• Los niños, la personificación de la ternura, entre los más reprimidos
• De enero a octubre, 28 mil infantes mexicanos, repatriados por EU

El fenómeno de la desesperación y la salida de irse de pinta, a buscar la comida y el sueño americano, ha afectado severamente, y lo sigue haciendo, a miles de niños mexicanos, que empacan su maletilla y se van al otro lado, sea ya en busca de sus padres, de un familiar, o simplemente a la aventura, porque en sus lares de origen no tienen ninguna esperanza de continuar viviendo. Y esto ocurre no sólo en México, sino en los países pobres de África del Norte o de Centroamérica, e incluso del Caribe.

De acuerdo con registros del Instituto Nacional de Migración (INM) de México, las autoridades migratorias mexicanas recibieron de Estados Unidos a 28,456 menores mexicanos repatriados durante los primeros 10 meses del 2008; y de este total son menores de 12 años un poco más de tres mil cien. Esto implica un promedio diario de 95 casos de menores expulsados solos o acompañados, aunque la cifra es menor a los 153 que se detectaron oficialmente durante 2007.
Simultáneamente, de enero a octubre, el INM atendió a 4,706 menores centroamericanos que fueron repatriados a sus lugares de origen, en el marco del arreglo de Repatriación Digna, Ordenada y Segura de centroamericanos por la frontera sur de México. Del total de menores atendidos, 1,780 son de nacionalidad guatemalteca; 2,142 hondureños; 779 salvadoreños y 5 nicaragüenses. De ellos, 1,394 menores viajaban acompañados, mientras que tres 1,312 lo hacían solos.

Las autoridades mexicanas dicen que realizan una valoración sicológica y social de esos niños; les proporcionan alimento y ropa; revisan su situación jurídica y localizan a su familia o, en su caso, se les canaliza a una red de albergues". A la fecha están instalados siete módulos a lo largo de la frontera norte desde Tijuana, Mexicali, San Luis Río Colorado, Agua Prieta, Nogales, Ciudad Juárez, Ojinaga, hasta Monterrey. Además, se instalarán módulos de atención en los estados de Tamaulipas (Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo) y Coahuila (Piedras Negras y Ciudad Acuña), así como en las estaciones migratorias de Tapachula, Chiapas; Acayucan, Veracruz; La Ventosa, Oaxaca, y Tenosique, Tabasco.

Es lo menos que el INM tiene que hacer: realizar acciones conjuntas en beneficio de los niños, adolescentes migrantes y repatriados mexicanos y extranjeros, y garantizarles, prioritariamente, el pleno ejercicio de los derechos que les confieren las leyes mexicanas y otros ordenamientos internacionales y multilaterales, así como para brindar atención humanitaria e integral. Actualmente, Tijuana, Baja California, es la ciudad por donde más menores son repatriados de Estados Unidos, seguida por Nogales, Sonora; Ciudad Juárez, Chihuahua, y Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, en Tamaulipas.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. Hay denuncias documentadas por centros de defensores de derechos humanos que autoridades migratorias de México y de Estados Unidos persiguen, maltratan, discriminan, segregan e inclusive dan "trato de criminales" a los niños migrantes indocumentados en la frontera norte del país, como siempre lo ha señalado el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y el Fondo de Naciones Unidas para la Atención de la Infancia (Unicef). Estas instituciones han advertido siempre también del riesgo de los niños y niñas migrantes sean involucrados en la comisión de delitos como el tráfico de drogas o de personas, mientras están expuestos al de órganos, las redes de explotación sexual, prostitución y pornografía infantil, además de ser sometidos a formas extremas de explotación laboral y en condiciones insalubres.

Para las familias rurales mexicanas, las tareas que niños y niñas realizan en las labores del campo y en los quehaceres domésticos, han formado parte de sus estrategias para sobrevivir. Hay que reconocer que al participar en estas actividades, niñas y niños migrantes enfrentan problemas en su salud por exposición continua a plaguicidas, por la escasez de agua potable, condiciones de insalubridad en los campamentos etc.; en su desarrollo (acarrear pesos y mantener posturas forzadas por mucho tiempo puede hipotecar el crecimiento y desarrollo óseo, derecho al juego y tiempo libre) y en el acceso a la educación (jornadas laborales que compiten con la posibilidad de estudiar).

El deseo es que este año, a partir del siete de este enero, cuando toma posesión la nueva administración demócrata en la Casa Blanca, ambos países comiencen a trabajar para lograr una reforma migratoria integral, que sea aprobada por la Cámara de Representantes de Capitol Hill, y que en ella se incluya, de manera prioritaria, la protección de los niños migrantes, que aunque las estadísticas den número, sabemos que son, como se dice en México, un chingo, palabra ya no disparatada, sino aprobada para su uso por la Real Academia Española.
Si sólo se lograra esta reforma migratoria integral se habría avanzado un enorme trecho en la convivialidad entre las sociedades estadounidense y mexicana, porque el sol alumbra a todos, la lluvia fertiliza toda la tierra y el viento sopla donde quiere, pero mantiene viva a la humanidad.

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