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2228 9 Noviembre 2016

 



La victoria del imbécil
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En la mentalidad del mexicano está asumir el fracaso con picardía y deslindarse de los políticos derrotados. Fuera del box y de nuestro apego al equipo de futbol tatuado en el corazón, nos imantan los ganadores.

Lo que sigue, tras el ungimiento de Donald Trump como presidente, es respirar por la herida. “¿Qué nos importan nuestros vecinos del Norte? No es nuestra elección. No metamos las narices donde no nos llaman. En el fondo Trump es un negociador, no nos odia. Una cosa es la campaña y otra la administración pública”. Etcétera, etcétera.

En realidad, Trump nos ha agraviado. Es una amenaza para México. Sus políticas públicas pasan por humillarnos: somos los malos de su estúpida película. Nos ataca frontalmente y nosotros le respondemos con diplomacia. A los mexicanos (no a todos) nos gusta buscarle el lado amable al peligro, regresar con vaciladas los insultos ajenos. Todo es relajo en cualquier escenario hostil. “Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada”.

Que nadie se preste a engaño: Donald Trump es un fascista. Un aspirante a dictador. Un enemigo de México. Habrá que combatir su cruzada (por ahora solo verbal) contra México. Es un cobarde quien vea su triunfo como algo ajeno, como quien mira pasear en el jardín de al lado a un león desdentado y sin garras. Esta bestia tiene dientes y uñas afiladas. Peor quien busque sacar partido de esta afrenta a México, tierra de “violadores y narcotraficantes”, según el punto de vista de este redomado imbécil.

Dejemos para después las causas sociológicas y políticas de este exotismo histórico. Habrá quien me responda que no es ningún imbécil quien gana así una presidencia. Lo es, no por sus logros sino por sus intenciones. Un fascista. Un enemigo. Un imbécil.

Leo, cada vez con más pasión, la biografía de Winston Churchill.

 

 

La victoria del imb¨¦cil / Eloy Garza Gonz¨˘lez

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