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10 Agosto 2011
 


Trabajo docente y tecnología
José Ángel Pérez

Monterrey.- La tecnología siempre ha estado presente en el aula de educación básica, no así su empleo didáctico, a pesar de que la formación pedagógica del profesor en todos los tiempos contempla su uso.

La pieza de tecnología educativa que ha perdurado a través de décadas es el pizarrón, sin embargo aun  existen docentes que no lo utilizan didácticamente, escriben frente a él sin ofrecer un ángulo visual a los estudiantes, los hay quienes escriben una gran cantidad de texto pequeño y los alumnos se la pasan transcribiendo a su libretas dicho texto. Esta deficiencia se multiplica con la aparición del pizarrón electrónico.

En la segunda mitad del siglo pasado algunos estudiantes presumían sus plumas atómicas o bolígrafos ante aquellos que sólo podían adquirir tecnología más barata para tomar apuntes como los lápices. Por ese entonces el trabajo del docente era muy difícil pues los recursos tecnológicos eran limitados e inamovibles: libros impresos, pizarrón, gis, lápices, plumas, a veces retroproyectores, proyectores de filminas, después apareció en las aulas  la audiograbadora y el proyector de películas analógicas.

No obstante lo anticuado de los recursos tecnológicos, había profesores, por fortuna muchos, que empleaban métodos y técnicas de enseñanza que hacían las clases dinámicas e interesantes, docentes que hacían reflexionar, enseñaban a redactar, a trabajar colaborativamente cuando ese rollo aún no estaba en boca de los teóricos de la educación.

Actualmente la incursión de la computadora y la Internet en las aulas de educación básica está provocando una crisis. Este es un peligro que es importante enfrentar pues los recursos digitales mal empleados restan espacios a la reflexión, a la creatividad y a la construcción de conocimientos cuando debiera ser todo lo contrario. Es práctica común de los estudiantes el copiado y el pegado, el sustituir la lectura de libros por las películas. Algunos estudiantes y profesores conceptualizan la Internet como un recurso acabado, en lugar de entenderla como un medio para la producción e intercambio de conocimientos.

En nuestro trabajo con profesores y asesores  de docentes de matemáticas y ciencias  hemos tenido la satisfacción de conocer buenos maestros que, en un principio se rehusaban a utilizar la computadora o la calculadora en sus clases, sin embargo, una vez que descubrían su versatilidad se enamoraban de las nuevas herramientas.

Por más que algún tecnólogo quiera reemplazar a los profesores, estos no pueden faltar, de ellos, o por ellos y para ellos debe estar orientado el trabajo del experto en tecnología. La tecnología no es el centro del universo, el centro son los profesores y los alumnos. Por más chips y pantallas de cristal líquido que se instalen, por más ancho de banda con la que se provea al aula. Lo más importante seguirá siendo el color de los sueños de los actores de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Y esos sueños brillan tanto sobre un pizarrón tradicional, sobre un pizarrón electrónico o sobre un monitor de última generación.  

Se requiere formar docentes que generen estrategias de enseñanza centrados en el alumno y apuntaladas en la tecnología, profesores que conozcan la dimensión social e histórica de la ciencia y la tecnología. En este sentido, de cara al siglo XXI, la SEP ha colocado en los últimos años al frente de  proyectos y departamentos de tecnología educativa a personas poseedoras de este perfil entre las que se encuentran: Marcela Santillán Nieto, Teresa Rojano Ceballos, Tenoch Cedillo, Fernando González, Felipe Bracho, Juan Tonda, entre otros más. En  Nuevo León esa continúa siendo una tarea pendiente.

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