Suscribete

 
2244 1 Diciembre 2016

 



INTERÉS PÚBLICO
La negación del marxismo y la otra desigualdad
Víctor Reynoso

 

Puebla.- Es claro para todos que el régimen de Fidel Castro que ha gobernado a la sociedad cubana por casi sesenta años es la negación del liberalismo político: libertad de pensamiento, de expresión, de asociación. No todos ven claro que también es la negación del marxismo.

Por su propia lógica interna el marxismo nunca desarrolló una teoría política detallada. Consideraba que la sociedad debía explicarse a partir del modo de producción, de la economía. De ahí surgían las clases sociales, y la política era una superestructura para mantener el su funcionamiento y el dominio de una clase sobre las demás. La propiedad privada de los medios de producción era la base de la división de clases en el capitalismo. Si se eliminaba esa propiedad privada se eliminarían las clases sociales y con ellas las instituciones políticas, el Estado capitalista.

Marx entrevió la forma que adquiriría la política en el socialismo en la Comuna de París (1870). De esas reflexiones, Lenin elaboró su propia teoría del Estado. La Comuna fue un movimiento obrero sumamente dinámico y bien organizado, por medio del cual se eligieron las autoridades de la Ciudad Luz. Implicaba lo que hoy llamaríamos un enérgico mecanismo de rendición de cuentas, que incluía la revocación de mandato: los obreros organizados vigilaban continuamente el desempeño del gobierno municipal, y en cualquier momento podían destituir al gobernante. Éste no ganaba más del salario de cualquier obrero.

Se ha criticado, con razón, que el experimento de la Comuna solo es posible en pequeña escala de tiempo y espacio: duró unos dos meses y se limitó a una ciudad. No es viable mantener esos niveles de organización y participación por años ni para países de varios millones de habitantes.

El régimen castrista niega por completo la rendición de cuentas. ¿Quién, dentro de Cuba, le pidió cuentas a Castro? ¿Qué instituciones hay o ha habido para equilibrar los poderes políticos? La sociedad cubana no tiene nada que ver con sindicatos obreros autónomos, fuertemente organizados y con iniciativa propia. Es una sociedad que puede ser fácilmente movilizada por un poder heterónomo, el Estado cubano, pero que carece de organizaciones autónomas.

Lejos de ser un régimen que se deriva del pensamiento marxista, el de Cuba es una expresión radical y exacerbada del caudillismo latinoamericano. Empalma con un fenómeno muy propio del siglo XX: lo que Moscovici llamaba la sociedad de masas, caracterizadas por estar encabezadas por un hombre fuerte. Y tiene puntos en común con el totalitarismo que conceptualizó Hanna Arendt y que mostró los puntos comunes entre los regímenes de Hitler y Stalin.

En pocos casos se aplica tan bien el principio de que “lo que resiste, apoya”, formulado por Jesús Reyes Heroles, que en el caso cubano. El principal apoyo de Fidel Castro fue su principal enemigo, los Estados Unidos. Todavía hoy los que levantan la mano al recién fallecido alegan ante todo que “el Imperio” no pudo con él. ¿Qué ganó y qué perdió la sociedad cubana con eso? ¿No hubiera sido mejor una sana relación de intercambio donde las dos partes ganaran algo?

El marxismo, centrado en la desigualdad económica y social, no vio la otra desigualdad, la política. En Cuba hay una igualdad social bastante generalizada (la igualdad de los rebaños, de los esclavos, de las arenas de la playa, dirían algunos). Pero existe la otra desigualdad: la política. La que se genera cuando un grupo se apodera del poder político y genera una serie de privilegios para sí mismo.

Todo esto no significa que los problemas criticados por el marxismo hayan sido resueltos en todos lados. La pobreza y la opresión económica son una realidad en la mayoría de los países. Lo que parece claro es que un régimen como el de Castro no es una respuesta. Hay que seguirla buscando en otro lado.

 

 

15diario.com