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1087 25 Junio 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
Los siriguayos
Gerson Gómez

Monterrey.- Una línea, dos líneas, tres líneas de soda, se balancean, en la bolsita, sobre la mesa de madera, se estiran, suben, se la fletan, como aguantan un carretón, fueron a llamar otro ciencito.

Vamos a rasparle a la piedrita, mi rey. Que nadie se va a dar cuenta.

Chitón. Es de la buena. Nada de cortada ni con mugrero.

Póngame bien alto la música de Los Chicos del Barrio, para seguirla bailando y cantando. Pura sabrosura puro vacilón es lo que quiero yo.

Que se escuche en toda la cuadra. Aquí no hay peines. Todos están alineados con la compañía. Es eso o ir a buscar terreno en el panteón.

Nadie anda braveado. Ni peinado con los militares. Entre nosotros nos protegemos. Como debe ser. El barrio para el barrio. El barrio se respeta. Te permite trabajar.

Ahora un buen trago a la caguama, que se sienta en la boca en el estómago, como patada de mula. No traigo nada en la panza. No he comido nada en dos días.

Aún está tibia la cheve. No sabe gacha. Pero tampoco está en su punto.

Quienes vivimos en esta geografía, sabemos que hemos logramos domar al desierto: conocemos el valor y significado de una cerveza bien muerta. Helada para que me entiendas.

Somos los valientes que rifamos. A la hora de enfrentarnos con la contra y con los guachos, para darles piso, les cobramos hasta con intereses las bajas de los compas.

Andamos loqueando desde hace rato. Con este calor y cuidando la tiendita. El pinche abanico no echa nada de aire.

Tiramos barra. Esperando a que lleguen los clientes.

Que nomás tocan base en el taxi, se surten y se pasan a retirar.

En el fondo del tejabán, las lenguas de fuego entran inmisericordes. A cada rato se oyen las sirenas de las patrullas: somos los siriguayos, esta es nuestra casa, y aquí se nos venera.

 

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