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26 Septiembre 2011
15diario
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Dos candidaturas dos
Víctor Orozco

Chihuahua.- Dentro del espectro político mexicano actual, la tendencia de centro-izquierda tiene dos posibles candidatos: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. En mejores circunstancias deberían existir otras probabilidades, porque cualquier partido o corriente política sin más de una opción en las contiendas electorales revela una gran debilidad y pobreza. La conseja popular es sabia: si se ponen todos los huevos en una canasta, puede ser que nos quedemos sin uno solo.

En cualquier caso, es alentador el hecho de que esta tendencia posea dos prospectos con tablas y estatura política suficientes para competir.     Debe agregarse que se trata de reales candidatos y no postulaciones de artificio, estas últimas tan inútiles como la vocinglería y la frivolidad de las notas periodísticas que las acompañan.

Si partimos de esta consideración, podemos esperar que ambas candidaturas crezcan en todos los sentidos: por el número de adhesiones que atraigan, por su capacidad de convocar a ciudadanos más allá de su entorno inmediato, de colocar en la agenda nacional sus pronunciamientos y de concertar alianzas con fuerzas afines.

¿Este despliegue de los candidatos supone o propicia una disputa llevada hasta el final, es decir hasta la participación por separado en los comicios constitucionales? De ninguna manera. Al contrario, cada uno necesita al otro, pero lo requiere poderoso, vivo, con ímpetus. ¿Qué va a sumar a la hora de la unidad un candidato flojo, de medias tintas?

Estas son algunas razones, simples pero poderosas, para desear e impulsar el fortalecimiento de los dos precandidatos. He oído a partidarios o simpatizantes de uno denostar al otro, suponiendo que de esta manera afianzan al de sus preferencias. Yerran de medio a medio, porque al final del día, quien dispute en los comicios, extremadamente competitivos, necesitará el capital político acumulado por el que se haya quedado en las internas. Sin esa contribución no puede ganar.

Por otra parte, los votos que ambos tienen seguros o que pueden atraer en el curso de las campañas, están ubicados básicamente en la misma franja: son los de aquellos mexicanos deseosos de un cambio para salir de este desastre asociado a los gobiernos del PAN y que tampoco desean el regreso del PRI. En tal virtud, uno de ellos o López Obrador o Ebrard será el abanderado de este grueso sector de ciudadanos. En estos sufragios está la posibilidad de hacer triunfar un proyecto que implante políticas públicas de beneficio general. No hay más. Por consecuencia, es una fantasía pensar que si se ayuda a descartar a uno, auxiliando a sus enemigos a combatirlo, se aumentarán las huestes del propio.

Dicho lo anterior, los militantes del PRD, de MORENA y de los otros partidos inscritos en la posible coalición, así como los simpatizantes de un cambio hacia la izquierda en el país, bien harían en recibir con beneplácito y darles calor a los dos precandidatos. Escuchar sus propuestas y abrirles espacios en los cuales traten de convencer a diferentes audiencias. Cada voluntad ganada para uno, con bastante verosimilitud es un voto para el abanderado final.

Se ha repetido por ambos políticos que será candidato quien se encuentre mejor posicionado ante los electores hacia el mes de noviembre próximo. Con el perfeccionamiento de los métodos empleados, es posible medir las preferencias preelectorales con un alto grado de exactitud. Cierto que las encuestas se parecen a una fotografía, muestran lo que aparece en el lente de la cámara en el momento del disparo. Sin embargo, si se llevan a cabo con rigor técnico y científico, arrojan resultados válidos y de los cuales también se desprenden inferencias válidas, sobre todo si los organizadores e instrumentadores gozan de prestigio por su imparcialidad y profesionalismo.

Tanto AMLO como MEC deberán asumir los números como se presenten y honrar su palabra abriendo paso al que mejor posibilidades tenga, alzándole el brazo sin titubeos, con decisión. Este momento será quizá el de mayor relevancia en las campañas y la unidad política allí expresada, constituirá el factor de mayor atracción para los votantes. Esto, a condición de que sean dos candidatos fuertes quienes se den la mano.

El programa objetivo que sirve de plataforma a las dos candidaturas, es como se ha dicho de centro izquierda. A ninguno de ellos se le pueden atribuir propuestas radicales. Las expuestas en sus discursos apuntan a cambiar las políticas públicas que han contribuido tanto a incrementar la pobreza y las desigualdades en México. A detener el saqueo de los recursos naturales y el deterioro del medio ambiente. Y, de forma primordial, a establecer la paz y la seguridad públicas. Todo esto lo necesita México como el aire para sobrevivir y salir adelante.

Cuando leo a Josefina Vázquez Mota, la posible abanderada del PAN, afirmar enfática que de llegar a Los Pinos continuará sin cambios la política de Felipe Calderón, me aterro ante la magnitud de la catástrofe propiciada en la república por aquellos que piensan de esta manera.  Del retorno priista no puede esperarse otra cosa que la continuidad de lo ejecutado por sus administraciones hasta el año 2000: corrupción generalizada, autoritarismo, desigualdad, pobreza.

Ante este panorama, la responsabilidad de López Obrador y Ebrard es gigantesca. Son los portavoces de las fuerzas políticas y culturales con posibilidades de enderezar el rumbo de este país y evitar que sucumba por largo tiempo en el pantano de la inseguridad y la falta de esperanzas. El rango del deterioro social sufrido por México en el último lustro es tal que exige esfuerzos colosales para superarlo. Las tareas no comienzan a partir del 1 de diciembre de 2012, deben colocarse desde ahora por encima de cualquier interés personal, por legítimo que éste aparezca. La primera de ellas es mantener la unidad. Si ésta se produce, generará una onda expansiva de energía y entusiasmo vivificante en los movimientos sociales y en las conciencias personales.

Es posible desde luego, si recordamos cómo en las experiencias históricas con cierta frecuencia se imponen la insensatez, los caprichos personales o la inmadurez, que la próxima cita electoral encuentre a las fuerzas democráticas y a los mexicanos ansiosos del cambio divididos entre dos opciones: la de López Obrador apoyado por el PT, Convergencia y MORENA de una parte y la de Marcelo Ebrard postulado por el PRD. En ese caso, ni valdrá la pena pronunciarse por cualquiera de ellos, ni salir a votar. Sería una pérdida de tiempo y el origen de una frustración.

Lo que seguirá indefectiblemente es una debacle electoral de la cual emergerá victorioso el conservadurismo, fincado en los poderes fácticos (alto clero, dueños del dinero, burocracia corrupta).

Y otra vuelta a la tuerca en la pérdida de libertades, éxodos de connacionales, clausura de negocios, falta de oportunidades para los jóvenes, inseguridad, violencia, desempleo.

 

 

 


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© Luis Lauro Garza Hinojosa