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2229 10 Noviembre 2016

 



MUROS Y PUENTES
Conmoción
Raúl Caballero García

 

Dallas.- Todavía no lo puedo creer. Es la mañana siguiente y el trago es muy amargo. Anoche (antenoche), después de las 2 a.m. (hora de Texas), cuando Clinton admitió la derrota y enseguida Trump iniciaba su discurso apelando a la unidad del país, apagué el televisor y me fui a acostar. Hoy la conmoción no disminuye, el pasmo tampoco.

Qué jornada electoral tan desilusionante, más porque en mi círculo había tanta confianza de que Hillary ganaría, y al parecer en el amplio círculo de la demócrata el sentimiento era igual, de ahí la incomodidad cuando el suspenso comenzó a crecer con ese ominoso aroma de incertidumbre.

Luego, al trascender la pérdida de Florida cuando todo comenzó a resquebrajarse, la conmoción y el pasmo comenzaron a apoderarse de la habitación. Creció la sorpresa y apareció el dolor, sí, el dolor; me duele porque perdió la esperanza de que Clinton se superara a sí misma y en cambio ganó el odio que representa Trump. Hay que decirlo con todas sus letras, los que le dieron el triunfo a Trump –ese personaje de televisión (de la peor televisión)– apelan al pasado xenófobo de este país, entre otras instancias igual de lamentables y detestables con las que se presentó como aspirante político –con la bandera de republicano– este populista que con lo ocurrido adquiere un perfil de dictador.

Desde que el año pasado, cuando apareció en la palestra este ridículo que ocupará la Presidencia, me parecía imposible que fuese a ganar. Anoche ni él mismo ni su campaña lo esperaban, vociferaba que el sistema electoral estaba amañado, y mira, hoy es el presidente electo. Qué pena, cuánta tristeza: honda, profunda decepción.

Ganó el odio y la ignorancia, la misoginia y la intolerancia, el sexismo y la actitud antiinmigrante de quienes con su voto descontrolaron los mercados y alzaron la incertidumbre en medio país y en casi todo el mundo. Seguramente se ha incrustado el miedo entre los trabajadores indocumentados, lo mismo entre quienes gozan de seguro médico con el logro de Obama en ese rubro y también entre los jóvenes hijos de inmigrantes indocumentados que obtuvieron de Obama permisos de trabajo y residencia; habrá asimismo incertidumbre en lo de los acuerdos con Cuba o por los acuerdos comerciales internacionales que objetará; igual en el gobierno mexicano, Peña Nieto y sus secretarios del exterior y de Hacienda deben estar más que intranquilos.

Por el otro lado, imagino a la extrema derecha de la clase política de este país revoloteando de plácemes, lo mismo a quienes le permitieron ganar con su voto en las urnas, ese voto "oculto", el que no se dio sino hasta estar en la secrecía de las urnas, el que no se atrevía a decir su nombre, a decir que Trump era su beneficiario; ese voto, se dice, mayoritariamente de hombres blancos, fue el causante de la estrepitosa paliza al voto educado, al voto de latinos, al voto de mujeres, al de homosexuales, en fin, a todos esos votantes liberales, los de izquierda, los demócratas, los que anhelábamos poner esos demonios que anoche se desataron en su lugar, los que imaginábamos otro período demócrata que acaso quitara las trancas a una senda como la que planteó Bernie Sanders (pero que no tuvo en su momento el suficiente capital político para lograr su nominación), una senda de evolución que dejase atrás el racismo y la xenofobia, pero mira, en lugar de eso nos madrugaron con carro completo para los republicanos, ganaron las dos cámaras y muy seguramente reacomodarán a su gusto a los magistrados miembros de la Suprema Corte de Justicia.

Tiene razón quien dijo que parecía una guerra racial: los blancos contra las minorías. El país amaneció dividido, despierta luego de una noche de sueños y pesadilla electorales a una escisión abismal, una herida difícil de cicatrizar. El país está partido en dos y las huestes de Trump seguramente buscarán levantar su bandera, una muy similar a la de los confederados en la Guerra de Seseción, quiero decir, que veo en ellos los mismos ánimos que prevalecían en aquel pasado que se pensaba superado. Llega el retroceso, si aceptaron a regañadientes a un negro en la Casa Blanca, aunque nunca lo reconocieron del todo, ayer para su cortedad implicaba llegar más lejos: una mujer en la Casa Blanca aunado a más de 8 años del mismo partido. No fue así y ahora se ve cuesta arriba la reunificación del país, increíble que Trump la desee, según comenzó su discurso anoche tras la llamada de Clinton concediéndole la victoria; lo que está claro, oh, paradoja, es la vuelta al obscuro pasado. Lo único claro es que hay un negro panorama.

La amenaza que Trump ha venido representando toma forma, todos los adjetivos que lo caracterizan como un tipo nefasto más que antes tienen sentido, el mal sueño es real, está ocurriendo, la pesadilla ha comenzado.

* Escritor y periodista regiomontano, para comentarios: caballeror52@gmail.com.

 

 

La victoria del imb¨¦cil / Eloy Garza Gonz¨¢lez

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