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Se desató un debate interesante en un círculo de comunicadores sobre la peor de las orientaciones políticas, mucho más ilustrativo de lo que parece porque sacó a la luz qué tan enraizada está la discriminación.
Frente a una más de las retahílas antisemitas de Alfredo Jalife en La Jornada un grupo de comunicadores y académicos protestó ante el periódico con un desplegado. Entre los aspectos criticados del artículo estaba el uso, como fuente fidedigna de información, de una revista cómica.
Ante el desplegado respondió Jalife y algunos de sus simpatizantes, entre los que se coló el siempre oportunista Adolfo Gilly, que un día ataca y al otro día literalmente alaba al autor. Y así como éste hay varios puntos muy aleccionadores.
El ataque a los firmantes se desvió del tema en cuestión, agrediendo sus posturas políticas respecto a una agenda distinta. Lo importante se volvió a que Krauze es de derecha y no si era correcto exigir que un medio periodístico se defina respecto a un periodismo de baja calidad y con tendencias racistas muy claras. La postura anti-israelí de La Jornada es de sobra conocida, luego entonces, no debemos sorprendernos del espacio que le dan a una voz tendenciosa, aunque esto no implica guardar silencio como si sólo se tratara de la libertad de expresión.
Con el debate ha salido a la luz una postura anti-judía muy clara que se escuda en la crítica a Israel y el sionismo para tejer una supuesta conexión entre las políticas de Israel y Estados Unidos y la supuesta obligación del judaísmo mundial por limitarlas; eso exigen esos críticos que nunca han condenado un acto de terrorismo contra la población judía en el mundo. No merece ni una nota la agresión a un cementerio judío en Europa o matar a los asistentes a una sinagoga en Mumbai. Tampoco merece consideración el ataque a un camión de niños o el lanzamiento de decenas de misiles a diario sobre comunidades civiles en Israel. Parece justificarse la agresión contra todos los habitantes del estado de Israel que algunos denominan como hebreo, por el pavor que les da utilizar la palabra judío. El hebreo es un idioma y la referencia a los hebreos en la biblia hace mucho que es anacrónica.
Tampoco mereció una referencia el hecho que en México están tipificados los delitos de odio, y ninguno de los que discuten se quejaron el día que al director del IMSS lo despidieron con cruces gamadas pintadas en las paredes y leyendas de “cerdo judío”. ¿Acaso la justificación de ese silencio cómplice es que Santiago Levy defendía al gran “capital judío” en el gobierno mexicano? De paso sostengo que a mí me desconciertan un poco los nazis mexicanos, parecen desconocer que en la lista de Hitler cabían todas las “razas” impuras y que los mestizos seguían en el propósito de limpieza étnica.
Es obvio que la discusión sesgada no ayudará a avanzar la causa de la paz en el medio oriente y posiblemente sea absolutamente irrelevante para el mismo, pero me queda muy claro que influye o busca influir de una manera perversa en el clima político nacional buscando inflamar los peores sentimientos.
Dos ejemplos sirven. Ante la aceptación de la responsabilidad del que hizo las pintas antisemitas en el IMSS, el secretario de gobernación guardó un silencio tolerante que reflejaba muy claro las posturas racistas que heredó de su padre; y ahora frente a un fraude en Wall Street, el presidente del PAN aprovecha para sacar su antisemitismo, sin que haya el menor intento de desmarque por parte de su patrón, el presidente de la república y por supuesto, sin la condena de los defensores de Jalife y de la libertad de expresión. Me imagino que el antisemitismo debe ser garantizado por su profunda contribución al desarrollo de las ideas en el mundo, aunque en Alemania el nazismo está penado y fuertemente perseguido.
Los racistas odian a todo lo otro. Odian a los judíos, a los negros, a los musulmanes, a los mexicanos, a los comunistas, los homosexuales y los inmigrantes.
Los racistas mexicanos odian a los indios, a las sirvientas y al proletariado aunque hablen en su nombre. Lo sorprendente es que uno esperaría que los racistas sean gente de derecha, pero la izquierda, -que Rahola calificó de lunática- asume esta postura disfrazada de anti-imperialismo. No en balde el pensador dijo: el antisemitismo es el socialismo de los estúpidos.
México tiene una larga historia de racismo, durante muchos años fue el principal país productor de literatura antisemita y hoy con el Yunque están en el poder. El clima de intolerancia se ha apoderado de México con homofobia y odio desatado.

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