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926 11 Noviembre 2011

MUROS Y PUENTES
Homero Simpson para presidente
Raúl Caballero

D
allas-Fort Worth.-
Sarcástico, John Carlin critica la banalidad acarreada por los republicanos a la política estadunidense, el pasado 6 de noviembre en El País; entre otras acideces, apuntó: “Comparado con Rick Perry, Herman Cain, Michelle Bachmann o Mitt Romney, el ridiculizado George W. Bush es un Kennedy, un Churchill, un Franklin Delano Roosevelt.

De lo anterior —señaló el periodista británico— se le puede echar la culpa “a Sarah Palin y a los barones del Partido Republicano que decidieron que, llegado el caso, sería una digna presidenta de Estados Unidos. Nunca el espectáculo que presenta la política norteamericana ha sido más banal; y nunca —o al menos desde la Segunda Guerra Mundial— el país más potente del mundo ha estado más necesitado de un liderazgo serio y eficaz”.

Enfocando los debates —ese eficaz proceso de eliminación entre los aspirantes republicanos a la Casa Blanca— Carlin los considera “ejercicios de comedia negra” en los que compiten para ver quién puede “frivolizar aún más la relación de EU con el resto del mundo o la desesperante situación económica en la que se encuentra un creciente número de ciudadanos” estadunidenses.

Lo anterior se comprobó en el debate de Michigan este 9 de noviembre, pero lo que lo hizo peor es que no hubo novedades, no hubo sorpresas (como esperarían sus partidarios) que trajeran un cambio de dirección; los que encabezan la competencia parece que cada vez se hunden más en sus propios desaciertos. El empresario Herman Cain sigue enmarañado entre las acusaciones de acoso sexual, se mueve y se enreda más, o se queda pretendiendo que no es nada y el escándalo se evidencia aún más. Basta echarle un repaso a las noticias para constatar que él, Mitt Romney y Rick Perry nomás no salen del atolladero (los demás aspirantes ya no tienen, si acaso la tuvieron en algún momento, oportunidad de la nominación).

El ex gobernador de Massachusetts en este debate tuvo que torear sus desaciertos con respecto de la industria automotriz, pues en su momento, en lo más delgado de la crisis, se opuso a que el gobierno federal la rescatara.

Mientras los precandidatos republicanos se hacen garras debate tras debate, cada vez la campaña de Barack Obama lleva agua a su molino; la víspera del debate en Michigan, cuna de la industria automotriz precisamente, a mi buzón electrónico llegó un boletín enmarcando ese desatino de Romney: “Si Mitt Romney fuera presidente, no habría una industria automotriz estadounidense. Al hablar del tema, los expertos de este sector han sido claros: si hubiéramos seguido los consejos de Mitt Romney, nuestras compañías automotrices hubieran enfrentado la liquidación, y más de un millón de estadunidenses hubieran perdido sus trabajos. Mitt Romney tiene que explicarles a los votantes de Michigan las razones por las cuales hubiera dejado que Detroit entrara en quiebra.

“El paquete de préstamos que el presidente (Obama) ofreció a la industria automotriz —junto con el plan de reestructuración— fue esencial para asegurar que las compañías automotrices pudieran volver a ser rentables y producir carros que los ayudarán a competir en el futuro”, esa es la síntesis que Ben LaBolt, secretario de prensa de la campaña, expone a la prensa antes de ofrecer puntualmente declaraciones de los titulares de dicha industria. Hace su tarea. La campaña de Obama por lo demás ya lleva vuelo, mientras su posible contrincante se pelea con sus compañeros, el presidente recauda fondos para una nueva millonaria disputa electoral (pero ese es otro tema).

En tercer lugar sigue el gobernador texano, quien llegó, subió, se mostró y cayó en las preferencias. Perry sorprendió con la imagen del vaquero agresivo al que le aplaudió el Tea Party, pero desde el primer debate se expuso como un político insustancial fuera de Texas, donde sus desviaciones verbales en torno a su evangelismo, sus contradicciones en lo de la inmigración y su falta de tablas a nivel nacional lo han estancado en esa tercera posición. Encima en el debate de Michigan se trabó en un episodio en el que no supo responder los nombres de tres agencias que cerraría para enfrentar la crisis económica (el debate versó principalmente sobre los problemas de la economía nacional); Perry se vio mal, cerró su atorón con un “ops” y las burlas ya cunden encapsuladas en una frase: el congelamiento cerebral de Rick Perry; son esos detalles los que se quedan en el viento e influyen a la hora de dar o no el respaldo.
Como en todos los debates sostenidos hasta ahora, los aspirantes a la nominación republicana no dejan de echarle la culpa a Obama sobre la mala situación económica, pero a la hora en que uno de ellos sea el candidato y se vea ante el primer mandatario, le será difícil seguir omitiendo que el origen de la crisis en realidad viene desde la administración de W. Bush. Así como los debates de las primarias son instrumentos eficaces para el proceso de eliminación, también lo son para edificar, o catapultar al ganador en las elecciones decisivas. En fin, el nominado republicano llegará tan golpeado por sus propios correligionarios que será arduo, consideramos, oponerse a un presidente que en los últimos tiempos viene recuperando terreno.

El punto que estas líneas sostienen es que estos personajes que representan la oposición camino a la elección presidencial de 2012, representan también un vacío de liderazgo, lo cual sin embargo (ojo) en este país ya no significa mucho. Para ejemplos la realidad apabulla con las leyes absurdas que se han aprobado desde la visión de los republicanos estimulados por el radical Tea Party, y al revés, con las políticas y proyectos de ley bloqueados por la mayoría republicana que no soporta a Obama en la Casa Blanca.

Ciertamente los aspirantes republicanos muestran una debilidad que se ha convertido en pasto de caricaturistas, en motivo de chistes populares y de escarnio intelectual; de hecho Carlin termina el artículo de marras diciendo que Homero Simpson pasaría por un intelectual si participara en los debates de los actuales candidatos republicanos, quienes como Palin presumen su ignorancia en política exterior. Lo aterrador, coincidimos, se hace presente cuando recordamos que W. Bush igual llegó a la presidencia.

Director editorial de La Estrella en Casa y La Estrella Digital, en Dallas-Fort Worth, Texas.

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