Suscribete

 
2177 30 Agosto 2016

 

 

Fuga del presente
Adriana Garza

 

Buenos Aires.- Caminaba por el centro de la ciudad de Buenos Aires, un domingo por la mañana. Las calles estaban vacías y me encontré con una construcción con rasgos renacentistas y góticos que me llamó la atención, fabricado con hormigón armado.

Quedé fascinada con el edificio; descubrí después que el edificio que tanto me había gustado era el edificio Otto Wulff, construido en 1914 por mandato del Imperio Austrohúngaro y que su valor patrimonial en valoración de los especialistas de Buenos Aires es el más importante.

Paradójicamente, hoy funciona en los primeros dos pisos un café Starbucks, la compañía sucursal multinacional, que incluso este año abrió una de sus sucursales en mi pueblo bicicletero.

Si nos preguntamos hacía donde está dirigida nuestra mirada hoy, es difícil de contestar, el boom de la moda retro y el mercado nostálgico han logrado que la memoria se haya vuelto hoy una fascinación generalizada. Hoy volvemos a ver los objetos vintage en las vitrinas de las tiendas. El furor que genera la ropa de los 90, los tocadiscos, los discos LP, las vajillas de peltre y el regreso de algunas caricaturas, muestran que respondemos positivamente a los mercados de la memoria.

El fenómeno de la musealización del que hablaban filósofos como Lübbe y Marquard, se ha infiltrado en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. Vivimos obsesionados de diferentes formas con el pasado.

Si revisamos estos casos, se encuentran dos dicotomías, por un lado enfrentamos un déficit del presente y a su vez también un excedente del mismo que genera constantes tensiones entre ambos. Estar inmersos diariamente ante esas dos separaciones nos genera vacío. Nuestros sentimientos, experiencias y percepciones se han visto afectados, en materia de espacio y tiempo. Allí comienza nuestra búsqueda, casi desesperada orientada en la mayoría de los casos hacía el pasado, en busca de algún recuerdo que funcione como compensación.

Nuestra insatisfacción con el presente es el resultado de una sobrecarga de información en la que estamos inmersos. Sumergidos ante infinitos artículos y notas que leemos diariamente, que relatan todo tipo de acontecimientos, en su gran mayoría trágicos. Envueltos además como si no fuera poco a una persistente circulación de imágenes. Todos estos medios influenciados por los medios de comunicación que son claros transmisores de la memoria.

Las fotografías compartidas a diario que además de autoafirmación, sirven para mantener vivo en la memoria lo que experimentamos. Buscando de diferentes maneras asegurar nuestra continuidad en el tiempo. Porque los recuerdos tienen la capacidad de hacernos sentir reconfortados, llegamos a glorificar el pasado, ante la duda y la incertidumbre del presente.

El marketing sabe aprovechar muy bien nuestra debilidad, la necesidad de rememorar el pasado y la satisfacción que esta genera. Y la nostalgia que nos mantiene atados al pasado, por medio de la memoria real o simplemente virtual. La nostalgia que nos mantiene atados al pasado, a lo vivido o a la contado  y por eso regresamos. Todos los días nos enfrentamos y convivimos con el “ciclo vital” de los objetos, los cuales han sido reducidos drásticamente en las últimas décadas y con esto va también la reducción de la extensión del presente.

El futuro hoy no inspira confianza, mucho menos nos asegura satisfacción y seguridad. Por eso, ha aumentado desesperadamente nuestro deseo de pisar el freno y buscamos cientos de formas de regresar al pasado buscando consuelo, en objetos, en experiencias o en simples recuerdos, esta sensación esta relacionada además con la amenaza de ser olvidados, he allí también nuestro interés en los avances médicos relacionados con la prolongación de la vida, por el miedo a ser olvidados, que también está relacionado con el exceso de memoria. Por eso, seguimos adorando la perfección idealizada de la juventud y nos siguen aterrando los cambios asociados a la vejez y el futuro.

Queremos anclarnos en el mundo en espera de estabilidad, porque el pasado tiene la capacidad de reprimir el presente. Mientras tanto seguiremos haciendo “esfuerzos” para defendernos del miedo que genera la angustia ante la velocidad del cambio constante.


 

 

15diario.com