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921 04 Noviembre 2011

PUNTOS CARDINALES
Poetas en Chile
Óscar Palacios

S
an Cristóbal de Las Casas.-
Recién acabo de retornar de Santiago de Chile en donde asistí al VII Encuentro Internacional de Poesía “Tras las huellas del poeta”. Lo organizó la agrupación poetas del mundo que fundó y preside —con tino y pasión— el poeta chileno Luis Arias Manzo. Resultó toda una experiencia de vida.

Durante una semana los más de cuarenta asistentes leyeron su poesía en diferentes espacios y lo mejor, la interrelación al conocer temperamentos, pasiones, protagonismos, búsquedas de hombres y mujeres que dan lo mejor de si mismos para  penetrar el sinuoso sendero de la poesía en una tierra que ha dado frutos apasionantes de la poética universal y donde los nombres de Neruda —seguimos sus huellas en sus tres hogares: La Sebastiana, La Chacona e Isla Negra, ésta última impresionante-; de la gran Gabriela Mistral —que hoy asusta a los pacatos por sus amores lésbicos— y el casi olvidado Vicente Huidobro y ese personaje de tragedia griega, la que nos regaló su “Gracias a la vida”, Violeta Parra, quien junto con Víctor Jara siguen con su canto universal de protesta ante la injusticia de nunca terminar.

Valparaíso, Viña del Mar, Rancagua, Melipílla y etcétera,  supieron de nuestros pasos. No fue un encuentro de encierros. El múltiple ser y quehacer chileno nos permitió estar con un grupo de mujeres violentadas y que lucha por la igualdad de género y otro más, las temporeras —un grupo humano que cosecha diferentes frutos de la tierra, entre sol y frío, niebla y esperanza. Y aquí una anécdota con las simpáticas temporeras: nos fuimos presentando y leyendo para ellas. Me levanté con mi irredento humor y le dije: me llamo Neftalí Reyes y voy a leerles uno de mis poemas; y comencé: Puedo escribir los versos más tristes esta noche… y un ¡Ah! y una risa generalizada inundó la sala. Todas conocían a Neruda.  Me conmovió.

El acto en la Universidad de Chile en solidaridad con los estudiantes que luchan por la gratuidad de la enseñanza frente a una derecha voraz que sólo falta que cobre por el aire que respiran, nos acercó a la realidad chilena. A los estudiantes se ha sumado la sociedad civil. Los indignados, pues. Además, nuestra presencia en escuelas primarias y de educación media superior, donde brotó la calidez de niños y adolescentes, revitalizó el valor –inmanente— de la poesía.

Pero había algo más que me iba a sorprender: la mina de cobre “El Teniente”, en las faldas de Los Andes. Qué poema visual las barrancas del exterior, qué carretera tan sinuosa, qué espectáculo de la espuma de nieve, qué limpidez del cielo, para luego entrar a un mundo sui géneris mil metros bajo tierra. Qué impresionante tecnología. Ese vivir cotidiano -a pesar de las excelentes medidas y cultura de la seguridad- con la muerte al lado. Y sin embargo hay sonrisas y hay poesía. Ahí encontré a Nelson Carrizo, “el poeta minero”, quien me confió que al principio sus compañeros se burlaban cuando escribía sobre el entorno —humano y físico— de la mina. Después ellos se lo pedían y por ello pudimos ver en los largos y amplios túneles carteles con poemas de Nelson. Ya en la noche, en Rancagua, cena y exquisitos vinos y música: payadores, un cantor que nos recibió con esto: si no creyera en la verdad, hubiera sido político; y una dama —de cuyo nombre no puedo acordarme— que cantó como las clásicas de la música latinoamericana.

Este volandero texto no puede resumir toda la experiencia vivida. Acaso agradecer a la vida por haber conocido a la cubana Marina Tamayo, al culto, humorista voluntario e involuntario cordobés argentino Pepe Araujo —para más señas, doctorado en derecho— a María Ahumada, chilena a quien atosigaba con: si vas para Chile, te ruego que pases por donde vive mi amada; a la paisana de Chihuahua, Lucía Cano, que salvó la honra nacional mexicana llevando tequila que apenas alcanzó para calentar nuestras friolentas gargantas; a mi tocayo Óscar Benitez, de El Salvador y a su esposa, la compañera de fumada Marcela Pradieri y a Graciela Barbero, argentinas. En fin a todas y todos, por el saludo y la sonrisa y su poesía.

Felicito de nuevo a Luis Arias Manzo por la paciencia y la organización, a su sensible esposa Magui, al todavía joven poeta argentino Gerardo Gómez Portela y a todos los que nos hicieron vivir tan gratos momentos. Por ellos, poetas del mundo camina. Ya van más de siete mil afiliados de todo el orbe. Su manifiesto es claro, luchar contra esta nueva historia universal de la infamia que el traqueteado globo terráqueo está sufriendo.

Finalmente me atrevo a dos sugerencias: una, que no se lea poesía durante cenas y comidas. Que fluya en esos momentos la camaradería y la experiencia, la simpleza de nuestras vidas, lo ocasional de una broma. Y dos: que las damas asistentes no se asusten por las presuntas palabras altisonantes que puedan escuchar. La igualdad comienza con el lenguaje.

Así que pido la paz y pido la palabra, diría Angela Figuera Aymerich, inmensa poeta catalana.

Y como mi ego lo exige, les diré que presenté mi más reciente novela El Abrazo de Ixtab, en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile. Se la di al gran PP Araujo. Ya se atrevió a leerla y me envió este correo:

APRECIADO OSCAR. Si tu novela es un mamotreto, yo soy la Mistinguette en bolas. Gracias por tus palabras. Sin tu permiso, jamás hubiera emitido opinión por razones de recato. Pero ya que estamos, a la carga dijo Vargas. Tu novela es excelente y sus virtudes surgen desde diversas fuentes. a) En primer lugar la exposición de la saga es atrapante, por una cadencia, si no ritmo, propia de una partitura de ballet, y cuya urdimbre demuestra la gran inteligencia del creador, su adecuación a una jerga coloquial -adivino- de allí y ahora que ubica al narrador en un escenario doméstico logradísimo, cuyo glamour asciende a la gran ciudad con una madre que hubiese querido tener yo si Dios no la hubiese convocado, y que cristobaliza en un pueblo enraizado en sus propios atavismos (de los que también conocí) que tienen la virtud, de cuando en vez, de mostrarnos la presencia y la vigencia de nuestras raíces para paliar la virtualidad de lo que creemos realidad temporalmente excluyente, cuando somos lo que hemos sido y lo que seremos un segundo después. Esa es, escuetamente, la impresión que me ha dejado la lectura de una gran novela, cumpliendo la premisa de Juan Filloy: un novelista puede hacer con su novela lo que se les canta a sus cojones, menos aburrir. Por eso es que Borges reconoce el fracaso del Ulises de Joyce (por la falta de encanto y el esfuerzo que exige a quien lo lee, lo que quita el placer de la lectura) y yo me permito la osadía de agregar, por ejemplo, Señas de Identidad de Goytisolo y aun Conversación en la Catedral del gran Mario Vargas Llosa, pesado como collar de sandías en esta ocasión.  b) Esa es mi primera  impresión y dejo para luego muchas otras que auspicia tu novela. El logro narrativo, la inteIigencia y la cultura del  creador que trasmite al narrador, la agraciada mejicanización  del coloquio que nos ubica en su propio carácter.. (ME VOY A LA CARCEL....) SALUTE Y LUEGO SIGO. UN ABRAZO.PP-

ospal2@hotmail.com


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