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2206 10 Octubre 2016

 



Luis González de Alba; luces y sombras
Víctor Orozco

 

Chihuahua.- Como todos los de mis tiempos leí Los días y los años en su primera edición. Era una narración fresca, anecdótica, del movimiento estudiantil en el cual cientos de miles nos habíamos involucrado. La fama del libro corrió pareja a la popularidad de las luchas de los sesentas. Pero su mérito no estriba en haberse convertido por muchos años en el principal referente del 68. Es que está bien escrito. Como su autor dice, en Lecumberri se convirtió en escritor.

Esa transformación no le sucedió a casi nadie, a pesar de que muchos de los líderes estudiantiles de entonces redactaron cientos de documentos y varios libros sobre el tema. González de Alba fue un escritor. A secas. Sus columnas periodísticas se distinguían por un uso maestro del lenguaje, en el cual campeaban la agudeza y la sorna.
 
Su vida fue polifacética. Como sus gustos, oficios y aficiones. Por la literatura, la ciencia, la política. En su juventud, temprana y tardía, militó –hasta donde lo puede hace un hombre de su talante– en grupos y partidos políticos de izquierda. Desde el legendario Punto Crítico, fundado por los exiliados del 68 cuando regresaron a México, hasta el PMS y el PRD.

Fueron sus épocas de compromisos ideológicos y de tendencias. Luego ya no tuvo ninguno, salvo con sus propias causas, sus verdades y su literatura.
 
Esto lo llevó a una ruptura tras otra. De sus antiguas convicciones izquierdistas, quizá sólo le restó el postulado de la libertad. Pero, en tanto con pocas excepciones, las variantes de las izquierdas no se identificaron más que teóricamente con este valor y esta condición de vida, acabó por liquidar su herencia con aquel pasado militante. Junto con la fundada crítica a los sistemas autoritarios de Rusia, China, Cuba, Nicaragua, despachó toda idea de emancipación. En su etapa de madurez nunca habló bien de algún movimiento social. En todos vio el huevo del monstruo tiránico. Y en ello, nada lo diferenció de las derechas reaccionarias.
 
Una de sus coherencias fundamentales fue con la defensa de los derechos de los homosexuales. Estuvo entre los pioneros de los años 70 de este país. Se convirtió en una de las figuras emblemáticas del movimiento a favor de estos derechos, no sólo en México. Por dos razones: destacó como una eminencia teórica cuyas reflexiones e investigadores ayudaron a desmontar mitos, tonterías y dogmas sobre las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo. Y, al mismo tiempo, habló desde su propia condición como homosexual, usando un lenguaje directo, descarnado, sin contemplaciones hacia nadie, sin eufemismos.
 
También divulgó la ciencia. Poseedor de una mentalidad proclive a casi todos los intereses intelectuales, se enamoró del conocimiento científico, especialmente de la física. No fue un especialista y quizá por ello, sus escritos nunca fallaban en el intento de llevar al lector a la curiosidad, al deseo de saber más y mejor, a los misterios que se van alzando adelante de cada descubrimiento, en un universo infinito e increado.
 
En sus afanes polémicos contra todo lo que oliera a verdades oficiales, también se dispuso a demolerlas. En esta tarea, a pesar de la fama cobrada por sus agudezas, los resultados fueron bastante inferiores, les diría mediocres. Combatió a las ideas consideradas panfletarias de los liberales y de las izquierdas, pero sin suficiente investigación ni conocimientos históricos, cayó en el panfleto reaccionario de las derechas.

Sus juicios sobre la independencia, la reforma, la revolución, así como sobre sus protagonistas, en general son frívolos y superficiales. Un solo ejemplo: regresó a la versión conservadora para insistir en que la fecha de conmemoración de la independencia de México es 1821, año en el cual se consumó por obra y gracia de Agustín de Iturbide. El tema se discutió hasta la sexta década del siglo XIX y en el debate participaron los mejores talentos de un lado y de otro. No se trataba solamente de fijar un año, sino de establecer en dónde se encontraban los títulos de la nación. O en el movimiento reaccionario (dicho sin ningún sentido peyorativo) desarrollado para eludir las reformas políticas y económicas que llegaban de España, en ese momento con un gobierno liberal gracias a la sublevación de las tropas dirigidas por el general Riego. O en la lucha social iniciada el 16 de septiembre de 1810, que como todas las revoluciones del orbe, afinó sus objetivos, construyó sus programas, encontró su camino en el curso de una oleada tras otra. Igual a la de Estados Unidos, la de Francia o cualquiera.

La versión conservadora perdió porque se equivocó en el proyecto, quería un protectorado, no una nación; una colonia, no un estado independiente. Y perdió por consecuencia con sus símbolos, que Luis González quería restaurar. Nos presentó como argumento novedoso, a un conjunto de razones viejas y anquilosadas.
  
Como Lucas Alamán y muchos de los denigradores de Miguel Hidalgo, Morelos y otros líderes de la insurgencia, Luis González se aferró a desmontar la famosa fecha histórica y con esto, la vertiente popular, liberal, libertaria, emancipadora, igualitaria, de la historia de México. Para esto, hubo de acudir a falsedades, presumo que por ignorancia. Escribió: "Al parecer lo vítores a los héroes comenzaron con el presidente Benito Juárez, en un pueblo de Durango, durante la ceremonia del 15 de septiembre de 1864... No fue hasta 1896, cuando el Presidente Porfirio Díaz hizo llevar a la ciudad de México la vieja campana...", etcétera. No. La conmemoración del 16 de septiembre, desde 1822 sin faltar un sólo año se realiza en todo el territorio. Y la ceremonia del grito, el 15 por la noche, también se incorporó gradualmente. Tengo a la vista el periódico La Coalición, impreso en la ciudad de Chihuahua, fechado el 14 de septiembre de 1860, que incluye el programa de los festejos por la independencia. El primer número dice: "El día 15 a las 11 de la noche se anunciará el glorioso grito de independencia con salvas de artillería, repiques a vuelo, iluminación general de la ciudad y la música tocará desde las diez de la noche..." El siguiente festejo anunciado es para el día 16, con salvas, fuegos artificiales, desfiles, discursos y convites. Menciono el caso de la capital del estado de Chihuahua, pero igual era en el grueso de las ciudades mexicanas.
 
Y así por el estilo, van otras de las "nuevas verdades" con las cuales LGA, quizo sustituir a las "mentiras de sus maestros".
 
No es necesario aceptar el legado de Luis González de Alba en su totalidad, "sin beneficio de inventario". Porque en él vienen frutos envenenados: su aversión y odio injustificables contra Elena Poniatowska, sus ligerezas y falsificaciones históricas, su repulsa hacia todas las protestas sociales, (excepto la de 1968, reclamada casi como patrimonio propio de unos cuantos), que lo condujo a las filas de los opresores. Digo que no es necesaria esta recepción, asumida por varios de sus amigos panegiristas, para reconocerle méritos indiscutibles: sus afanes libertarios, su desenfado, la calidad de su escritura, cáustica e irreverente, su indomable espíritu crítico.

 

 

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