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2204 6 Octubre 2016

 



INTERÉS PÚBLICO
Luis González de Alba
Víctor Reynoso

 

Puebla.- Murió Luis González de Alba. Aunque su obra escrita es meritoria, y digna de ser leída y releída, el personaje que fue opaca al autor. Su homosexualidad, su iconoclastia y su suicidio ponen en segundo plano sus textos. Su aporte como figura pública es más visible que su aporte como escritor.

Para mi generación, quince años menor que la de González de Alba, fue el primer escritor que hizo pública su homosexualidad. La aceptó sin culpa aunque con cierta sorpresa: me doy cuenta que les gusto a algunas mujeres, sé que son hermosas, pero no me interesan, escribió o declaró alguna vez. La preferencia sexual, según esto, no es una opción. Es algo con lo que se nace y se crece.

Esta confesión en su momento fue acto de valor, más o menos extraordinario. Y los que reconocíamos en él a un buen escritor y a un líder estudiantil honesto, preso por sus convicciones, nos dio la posibilidad de una mirada más amplia y más abierta. Nos facilitó también la posibilidad de aceptar al distinto. En lo generacional y en lo personal tengo que agradecer este aporte.

Recuerdo que alguna ocasión, cuando defendió una reforma en la UNAM que buscaba elevar el nivel académico, fue calificado por otro exlíder del 68 como “puto”. Luis respondió: en nuestro país esa palabra tiene al menos dos significados, una referente a las preferencias sexuales, otra, a la baja calidad moral y a la ausencia de valor. La primera no la negó; declaró: soy homosexual y lo he reconocido. La segunda la rechazó. Y señaló que a quien sí le quedaba la calificación de falta de valor y de calidad moral era a su crítico, que cuando vio venir la represión al movimiento estudiantil huyó del país y se mantuvo en un cómodo exilio familiar por varios años.

Se atrevió a criticar a escritores intocables en nuestro medio. Desacralizó con ello a autores que casi conforman un santoral laico, como Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska. Sus críticas a ellos fueron quizá excesivas. En ocasiones tocaron temas muy personales que no venían al caso. Pero en ciertos puntos esta desacralización fue positiva. Humanizó a los criticados. Sin negar su lugar de grandes escritores les dio una estatura humana al mostrar sus contradicciones y limitaciones.

Cerró su vida como vivió, con una decisión polémica. El suicidio es un buen ejemplo de cómo los seres humanos hemos visto y vemos un mismo hecho de maneras tan distintas. Para algunos, quitarse la vida es un acto vil y cobarde. Para otros, de valentía extraordinaria. La mayoría de las tradiciones religiosas lo condenan, a veces con una crueldad incomprensible. Más congruente sería decir que lo único que podemos darle, o tratar de darle, a alguien que se quita la vida es nuestra comprensión. Otras tradiciones lo ven como un acto de honor y congruencia, en ciertas circunstancias.

En un país donde se lee poco y cada vez menos, casi nadie se habrá enterado de la vida, obra y actitudes de Luis González de Alba. Es probable que algunos de los enterados lo odien. En lo personal creo que el mundo, o el mundillo en el que influyó como escritor y como personaje, es mejor de lo sería si él no hubiera vivido.

* Profesor de la UDLAP.

 

 

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