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1076 8 Junio 2012

 

Ray el marciano
Hugo L. del Río

Monterrey.- Mi tribu discutió toda la tarde dónde estará Ray Bradbury. Él y Guy Montag, el bombero rebelde, están salvando bibliotecas, aventura uno. No, dice otro, se fue al planeta que deja chiquito a Macondo.

Lo de menos es que llueva todo el tiempo. Lo de más es que cada cierta distancia hay una casa habitada por una mujer cachonda cuya faena es, precisamente, evitar, ya sabes cómo, que mueran de frío los viajeros.

Este redactor piensa que Ray hizo las cosas de tal manera que la NASA tendrá que llevarlo a Marte. De hecho, ya bautizaron como Estación Bradbury el lugar donde descenderá la nave.

Hubo otros escritores de ficción científica: Luciano de Samosata, nacido 125 años AC; Cyrano de Bergerac, Mary Shelley: es una larga, larga lista. Todos ellos son grandes. El sello de Ray no son los vuelos por el cosmos ni la conquista de Marte ─vaya chasco─ sino su exploración por los territorios siempre ignotos de la naturaleza humana.

Las escorias en forma de hombre siempre han quemado libros: ¿será aventurado suponer que Ray, bajo la impresión de la pesadilla del macarthismo, vio a su patria degradada a nivel de piltrafa, donde es delito poseer libros? ¿Podemos olvidar a la mujer que se negó a abandonar su biblioteca y prefirió morir abrasada antes que renunciar a sus amados volúmenes?

Ray era un profeta, como lo son todos los grandes escritores: en The Pedestrian, la policía arresta a Leonard Mead por cometer dos graves actos ilícitos: le gusta caminar y en su depa no tiene televisor.

Nuestro amigo le dio poesía a la aventura sideral. Ahora lo vemos como natural, inevitable: el hombre puede soñar con posar el pie en el planeta más lejano, pero en su corazón vive una mujer y la gloria de la conquista, si tal cosa existe, se la ofrecerá a ella.

Enamorado y rebelde: hombre completo.

Guy Montag supo que en otras épocas los bomberos se dedicaban a apagar incendios, no a quemar libros. Y cuando la enormidad de la abominación lo abruma, incinera a su capitán y se une a la disidencia armada.

Ése es Ray Bradbury.

Ocho millones de poemas escritos por Ray en todos los géneros literarios que hay y habrá, adoptaron la forma de cosmonaves, y dentro y fuera del planeta viajan por el corazón de los hombres, donde quiera que éstos se encuentren.

¿Qué buscas, qué sueñas, qué o quién te anima a lidiar día con día con el crimen, la traición, el despotismo? ¿Por qué, simplemente, no te rindes? No vas a ganar.

Quizás, dirá Ray, triunfarán Macbeth y su esposa, dueños de la tecnología de punta: nos impondrán la violencia, la injusticia, el despotismo, la intolerancia.

Pero es sólo un “quizá”: y en todo caso, hay que pelear aunque estuviéramos condenados a la derrota.

Y no es el caso.

Y sí, en nuestros vuelos al interior del alma humana y al espacio exterior descubrimos que al hombre, al verdadero hombre, le dan su vigor y su coraje el amor, la belleza y el hambre de justicia.

Somos marcianos, escribió Ray. Sí, igual el primer ser humano que desafió las olas y los vientos a bordo de unas tablas que el cosmonauta de nuestros días.

Somos marcianos en viaje a lo desconocido.

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HEB se mexicaniza. Presumen de cajas rápidas donde sólo atienden a clientes que lleven no más de 15 artículos.

Claro: la naquiza no hace caso.

En un principio los cajeros quisieron hacer respetar la directiva. La clientela se quejó y los jefazos regañaron a los empleados. Está bien, entendemos: estamos en Kafkalandia. Pero, por favor, quiten los letreros limitando las compras. 

 

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