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26 Septiembre 2011
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LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Discriminación social en Mty
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- Se acaban de dar a conocer los resultados de la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, levantada a finales del año pasado. Los resultados confirman los hallazgos de la encuesta de hace cinco años: “la sociedad mexicana presenta intensas prácticas de exclusión, desprecio y discriminación hacia ciertos grupos de población”. Se reafirman los factores de discriminación y no se registran avances en lo positivo.

A nivel nacional la riqueza es considerada por un 59.5 por ciento de la población como el factor que más divide a la sociedad. La discriminación por la riqueza se presenta en todos los niveles socio-económicos. Después de la riqueza siguen en orden descendente los partidos políticos y la educación como factores de discriminación.

Bien podría decirse que se trata de rasgos de una sociedad materialista y que a ello debe contribuir el hecho de que México es un país con una extrema desigualdad en la distribución de la riqueza.
El que la pertenencia o identificación con un partido político sea factor de discriminación es reflejo del escaso desarrollo de la cultura política democrática y de la polarización que se provoca con los procesos electorales.

Las diferencias sociales provocadas por la educación apuntan hacia el abandono de la política que veía en la educación (sobre todo la de nivel básico) un basamento social de igualdad de oportunidades. Se promueve ahora  más bien el esfuerzo individual en lugar de una práctica colectiva.

La encuesta reveló también que un alto porcentaje de la población (62.8) opina que a las mujeres se les pega mucho, al igual que a niños y niñas. Los resultados de la Encuesta nacional sobre discriminación coinciden con otras fuentes de información respecto del aumento del bullying o la violencia entre escolares. Con estas evidencias se confirma el clima de violencia generalizado que se presenta en los hogares y en las escuelas y que no se reconoce como un mal público que habría que estar atendiendo de manera prioritaria. 

Un porcentaje igualmente alto señala que a las personas adultos mayores no se les brinda oportunidad de empleo. Igualmente, casi 4 de cada 10 miembros de un grupo étnico consideran que  las oportunidades de empleo para las minorías étnicas son más reducidas que para los demás grupos de población.

La falta de empleo se presenta como el principal problema que enfrentan los y las jóvenes, sobre todo en los estados ubicados en el centro de la república.

Para un 30 por ciento de los jóvenes la preparación insuficiente, la apariencia y la falta de experiencia, son los principales motivos para  no haber sido aceptados en el trabajo.

Cinco de cada 10 jóvenes de nivel socio-económico muy bajo afirmaron que no los aceptaron en el empleo por su apariencia. La mayoría de las personas adultas mayores entrevistadas, casi 6 de cada 10, señala que los ingresos no son suficientes para cubrir sus necesidades.

La discriminación también es evidente en el caso de las empleadas domésticas, con sueldos bajos, seguido por abusos, maltrato, humillación y discriminación.

De las personas que realizan trabajo doméstico, el 80 por ciento no cuentan con seguro social ni médico; seis de cada 10 no tiene vacaciones y casi la mitad no recibe aguinaldo. Esta es otra vivencia de discriminación cotidiana en los hogares de la clase media alta y alta y que conforma un patrón cultural de discriminación al que se le otorga validez en el seno familiar.

En lo relativo a los jóvenes, 7 de cada 10 personas piensan que las opiniones de los jóvenes deben tomarse mucho en cuenta.

Como se ve, es por el lado del empleo en donde se generan mayores factores de discriminación y ésta se traduce en menores oportunidades, menores sueldos y menor protección social. Las políticas de empleo no se enfocan o han sido inefectivas en cambiar estas prácticas de discriminación generalizadas que conducen a la frustración y degradación de jóvenes y adultos. Los tan llevados y traídos Ninis son una de las facetas sociales de la confluencia de un ineficiente y excluyente sistema educativo con un mercado de trabajo sumamente estrecho, con salarios cada vez más bajos y de un muy bajo nivel de productividad.

Una tercera parte de la población señala que lo que más le provoca ansiedad es ser víctima de un robo con violencia.

Hasta aquí los valores que se obtuvieron a nivel nacional.

Vamos a comentar ahora la información que se generó en la Zona Metropolitana de Monterrey.

En general hay coincidencia con los patrones de conducta discriminatorios  a nivel nacional.

Destaca, sin embargo, el que la insuficiencia de ingresos para cubrir las necesidades básicas de los habitantes de la ZMM se ubica entre los porcentajes más altos en la República, sólo por debajo de la ZM Puebla-Tlaxcala. O sea que la población regiomontana vive en una condición de estrés económico cotidiano.

En cambio, en lo relativo al maltrato y discriminación que se ejerce con las trabajadoras domésticas, la expresión menor de este problema a nivel nacional se presenta en la ZMM.   

En Monterrey se presentan los niveles más agudos de discriminación entre las metrópolis del país en aspectos tales como: a) la falta de respeto a los derechos de los niños y las niñas; b) el no tomar en cuenta la opinión de los jóvenes en familia; c) la falta de respeto a los derechos de las y los jóvenes de 12 a 17 años y de 18 a 29 años; d) un 40 por ciento de los regiomontanos entrevistados no está de acuerdo con la frase de “a las mujeres no se les pega”; ante la frase: “muchas mujeres son violadas porque provocan a los hombres” un 17.6 por ciento está “muy de acuerdo” y un 18.3 por ciento considera que “depende”. Son rasgos todos ellos que coinciden con las actitudes tradicionales del machismo y de un mundo en el que “los adultos mandan”.

A principios de la semana pasada se celebró, en la EGAP del Tec de Monterrey, un foro sobre la violencia y la discriminación, en donde se empezaron a analizar los resultados de la Encuesta que acabamos de comentar.

Ver a la sociedad de la ZMM reflejada en ese espejo de la discriminación debiera ser motivo de reflexión profunda, tanto en los recintos académicos de todos los niveles como también en los hogares. Habría que revisar los “valores” en los que formalmente se está educando a los regiomontanos (a los mexicanos en general) y confrontarlos con los valores que exhiben en su comportamiento cotidiano.

Lo único bueno es que para cambiar estas prácticas culturales no se requiere de recursos o de programas de gobiernos sino de una toma de conciencia y de revisión de los valores con los que actuamos en el día con día. Hay campo de oportunidad para mejorar como comunidad si por lo menos empezamos a actuar con congruencia en las escuelas y en los hogares.

 

 


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