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2193 21 Septiembre 2016

 



Don Antonio Tanguma
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Don Antonio Tanguma estaba predestinado para ser acordeonista. Con sólo ver este instrumento en manos de un primo sintió la vocación: “yo tenía como unos cuatro años más o menos; me gustaba mucho el mentado acordeoncito” (p. 86), “Antonio Tanguma lo tomaba a hurtadillas y (…) ensayaba tocando algunas notas” (p. 44).

Juan Ramón Garza Guajardo y Celso Garza Guajardo complementan sus textos sobre el llamado “Rey del Acordeón” en el volumen Tanguma: una tradición de más de un siglo de tres generaciones*.

Con el tiempo, don Antonio llegó a tener no sólo un instrumento, sino 23, incluyendo uno de Brasil, con valor de “7 u 8 millones de pesos” (p. 90), “este que traigo (…) no lo tienen en ninguna fábrica, porque yo lo mandé hacer a mi gusto” (ídem.).

Además, compuso más de 200 temas, entre polkas, redovas, huapangos y chotises, pero sólo 82 se registraron a su nombre, el resto fueron rapiñados por vivales. Sobre su vena creativa nos dice: “que desde siempre (…) sus melodías las traía en su mente y (…) solas iban saliendo (…), cuando estaba (…) en la labor inventaba tonadas y las repetía silbando, o con los dedos las iba practicando como si trajera el acordeón” (p. 56).

¿Y cómo surgían los nombres de las melodías?: “de forma espontánea, de acuerdo al momento o a la luz de una situación especial” (p. 57), “Otras piezas recibieron su nombre por circunstancias triviales” (ídem.). Y otras fueron bautizadas por extraños: “la primera pieza (que compuse): «De China a Bravo». Ese nombre se lo pusieron otros” (p. 91).

Entre sus piezas más representativas figuran: «El Cerro de la Silla», «Evangelina», «La revolcada», «Los caballos panzones», «Los jacalitos», «La zorra», «Se me cansó el caballo», «Échalas pal alto», «El naranjo» y «Éntrale en ayunas».

Don Antonio Tanguma Guajardo (China, N.L., 1903-Monterrey, N.L., 1989) nunca estudió música, pero ejerció ese oficio durante más de 60 años. A pregunta expresa respondió que su arte “De aquí nace. Yo solo (se apunta al corazón)” (p. 95).

Su primer acordeón (de botones) le costó 15 pesos. Al pedírselos prestados a su patrón, éste lo reprendió: “¿Pa’ que quieres un acordeón, hombre? ¡Trabaja!, después ahí se echan a perder con la música” (p. 87).

Pero don Antonio no se echó a perder: hoy en día las regalías de sus discos llegan de “Finlandia, Suecia, Bélgica, Suiza y de países de Latinoamérica como Ecuador, Bolivia y Colombia, donde existe un mural en reconocimiento a su música en el que es considerado el Rey del Acordeón” (p. 53).

* Juan Ramón Garza Guajardo y Celso Garza Guajardo. Tanguma: una tradición de más de un siglo de tres generaciones. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2015. 118 pp., Fot., incluye un CD.

 

 

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