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2275 13 Enero 2017

 

 

La tormenta perfecta
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Muchos economistas opinan que México sufre la tormenta perfecta. Un Presidente electo (Donald Trump) que se proclama nuestro enemigo y es nuestro vecino del Norte, un tipo de cambio peso-dólar incontrolable que hunde nuestra moneda, un gobierno federal sin reputación y una partidocracia en el descrédito. Ha coincidido todo lo malo que podía coincidir. La tormenta perfecta.

Vamos por partes. No es que se nos juntaran todas las plagas de Egipto. O como dicen en los pueblos, que nos cayera el chahuistle. Por varios sexenios se dijo que el Estado mexicano era austero. Nunca fue verdad. Y ahora es menos verdad que antes. Compramos un avión presidencial más caro que el Air Force One de la Casa Blanca. El dispendio de la familia real (la esposa y los hijos de Peña Nieto) es flagrante. No hay límites en el gasto gubernamental.

Nunca tuvimos superávit para estos lujos. Crecimos cada año muy por debajo de nuestras expectativas. Es mentira que el Estado no sea buen recaudados de impuestos. Nos tiene como contribuyentes cautivos con el IVA. Ante ese impuesto no hay para dónde hacerse. ¿Entonces por qué los gobernantes han echado más mano de la deuda pública?

El remedio del Estado ante esta tormenta perfecta ha sido el peor: fingir que no pasa nada con Donald Trump, decir que no alcanza a cubrir el gasto social por culpa del gasolinazo (del que según esto no tuvo culpa alguna) y culpar a los “desestabilizadores anárquicos” (sic). Y el problema real es que ni el Estado, ni los bancos, ni nadie que tiene poder económico está dispuesto a asumir las pérdidas.

El Estado gasta lo triple de lo que ingresa. Esto es insostenible. Ya nadie quiere financiarle al gobierno federal, ni a los estatales y menos a los ayuntamientos. Pero no se quiere reducir el déficit. Han preferido subir salvajemente los impuestos (tenencia, predial, gasolinazo, etcétera). Y todos para mantener un aparato burocrático hipertrofiado.

Si bajan los impuestos, se potencia la inversión privada. Si tuviéramos el gasto del Estado que hubo en el sexenio de Zedillo, hoy tendríamos superávit. Hay que eliminar cargos burocráticos, subvenciones, mejorar el sistema de pensiones siguiendo el modelo chileno, y cortar los excesos de la familia presidencial que es como nuestra familia monárquica. Como nada de esto hará el gobierna de Peña Nieto, sólo nos basta resignarnos a la tormenta perfecta. O salir a la calle a protestar. Con cacerolas, como pasó en Argentina y con agendas concretas, no rompiendo vitrales y robando pantallas de plasma.

 

 

 

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