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  LOS MONOS DE GEROCA
  Eligio Coronado

culturalogoGerardo Rodríguez Canales (Geroca) es un pintor y monero saltillense (1955) cuya obra se inscribe en un expresionismo ríspido, crítico, cáustico, cómico y sobradamente explícito donde predominan los antros, las habitaciones y las calles.
          Sus personajes son deformes como el mundo en que habitan, como la realidad que los determina, aunque él asegura que “así salen”. (…) “quiero ser espontáneo, rápido. No me pasan los retoques, los preciosismos” (p. 74).
          Monterrey es, desde hace más de dos décadas, crisol, referente y circunstancia de la obra geroquiana, por eso ahora la comunidad intelectual le rinde este homenaje, coordinado por el promotor Moani Compeán: Geroca*, el cual incluye un catálogo de treinta y cuatro cuadros y un listado de diecinueve trabajos firmados por quince hombres y cuatro mujeres entre los que se cuentan pintores, moneros, guionistas, poetas, teatristas, críticos de arte,
periodistas culturales y escritores (Luis Aguilar, Gerardo López Moya, Hernando Garza y Enrique Gorostieta, entre otros).
          El análisis de la obra de este artista icónico es abordado, en diversos grados de aproximación, por casi todos los autores, destacando elementos como la marginalidad (Xavier Moyssén, p. 13-14), la noche (Elia Martínez-Rodarte, p. 21-22), el arte (Guillermo Meléndez, p. 23-24), la ciudad (María Belmonte, p. 61-63) y el mundo (José Carlos Méndez, p. 71-77).
         A través de los artículos, ensayos, semblanzas, notas, semireportajes, análisis y una entrevista, nos vamos enterando de que Geroca es arquitecto, medio sordo, misógino, tímido, solitario, no da entrevistas, no asiste a las inauguraciones de sus exposiciones, es antrólogo del diario, prefiere los colores azul, rojo y amarillo, pinta lo que ve, fue cartonista del Vanguardia en Saltillo y de El Norte aquí, rehuye los museos y galerías, expone cada año en el Café Nuevo Brasil, su madre fue pintora aficionada, le gusta caminar, batalla con el color, es voyerista, alcohólico, vegetariano y virgen.
       Todos los autores cumplen con la asignatura obligada de enumerar a los personajes de la nocturnidad de este monero solitario, pero sólo María Belmonte clasifica a las mujeres del universo geroquiano: “cocodrilas, teporochas, cabronas, turistas, bailadoras, vacaslecheras, burlonas, en calzones y sin ellos, gordas, acosadas, mujeres que ocultan ser hombres, malillas, cogelonas, abandonadas, nalgonas, eventuales, desdichadas, pintaditas, coquetas, tragonas y pedas: mujeronas pues” (p. 63).
       En los trazos geroquianos está la sociología no oficial de nuestra ciudad, las conductas que no se dicen, los oficios que no se cuentan, las actividades que conviene ocultar, en resumen: lo inaceptable por nuestra intachable, impecable y casi eclesiástica moralidad. Y es en ello donde radica el valor de su obra.

  • Moani Compeán, coord. Geroca. Monterrey, N.L.: Edit. UANL / Café Nuevo Brasil, 2009.  112 p.  Ilus.

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