se improvisa. El que quiera improvisar hará puras tarugadas”. Sigue buscando su cartera.

Le aclaro que a veces también se planea mal y se ejecuta mal. Me lo acepta. Le planteo una última pregunta, de carácter personal: “¿Cuándo te acuerdas más de tu padre, el Maquío, en los momentos adversos, cuando te llueve en tu milpa o en tus victorias en la esfera empresarial y político?”

Piensa un rato, se desabrocha el primer botón de su camisa y me responde: “la imagen de Maquío y su memoria está permanentemente en mí. Se me nota. Por ejemplo, lo parafraseo a cada rato. No estoy lucrando con él sino que es parte de mi esencia. La educación se mama. Además, soy su hijo mayor varón. Eso me permitió tratarlo siendo yo una persona madura, ya no un niño. Hicimos migas, disentíamos como dos adultos, nos peleábamos”. Lo freno: “¿Y algún pleito con él –dímela Manuel–, cuál fue la divergencia central?”

“Mi padre se movía mucho por pálpito, por feeling, y yo en cambio, planeo. Somos  estilos diferentes. El dicho favorito mío es tiempos traen tiempos. Hay circunstancias en las que uno de los dos estilos puede ser adecuado. Depende. Además, yo no pretendo imitar a Maquío. Tengo claro que los pantalones de él me quedan grandes. Literalmente, en todos los sentidos. Por eso esperé 25 años para entrar a la política”. Suspende un instante la charla, porque al fin encuentra su cartera, tirada en el suelo, a un lado del perchero. Respira aliviado.

“He forjado mi propia historia. Mi propio estilo. Incluso en el ámbito empresarial, donde él también se manejaba por instinto y yo por método; él era disperso y yo soy mucho más concentrado. ¿A dónde voy con esto? A que en ambientes de crisis la dispersión te debilita. Me gradué en el ITESM el 17 de diciembre de 1982, en plena crisis económica. A partir de ahí soy de la generación de la crisis. Pero es más factible salir de la crisis con concentración que dispersándose. A veces hay que podar el árbol para salvar el tronco”.

Tiene razón Manuel Clouthier, junior, pero estoy seguro de que, entre todas las diferencias entre ambos, una los distingue particularmente: a Maquío nunca se le hubiera perdido la cartera. Y ese detalle no aparece en los trazos de ninguna planeación.


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