Suscribete

 
2173 24 Agosto 2016

 

 

Spiderbooooooy!
Eligio Coronado

 

Monterrey.- ¿Por qué imitamos? ¿Por admiración, envidia, baja autoestima o por insatisfacción con la propia personalidad? Niko quiere ser El Hombre Araña, pero en niño, y ya tiene el nombre de batalla: Spiderboy*.

Aunque no nos dice por qué, suponemos que es por admiración, pues las otras razones, por su edad, resultan irrelevantes. Ahora sólo le falta encontrar una araña que le ayude a provocar la metamorfosis: “Necesito que me pique una araña”, pensó Niko. “Así fue como el muchacho de la película se transformó” (p. 6).

La búsqueda resulta infructuosa, impulsándolo a arriesgar la salud, hasta que su padre interviene y Niko descubre que en casa tiene a un héroe de la vida real: su progenitor.

Es muy común que a la hora de buscar ejemplos a seguir lo hagamos en otros ámbitos ajenos al propio: el cine, la música, el deporte, etc., soslayando el hecho de que la mercadotecnia es responsable del engrandecimiento de estos personajes y que atrás de esa parafernalia la mayoría son personas comunes.

La admiración excesiva nos vuelve dependientes emocionales de estas figuras, pero a Niko lo salva su padre. Primero de que una araña le inyecte su veneno y después del hormiguero donde el niño fue a pararse por descuido, aunque: “las hormigas ya le habían dado tremenda picotiza” (p. 48).

El padre explica a Niko la naturaleza ficticia de todos los superhéroes y ahí es cuando el niño comprende que ese hombre, sin portar un traje vistoso ni utilizar un nombre rimbombante, es un verdadero héroe: “Mi papi es bien valiente porque me salvó de la araña y de las hormigas. Y además sabe todo. Yo quiero ser como él” (p. 55).

La lección de este libro de Víctor Olguín Loza (Ciudad Fernández, S.L.P., 1958) es que ahora Niko dejará de fantasear y se ubicará mejor en su realidad bajo la égida paterna, para terminar convirtiéndose en lo que verdaderamente es su padre: un hombre de bien.

¿Por qué Niko no se dio cuenta antes de que convivía con un héroe? Tal vez porque los padres no pueden luchar contra los superpoderes publicitarios de los medios de comunicación y porque mantener una familia, económica y afectivamente, no resulta tan glamoroso como “salvar al mundo” a diario.

Lo único que a veces equipara a los padres con los superhéroes es cuando éstos deben ir al supermercado, llevar su ropa a la tintorería o llamar al mecánico para que les arregle el coche, porque entonces se ven obligados a guardar su identidad supersecreta y descender, física y socialmente, al mundo de los mortales comunes y corrientes.

 

* Víctor Olguín Loza. Spiderboy. México, D.F.: Edit. Progreso, 2106. 55 pp., Ilus. por Víctor Sandoval. (Colec. Ala Delta Colibrí, 4.)


 

 

15diario.com