Suscribete

 
2342 18 Abril 2017

 

 

La hora del noctívago
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Muy cerca de mi ocaso -- como diría Amado Nervo -- me entero que soy noctívago. No se espante el lector porque la cosa no es contagiosa. Tampoco es que uno se escandalice si una noche de tantas nos sale al paso un letrado para señalarnos con índice de fuego (así se dice): “eres un noctívago”.

Seguro que el acusado primero googlea la palabra o, en su defecto (si carga un diccionario), buscará inútilmente el vocablo en la letra ene.

Y es que, como si no nos sobraran palabras por aprender, don Amado Nervo inventó este término que se compone de dos raíces: “nocturno” y “vago”. Júntelas el lector y obtendrá “noctívago”, o sea, un vago que anda en las noches empeñado en el afán perruno de no hacer nada.

La acusación es medio moralista. Las noches no se hicieron únicamente para dormir. Ni para operar ese acto tan entretenido que usted está pensando, solo o acompañado. Habemos quienes nos dedicamos, apenas se mete el sol, al oficio más viejo del mundo, que es tocar música, actuar en una obra de teatro o divertir a los demás con lo que más se tenga a mano. Los oficiantes de este ritual, son los susodichos noctívagos.

Ahora bien, para que un noctívago no caiga en depresión o soledad, o cualquier otra enfermedad inventada por los vendedores de somníferos para hacerse más ricos, necesita de preferencia una noctívaga, o sea, una vaga que le guste andar de noche. Las hay de diversa índole y variadas intenciones.

En pareja o en manada, los noctívagos suelen entretenerse de lo lindo. A menos que sea dueño de un bar o velador, con lo que se aburrirá por las mismas razones que bien conocen los ginecólogos: trabajan donde otros se divierten.

Amado Nervo prefiere definir como noctívagos “a los que pasan la mitad de la noche en una cantina y la otra mitad donde Dios quiere”. Los hay también que simplemente se sientan en la banca de un parque y se dedican a ver la luna o como se dice vulgarmente pero con mucha precisión, a hacerse pendejos.

Amado Nervo pone un remedio a los noctívagos que yo, por temperamento personal, no comparto: “a estos hombres debería escoger el gobierno para gendarmes, así se hallarían en su medio y no se dormirían como los otros”.

Lo cual es una infamia porque el gobierno inventó las antialcohólicas, los toritos y los rondines nocturnos precisamente para que los policías no se duermen en el cumplimento de su deber. ¿O serán otros los motivos?

 

 

 

15diario.com