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1002 27 Febrero 2012

MUROS Y PUENTES
A Better Life
Raúl Caballero García

Dallas, Texas.- Demián Bichir recién este jueves, entrevistado por Carmen Aristegui, dijo que A Better Life es la película que menos éxito ha tenido en taquilla, tanto en México como en EU, lo cual resulta un tanto paradójico, toda vez que es la cinta que lo catapulta como ninguna, luego de que la Academia de Ciencias y Artes lo nominó para un Óscar como mejor actor.

Bichir ha señalado asimismo, que cuando Chris Weitz le propuso actuar en ella y leyó el guion, aceptó porque palpó que era un filme profundo... y vaya que lo es. Aunque no lo parezca.

De entrada pareciera que es una película más con el tema de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, pero a medida que avanza su narrativa, el espectador va digiriendo elementos y detalles que le permiten percibir que se trata de algo ciertamente no superficial.
Supongo que en eso estriba el talento del director. Weitz nos obliga a reflexionar, nos deja pensando aún después de que terminó la proyección, incluso cuando ya estamos afuera del cine.

Cuando la vi hace unos meses fui acompañado por Valentina, mi hija de 13 años, quien todavía suele preguntar —siguiendo una costumbre recurrente durante su infancia— “¿cuál fue tu parte favorita?”. Uf, en una comedia no hay pierde, se puede elegir felizmente una “parte favorita”, pero con A Better Life uno termina por explicar(se) toda la película. Más si uno tiene la dicha de ser mexicano y, además, la experiencia de vivir en Estados Unidos.

Sí, es cierto, es asombroso cómo en dos horas logran captar el mundo de los inmigrantes indocumentados con muchas de sus vicisitudes y muchos de sus valores. Pero además al hacerlo logran que rebosen precisamente esos aspectos que hacen al ser humano valioso, exponen el “lado humano” de un puñado de personajes —que representan el microcosmos de la diáspora de mexicanos en los Estados Unidos— subsistiendo la realidad cotidiana, en este caso, en Los Ángeles.
Asumo que los lectores ya han tenido muchas oportunidades de leer críticas y reseñas de esta película, lo que hace que estos apuntes sean más sueltos puesto que no se escriben con ese afán, sino en todo caso con uno celebratorio dado que considero que es una cinta para preservar en las filmotecas familiares.

Bichir hace de un jardinero indocumentado que se llama Carlos Galindo, separado de la madre de su hijo adolescente que se llama Luis, personificado por el joven actor José Julián. Padre e hijo viven juntos en una casa bastante humilde. El hijo camina al filo de la navaja, es decir, está en ese punto en que muchos jóvenes toman la resolución crucial, conscientes o no, de quiénes serán en la vida. Tiene ante sí un ambiente difícil, el de la pobreza, y apenas un paso más allá del entorno familiar está el mundo de las pandillas... destino que pareciera inevitable para Luis y sin embargo, es uno de los vuelcos con que Weitz nos sacude y abre lo inesperado de las posibilidades.

Aquí hago un paréntesis para rescatar de la sala de cine una situación entre los espectadores. En la función a la que asistimos Valentina y yo, la sala estaba si no llena del todo, sí con una buena entrada. Yo acudí sabiendo del contenido de la cinta porque mi esposa, quien ya la había visto, me la recomendó, así que cuando noté que quienes ocupaban los asientos que nos rodeaban eran en su mayoría angloamericanos, la curiosidad me hizo estar atento a cómo recibirían esta película.

Bueno, abrí el paréntesis cuando recordé una escena del filme en que por un pleito, Luis se ve en una demarcación policiaca siendo interrogado por un detective que lo encasilla de buenas a primeras como miembro de una pandilla. El oficial no ve otra cosa teniendo ante sí a un joven latino, da por hecho que es un pandillero, y no acepta que el chavo no pertenezca a una pandilla, le resulta inconcebible, por lo que se empecina en querer ver sus tatuajes y con ello determinar la pandilla a la que pertenezca; tampoco acepta la palabra del Luis de que no tiene tatuajes. Ofuscado termina obligándolo a quitarse la camisa para ver los mentados tatuajes... pero oh sorpresa, el torso del chavo está limpio, ciertamente no tiene ningún tatuaje... y en este punto destaco que además de un rumor entre los espectadores emocionados por la limpieza de Luis, una mujer a mis espaldas soltó un algo así como “¡tómala!”

Y es que en la película una vicisitud lleva a otra y la suma propone una ecuación y luego otra que el director resuelve saliéndose de todo cliché. Son las vicisitudes cotidianas en el mundo de los inmigrantes.

Carlos Galindo, es un hombre noble, de una rectitud a toda prueba que trabaja todo el día con la expectativa de que su hijo tenga un mejor futuro. Carlos llegó de México, Luis nació en EU, es la situación de millones y en esto radica el eje de la cinta, en la relación entre padre e hijo que se capta en los días en que aflora esa resolución de Luis que mencionamos antes, pues cobra conciencia de la razón vital del padre, una vida mejor, la suya, la de ambos, la de la familia, la de la comunidad. En un vaivén de emociones, en una sucesión de dilemas y problemas y situaciones dramáticas, que van de las sombras en que vive, resguardado, Carlos, a la luz que lo desampara. Una invisibilidad que Weitz expone tan bien que al mismo tiempo muestra la problemática de los trabajadores indocumentados a través de esos días en que Carlos y Luis son separados por la deportación de aquél cuando acaban de encontrarse, justo a raíz de la mencionada resolución del chavo.

Pero el padre ha venido dándole una lección tras otra de la manera más transparente, sólo siendo, sólo viviendo su naturaleza, siendo el hombre que es, uno trabajador y honesto.

“Lo más duro es adoptar esa personalidad casi invisible que estás obligado a tener, que te has autoimpuesto tú, para no llamar demasiado la atención porque en cuanto tú llames la atención vas a tener que responder sobre tu estatus migratorio y a mostrar documentación que no tienes”, dijo Bichir en otra entrevista hablando de su personaje.

A Better Life tiene todos los elementos que si el director no tiene la idea precisa de lo que quiere proyectar, caería irremediablemente en el terreno de lo cursi, en un bodrio sentimental... pero por fortuna el tratamiento del director, la caracterización de los actores, la precisión del guion nos dan una película no sólo bien hecha sino impactante.

Si este domingo Bichir recibe el Óscar significará mayor beneficio para su carrera (y sin duda dará singular relevancia a la Academia pues marcaría un hito histórico), pero con o sin premio su carrera ya se ha visto beneficiada con la nominación, y la película por su sola realización ya cumplió con su cometido al proyectarse.

 

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