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2112 31 Mayo 2016

 

 

La banalidad del poder
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Jeff Koons es el pintor y escultor más cotizado del mundo. No hay otro artista actual que lo supere en el mercado del arte. Sin embargo, su taller del barrio de Chelsea, en Nueva York, donde 160 discípulos vuelven realidad los sueños de Koons, se parece más a una sucursal de Disney, que a una fábrica de objetos artísticos.

Monos inflables, figuras animadas, muñecos infantiles de tamaño colosal, parejas copulando, son lo más representativo en la línea artesanal (por llamarlo de algún modo) de la carrera de Koons. En otro contexto, las mismas piezas no sólo serían parte del kitsch, sino ridículas y lo peor: efímeras.

El artista revolucionario del pop art, de la moderna cultura de masas, podrá ser materia de estudios supuestamente profundos de semiótica. Pero no deja de ser el representante de la infantilidad más vergonzosa. Buen publicista de sí mismo, Koons se justifica con un sofisma: “si el mundo actual es banal, frívolo, superficial, mi obra refleja esa banalidad, esa frivolidad, esa superficialidad”.

El móvil de su arte se desmorona por sí mismo. El mundo actual no solo es banalidad. La gran socióloga holandesa Saskia Sassen acaba de publicar en español “Expulsiones: brutalidad y complejidad en la economía global”, en las que detalla la marea de desplazados, desempleados, inmigrantes ilegales, refugiados y los grandes segmentos de población que viven en la miseria más abyecta.

Si Jeff Koon basa su éxito mundial en lo que es el mundo actual, su obra artística está incompleta y mutilada. Por lo tanto, pese a su valor de mercado, no tiene valor trascendente. Lo más grave es que la misma visión de banalidad ha saltado del mundo del arte al mundo de la política.

Un candidato a la presidencia de EUA, por ejemplo, tiene que ser banal, frívolo y superficial para llamar la atención de la mayoría de los votantes (por lo pronto de los de tendencia republicana).

Esa situación del poder y sus triviales métodos de seducción han descompuesto al arte y a la política, al mismo tiempo. Obvio, nada nuevo bajo el sol: siempre ha imperado la estupidez, pero ahora además, se cotiza alto.


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