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2145 15 Julio 2016

 

 

Espionaje mexicano y otras vaciladas
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El espionaje está de moda en el mundo porque la mitad de la humanidad pretende investigar a la otra mitad. La lucha contra el terrorismo se ha convertido en un pretexto para espiar por la cerradura tanto a Occidente como al Oriente.

¿Pero cuál es la situación que guardan los servicios de inteligencia en México? Pésima. La historia reciente no es muy positiva: los servicios de inteligencia no toleran improvisaciones y esto lo sufrimos los mexicanos en carne propia. La seguridad nacional es un asunto tan delicado que tampoco puede someterse a normas convencionales de transparencia ciudadana ni a procesos democráticos internos. Hoy los servicios de inteligencia de Peña Nieto son cacharros viejos, obsoletos e infiltrados por el narcotráfico.

Una decisión acertada de inteligencia que tomó en su momento Jorge Carrillo Olea fue concentrar los órganos aún dispersos de análisis de investigación estratégica en México y profesionalizarlos. Carrillo podrá ser culpable de todo lo que se quiera, menos de carecer de un proyecto en materia de seguridad nacional. Lo que vino después fue el desmantelamiento del programa de inteligencia. Ahora sufrimos las consecuencias.

Hace poco platiqué con Ramón Muñoz, quien fuera jefe de la oficina de la Presidencia de Vicente Fox. En aquel entonces, Muñoz planeó el esquema de una superestructura de gobierno federal paralela, en la que los Secretarioa de Estado rendían cuenta a consejeros de sector, entre ellos el Secretario de Gobernación, Santiago Creel, a un Consejo de Seguridad Nacional, titulado por el ya fallecido Adolfo Aguilar Zínser (sin incluir al Gabinete de Seguridad Nacional).

La idea de someter la actuación de los servicios de inteligencia a la Ley de de Acceso a la Información Pública, también fue de Aguilar, con lo que se deformaba el secreto necesario de estos órganos para su buen funcionamiento.

Otro fallecido, Ramón Martín Huerta –el único foxista que sí sabía de órganos de inteligencia– siempre se opuso a esa superestructura, por considerarla no solo confusa sino conflictiva. Pero nadie le hizo caso. Martín fue profeta: el pleito entre Creel y Aguilar Zínser fue de antología, porque el segundo quería llevarse a su consejería el CISEN, además de intentar administrarlo mediante consejo ciudadano: algo así como pretender que James Bond se eligiera por vía democrática y rindiera cuenta pública de sus actos encubiertos.

Como alternativa a este desfiguro, Martín Huerta, junto con Eduardo Medina Mora propusieron, por un lado, que los órganos de seguridad nacional contaran con un servicio profesional de carrera; y por otro lado, que cualquier orden de gobierno que no fuera el federal, sacara las manos de los servicios de inteligencia. Ninguna de estas medidas se cumplieron y ahora cada gobierno estatal tiene sus órganos de seguridad.

El espionaje en el sexenio de Peña Nieto es un completo desgarriate.


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