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2188 14 Septiembre 2016

 



Las dos caras de Donald Trump
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Quien piense que Donald Trump no es un peligro para México, tendría que analizar las dos caras de tan pintoresco personaje. Él Donald Trump zafio y soez, que quiere distinguirse de los políticos profesionales de Washington, no es el mismo inversionista que negocia en el mercado inmobiliario.

Quien tenga una agencia de bienes raíces, recurre a la información deficiente que le ofrece el mercado. Por más audaz que se ostente ante la contraparte, sabe que no puede salirse de los márgenes de la oferta y la demanda existente. Eso lo obliga a dejar de lado cualquier delirio de grandeza y ser prudente. El comercio obliga a comparar rangos de precio y a mantener el sentido común y la racionalidad en sus negociaciones.

Quien está al frente de un gobierno, no puede recurrir a ninguna información (así sea deficiente) que le ofrezca ningún mercado: no la hay. Cuántos recursos exactos le debe destinar a la defensa nacional, a la educación o la salud, dependerá de la ideología que profese, de los intereses políticos de sus aliados, del estira y afloja en el Congreso y muchas veces hasta del mero capricho gubernamental. Por eso la salida tradicional, históricamente la más simple, es buscar enemigos externos contra quienes iniciar una guerra: recurso perfecto que incrementa exponencialmente el gasto público con el respaldo de la mayoría. Esta política moralmente inaceptable y rebasada, la está volviendo a poner de moda Donald Trump.

Cuando Trump negocia un inmueble, se vuelve prudente y se somete a la ley de la oferta y la demanda en aras de sacar el mejor provecho, la mayor plusvalía. Pero cuando se lanza de político y no tiene un marco referencial que le brinde el mercado, se desboca, privilegia su bravuconería y sus desplantes más vulgares, elige de novia a encueratrices, propone levantar muros fronterizos, ofende a veteranos de guerra y suelta improperios racistas. La ley de la oferta y la demanda no mide cuántos grados de xenofobia o fascismo le retribuirá más votos o más simpatizantes porque no se trata de cerrar un negocio sino de exhibir su declaración de principios, por muy controvertidos que estos sean.

Quien llegue a La Casa Blanca, no será el especulador inmobiliario que se ajusta al marco referencial de la oferta y la demanda, sino el insolente bravucón que asuma el poder como proyección de su delirio de grandeza. Lo más fácil para el Presidente Donald Trump será incrementar el gasto público a fin de financiar una guerra contra un enemigo a modo, culpable (según él) de la baja productividad, del acaparamiento de empleos y de los peores actos delictivos como el tráfico de droga y las violaciones masivas. En efecto, me refiero a los mexicanos.

 

 

15diario.com