Imágenes que suprime el Estado
Eloy Garza González
Monterrey.- Stalin mandó quitar la imagen de León Trotsky en la célebre fotografía de Lenin arengando desde un templete de madera a la multitud. No fue la única vez que recurrió Stalin a esta práctica. Lo hizo en cientos de fotografías célebres cuando aparecía algún disidente del Kremlin. Y para el padrecito de la Unión Soviética todos los miembros del Politburó que podían hacerle sombra se convertirán en potenciales disidentes, es decir, en inminentes candidatos a cadáver.
Durante la guerra fría, los Estados Unidos se encargaron de documentar y difundir la desaparición de personas de las fotos oficiales soviéticas. Sin embargo, también el supuesto país de la libertad incurre en la misma práctica. Hasta la fecha.
Serge Daney, critico de cine, ha escrito en muchos artículos cómo las cámaras de video que el Pentágono instala en las “bombas inteligentes” que retransmiten en directo la trayectoria balística al blanco final, borran en automático la muerte de las víctimas. La transmisión en vivo desaparece a los muertos despedazados o desintegrándose. Las imágenes desgarradoras se suprimen. Queda la huella de un video ausente, criminalmente suprimido a los espectadores.
El Estado elimina las imágenes comprometedoras. Se las arrebata a los ciudadanos. La casta burocrática decide lo que pueden o no ver sus gobernados. En la actual era postfotográfica, donde cada día se suben a las redes sociales como Facebook, Flickr o Instagram millones de fotos, videos personales, selfies y retratos con filtro (Snapchat), irónicamente el Estado prohíbe o censura imágenes que lo culpabilizan.
Esa práctica también es parte del control que nos impone el Estado mexicano. Se nos arrebatan videos donde se atenta contra los Derechos Humanos. Y peor: donde se evidencia la responsabilidad de gobernantes en múltiples homicidios y represión masiva. Estas imágenes que ya no están disponibles, que moran como fantasmas o espectros no-visuales en la Comala en que han convertido a México los Pedro Páramo del poder, son un acervo que tarde o temprano aflorará; que saldrá a la luz pública.
Ojalá que no sea tarde y los crímenes del gobierno culpable hayan prescrito o los criminales estén ya bien muertos y enterrados como para ser juzgados.
