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2228 9 Noviembre 2016

 



Los cuentos de mi madre
Eligio Coronado

 

Monterrey.- La magia de los cuentos infantiles persevera en nuestra vida para siempre. Sus tramas, figuras típicas, soluciones y moralejas condicionan nuestra percepción al grado de desear que todo fuera como sucede en ellos.

Y es que en ese mundo fantástico todo es perfecto: el amor es eterno, la paz reina, el bien triunfa sobre el mal, la gente es cordial, además de enaltecer conceptos como honradez, moral, inocencia, nobleza y que todo se resuelve siempre felizmente. Sin olvidar que hay valores implícitos que nos ayudan a forjar nuestra personalidad. En ellos todo parece obedecer a un principio de convivencia ideal.

Convivencia que se rompe cuando las cuñadas del rey cambian (en el cuento «Irás y no volverás») a los hijos de su hermana la reina, por animalitos: “la cigüeña los visitó y Cristina dio a luz un hermoso niño, que ella nunca vio porque sus envidiosas hermanas lo escondieron y le dijeron que había tenido un perrito, en vez de un niño” (p. 56). Eso sería anecdótico si no fuera porque el rey se lo cree y manda encerrar a la reina: “El rey, al enterarse, se enfureció tanto que mandó encerrar a Cristina en un calabozo, diciéndole que ahí se quedaría para siempre” (p. 58).

O cuando el lobo (en «La chivita») se come a los chivitos, después de hacerse pasar por la madre: “El lobo se llevó a los chivitos a su casa y una vez ahí, como los chivitos eran muy pequeños y él traía mucha hambre, se los comió enteros” (p. 85). Cuando las hermanas y el lobo reciben su merecido, los niños que leen o escuchan esto, aprenden que la maldad se paga. De esa manera, los cuentos infantiles van moldeando las mentes de los pequeños y preparándolos para el futuro.

Igual ocurre cuando el conejo (en «El conejo y el lagarto») engaña al lagarto para que lo pase a la otra orilla del lago, haciéndole creer que se dejará comer por el favor: “¿Por qué no me hace el favor de cruzarme al otro lado y, una vez cruzándome, ahí me come. Usted se alimentaría y al mismo tiempo me ayudaría a cumplir mi deseo” (p. 88). Sin embargo, después de cruzar, la inteligencia de la posible víctima se impone a la ofuscante voracidad del victimario: “El conejo brincó de la cola del lagarto a la espalda, después a la cabeza y por último a la tierra, al mismo tiempo que gritaba: “Nos vemos, lagarto tonto” (p. 89).

¿Es la literatura infantil (cuentos para niños, cuentos de hadas, fábulas, etcétera) una alegoría de la realidad? Sí, aunque nuestra realidad es más bárbara, a pesar de que no tenemos dragones, ogros, brujas, gigantes y espejos mágicos (pero tenemos equivalentes que los superan).

Pese a todo, los cuentos infantiles seguirán alimentando la imaginación de las generaciones venideras porque su realidad es más confortable y habitable que la nuestra.

Doña Herlinda Elizondo de Comparán (Apodaca, N.L., 1923-McAllen, Tex., 1996) sabía esto y en Los cuentos de mi madre (compilados por Gerardo Andrés Comparán Elizondo), reunió toda la sabiduría que ella había aprendido en estas seis incursiones por el mundo del “Había una vez…”.

 

* Herlinda Elizondo de Comparán. Los cuentos de mi madre. Gerardo Andrés Comparán, comp. McAllen , Tex., Ed. de Autor, 2015. 97 pp., ilus.

 

 

La victoria del imb¨Ścil / Eloy Garza Gonz¨˘lez

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