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2126 21 Junio 2016

 

 

Limpien su boca
Coral Aguirre

 

Monterrey.- El Consejo Interreligioso de Nuevo León  dice que el matrimonio “debe realizarse entre un hombre y una mujer y que los niños tienen el derecho de tener un padre y una madre”. Además llama a la no discriminación entre sus fieles.

Perdón, quisiera hacerle notar al tal Consejo que entre sus fieles hay homosexuales y lesbianas y transexuales y etcétera, de modo que no entiendo cómo por un lado se proclama el orden y la ley de la cultura patriarcal vigente, y por el otro se llama a la no discriminación.

La NO discriminación justamente se realiza en actos, no en palabras; y estos actos implican la inclusión en la sociedad legal y con derechos semejantes para todos,  que todos tengan los mismos derechos. Entre los cuales casarse con quien a uno se le antoje, hombre o trans o lesbi o lo que fuere. En cuanto a los niños que tienen derecho a un padre y a una madre, no me cabe la menor duda que esos roles son importantes y que tienen derecho a ellos.

Por oposición a lo que no tienen derecho ni la menor obligación es a practicar la mentira, la hipocresía, la mezquindad, la competencia… a la que sus padres, esos mismos fieles de los señores religiosos, los incitan cada uno de sus días en el seno de su hogar. Entre muchas más cosas que los niños aprenden no precisamente en la calle sino ante todo, de puertas para adentro, cuando el padre le dice, te callas, no vayas a decirlo delante de tus tíos, aunque sea cierto; o bien la madre comenta con la abuela, ¿te fijaste que la de la esquina es una puta?

Sin que madre y padre lo adviertan, la educación que se le brinda a los niños no tiene por fin verdad y nobleza, sino apariencia y publicidad. Es así como delante de sus hijos realizan una doble moral, donde lo que pasa adentro se finge opuesto afuera. De manera que el niño y la niña, si tiene padre y madre, hombre y mujer, por lo general también tiene el aprendizaje de la otra cara: el ocultamiento y la mentira.

Me dirán que en una pareja homosexual pudiera suceder lo mismo; claro que sí. Pero esta gente que hoy proclama la legitimidad de la ley hombre/ mujer y todos sus dichos, cree que su verdad es la verdad de todos y que sus mentiras no se advierten.

Me dan ganas de dar el ejemplo de un hogar católico con aquella gente que conocía en Bahía, cuyo padre, homosexual él, tenía cita cada mes para desfogarse un poco, con un compañero de mi grupo que me lo contaba encantado. Ese señor “honesto” tenía nueve hijos y de esos ejemplos hay montones. ¿No hubiera sido mejor que el pobre señor “honesto” contara con una pareja de su mismo sexo y fuera feliz al aire y al sol? Ah claro, no tengo la menor idea cómo vinieron a ser adultos, ¡pero tuvieron padre y madre!

Y además, en sus propias declaraciones: “A favor de la familia” dice el obispo o el arzobispo o el sacerdote de tal o cual iglesia, los mismos que permanecen y han permanecido callados frente a la pedofilia de sus curas. Con esos niños que hoy defienden de una supuesta agresión psicológica, si se acepta que tengan padres del mismo sexo, con esos mismos niños han realizado los actos más aberrantes que ni siquiera en el barrio más promiscuo se da. Porque la violencia sexual al interior de conventos y parroquias tiene la legitimación de un ícono como la Cruz y el cuerpo de Cristo. Y la sofisticación de curas que saben seducir con la palabra y crear mandamientos efímeros para el momento carnal, de modo que los chicos lo acepten y se callen. Vete a la montaña, límpiate la boca, diría Alfonsina Storni.

Por favor señores religiosos, no sería mejor que llegado este punto se limpien la boca en cuanto a lo que conviene o no conviene a los niños, a la sociedad y a todos nosotros, hombres y mujeres que en verdad, no falsamente, intentamos cambiar nuestras propias estructuras mentales para aprender la inclusión como la forma de humanidad más alta y más cierta.


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